Capitulo 32: You Say

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Capitulo 32: You Say

Me desperté bajó el tacto cálido de Luis, su musculoso brazo me rodeaba por la cintura, manteniéndome pegada a él. Extendí mi mano a mi móvil para apagar la alarma que solamente consiguió despertarse a mi. Silenciosa y suavemente me escabullí de la cama, haciendo de todo para dejarle quedar dormir con esa cara de bebe. Un café recién hecho fue lo primero que hice después de cepillarme los dientes. Me senté en la mesa de la cocina con mi ordenador portátil. Y desde el momento que empecé a leer el resumen de material del Inmunología básica perdí la noción del tiempo. Un »buenos días« en mi oido me sacó del bucle en mi cabeza, aunque mucho tiempo antes dejé de concentrarme en los estudios, y me ahogué en otros pensamientos. — ¿Como te va? — me preguntó Luis mientras acarició mi brazo, dejando un beso en mi mejilla. — Pudo haber sido mejor. — confesé, acercando su mano a mi boca para besarla suavemente. — Es tan raro estudiar sin Clara, y solo me hace pensar más en ella. — expliqué mientras él se giró la silla para enfrentarme. — Lo siento cariño. — dijo y beso mis labios. — ¿Un café ayudará? — llevó el vaso ya vacío de la mesa. — No puede empeorar las cosas. — dije en media sonrisa. — ¡Ya viene! — declaró como si era un camarero. — ¿Te quedes aquí todo el día a estudiar? — preguntó a mis espaldas, llenando de agua la máquina de café. — No, — miré la hora. — Intentaré hablar con Clara. — declaré al mismo vez que traté de convencer a mi misma a hacerlo. — Bien, ya verás que es nada. — me animó. — Eso espero. — comenté entre dientas. — ¿Y tu? — cambié de tema. — Voy a cenar con Roi y Ricky. — respondió. — No los he visto por un tiempo. — dije, y solo de mencionarlos ya los eché de menos. Luis y yo pasamos tanto tiempo juntos que aveces parecía que éramos los únicos que quedaban en la tierra. — Y voy a tener el almuerzo con mi madre. — dijo después de una pausa dramática, giré a mi mirarlo. — ¿Con tu madre? — pensé que escuché mal. Él asintió, girando a mirarme también. — Dijo que mi novia decía cosas muy inteligentes y que tiene que disculpar. — una sonrisa me escapó. — No todo esta tan jodido entonces. — murmuré, Luis dejó el vaso de café en la mesa. — Nada puede ser jodido si tengo a ti. — dijo con otro beso, esta vez en la cabeza. — Que cursi por dios. — quejé e lo di un pequeño golpe en el estomago. — Es lo que me sigues diciendo. — rio levemente.

* * *

Resequé mi frente, despidiendo el flequillo con nerviosidad. Mi boca estaba murmurando sin sonido las palabras que preparé en mi mente. Estuve esperando detrás de la puerta por el menos cinco minutos, sabiendo con seguridad que alguien estaba por ahí. Podría escuchar los tambores en bucle. Llamé al timbre una vez mas, moviendo las piernas de un lugar a otro. La puerta por fin se abrió con la madre de Clara por atrás, respiré aliviada. — Hola querida, ¿como estas? — me abrazó. — Bien, — respondí, pasando por la puerta. — ¿Clara esta aquí? — miré a mi rededor para buscarla con los ojos. Su hermano pequeño y un niño mas que no conocí estaban en el salón. Su hermano tocando los tambores, y el amigo una guitarra eléctrica. — Si, en su habitación. — contestó su madre. — Puedes subir. — hico un gestó con la cabeza, dándome permiso. — Gracias. — dije y subí las escaleras. Toqué la puerta de su habitación, aunque quizás abrirla sería una mejor idea. Esperé un minuto, muriendo mis uñas hasta que Clara abrió a ella, me observó con detenimiento y cerró la puerta en mi cara. Soplé, un suspiro de medio desesperación y medio risa. Golpe la puerta una vez mas e la abrí, entrando sin esperar a su premiso. — ¿Enserio? ¿Ni me dejas explicarte? — pregunté molesta, tratando de superar el ruido del sistema de tambores desde abajo. — Hay nada que explicar. — afirmó, tomando su ordenador portátil de la cama. — No es lo que perece. — dije mas calmada, demostrándola que no vine a discutir. — Perece que estas follando el profesor, — bajó el ordenador lo suficiente para poder ver su rostro. — ¿Verdad o no? — me miró con las cejas elevadas. Puse mis ojos en blanco, «era una forma de describirlo». — Si... — murmuré cabizbaja. — Pero no es así. — instituí, acercando a su cama, donde estaba ella sentada. — Ahora entiendo por qué siempre obtienes calificaciones más altas que yo. — dijo, haciéndome fruncir el ceño. — Pero siempre sacamos las mismas notas. — subí los hombros con confusión. — ¿Y este último papel, cuando recibiste noventa y siete? — soltó el portátil y cruzó de brazos. — Eran solo dos puntos mas que ti. — dije. — Exacto. — cortamente. Liberé mis músculos faciales y la miré directamente. — ¿Si? ¿Crees que solo valgo dos puntos? — pregunté con cara seria. Clara se hico la pensativa y presionó los labios juntos al llegar el conclusión. — Quizás cinco. — dijo con la misma expresión seria que yo llevé encima. La miré fijamente en los ojos, y ella en los míos, ambos permanecimos serias hasta que noté esa chiquito atisbo de sonrisa en sus labios. Poco a poco los labios se curvaron a una sonrisa más amplia, que el final se convertía en risa.

Por El Otro Lado De La Pared | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora