—Me tiembla hasta el culo —asegura Riley mientras se protege tras la espalda del castaño.
—Estamos en un sitio elegante y de pijos —regaña el castaño —, compórtate como tal.
—Vamos a vender droga, Aaron. Creo que hemos perdido el derecho de poder comportarnos así —recuerdo mientras observo el bar, haciendo un poco de hincapié en la esquina en la que vi por primera vez a la morena, dueña de mis pensamientos.
—Mi cuenta bancaria asegura que puedo serlo perfectamente.
—Tu humildad me sorprende —dice la morena.
—Gracias, Adeline. No me gusta eso de aparentar.
—Tus zapatillas valen más que mi vida.
—Solo son cifras.
—Muy bien —rompo la conversación pasando un brazo por los hombros de Addy para ir hacia una mesa y sentarnos, pasan unos cuantos segundos cuando los otros dos se sientan.
—¿Cómo lo hacemos? —pregunto finalmente tras pedir unas copas.
—¿Tú abajo, yo encima? —me levanta las cejas el castaño, divertido.
—Por favor —entorno los ojos —, sabes que me gusta arriba —le sigo la broma.
—¿Qué? —pregunta Addy confusa —, eso no fue lo que percibí ayer.
Mi mejor amigo sonríe divertido e incrédulo a partes iguales, y yo bajo la cabeza sintiendo como el color rojizo se empieza a apoderar de mi rostro.
—Addy...
—Adeline, me empiezas a caer bien —ríe el castaño.
—¿De qué habláis? —se escucha la vocecita de Riley, baja y aterciopelada.
—¿A ti cómo te gusta jugar a los dados? —le pregunto en un intento por desviar la conversación.
—Exacto —añade Aaron —, jugar a los dados.
—Jugar a los dados —repite la morena tras darle un sorbo a su bebida.
—Sois imbéciles —declara mi minion.
Aaron termina con el momento divertido, carraspeando y atrayendo la atención de todos los presentes en la mesa.
—Bien — levanta los codos sobre la mesa —, haremos lo siguiente.
Escuchamos atentamente mientras Aaron explica lo que ya sabíamos: tenemos un maletín con sustancias ilegales, las cuáles vamos a tener que distribuir en el pub durante cuatro días. Además, añade que no vamos a tener que buscar compradores, sino que estos llegarían a nosotros, pues supuestamente el Agente B ha difundido la voz en el kamikaz. También añade que todo este mercadillo de drogas es para que el Agente B nos tenga vigilados, por sí algún casual se nos ocurre huir.
Básicamente nuestro plan iba a ser el siguiente; llegar y los drogadictos vendrían a nosotros como marionetas guiadas por el mono de sentirse alejados de la realidad.
—¿Y el dinero? —pregunta Riley.
—¿Qué dinero? —responde el castaño.
—El que nos den por vender —asegura como si fuese obvio.
—Riley, no nos van a dar dinero.
—Entonces, ese hombre sale perdiendo.
—No, no está perdiendo dinero. Esto es suyo —añade señalando todo el bar —. Si sus clientes disfrutan, cada vez vendrán más. No somos ni los primeros ni los últimos en dar estas sustancias aquí.
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Donde pueda verte
Mystery / Thriller«Los amigos de verdad te traicionan de frente» le dijo una vez el chico de ojos verdes grisáceos al de los azules apagados antes del hecho que cambiará su vida y se llevará a uno de ellos. Nadie sabe qué le pasó, o puede que alguien sí lo sepa, pero...