Capitulo 35: Probar Todo ⅠⅠ

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Ahora lo sentí de verdad, esa liberación de adrenalina y cortisol. Miguel estaba sentado detrás de él.

Seguí mirándolo, hasta que dibujó una sonrisa torcida, mirándome directamente a los ojos y sentí una pizca de asco. Bajé mi mirada hacia el papel, buscando las palabras para seguir, y por cuanto los encontré, perdí la voz. Tragué saliva y volví a mirar al multitud con la boca abierta y una intención a hablar pero ni un sonido salió. Miguel ya no estaba ahí, su sitio estaba vacío. Sí antes pensé que los latidos de mi corazón eran rápidas... Ahora los sentimientos en mi cuerpo no tenían descripción. Escuché cerrarse la puerta de salida y supe que no desprecio de la nada, simplemente acababa de irse. Abrí la boca de nuevo, murmurando algo insensato, y al final conseguí soltar un; — Gracias. — en voz temblorosa. Dejé el papel no leído y me fui corriendo directamente detrás de escena, sabiendo que se suponía que debía ir a la multitud y volver con el resto de compañeros «¿Pero a quién diablos le importa? tuve que encontrarlo». Miré hacía los lados, mientras de fundo escuché la próxima persona subiendo el escenario, confundido, seguro. Y sin saber porque mis piernas empecieron a correr hacia la salida. Una fuerte ola de viento acompañada de frío me atacó de inmediato. El cielo ya estaba pintado de naranja, casi sin rastro del sol. Miré alrededor pensando en qué dirección tuve que ir primero. A mi derecha era la biblioteca de Ciencias de la Vida y Medicina, el edificio más cercano, y empecé correr de nuevo. Intenté abrir la puerta, pero la entrada principal estaba cerrada, corrí alrededor del edificio hasta la otra entrada que recordaba que generalmente estaba abierta. »Tuve razón« - la puerta no estaba cerrada y pasa por dentro.

Estaba vacío, «obviamente, ¿por qué alguien iba a venir a estudiar durante las vacaciones de verano?» Estaba oscuro también pero no pude averiguar dónde estaba el interruptor de la luz. Comencé en el primer piso corriendo por los pasillos. Pasé por la sección de los libros de instrucción primero, luego los libros de enciclopedia y luego los de psicología. A mitad de camino del primer piso, y nadie había estado por allí. — ¿A dónde vas? — una voz gritó en mi dirección. Miré hacia atrás sin dejar de correr, sabía que no era la voz que estaba buscando. Luis miró por todas partes, aunque él lo hizo por una razón diferente que yo. — Tengo que encontrarlo. — respondí murmurando, caminando rápido. No sabía cómo me encontró, pero no tuve tiempo para lidiar con eso. — ¿Encontrar a quién? — trató de seguir mi ritmo. Pasé por las aulas con rapidez, una tras otra, determinada. — ¡Aitana! — gritó Cepeda muy atrás, no miré, pero sonaba como si él estuviera detrás de estanterías con cientos de libros. Mi corazón y pulmones trabajaron más rápido gracias a la adrenalina, enviando más oxígeno a mis músculos principales. Lo que significaba que el impulso de fuerza que tuve en mi cuerpo era suficiente para correr hasta encontrarlo. No podría dejar que siguiera persiguiéndome. Seguí corriendo hasta que me caí al suelo.

— ¡Para! — grité a Alba, que siguió corriendo mientras yo estaba destrozada en el suelo. Sin embargo me ignoró, corriendo sin mirar atrás. Resoplé, levantando sin fuerzas del piso y corrí detrás de ella. La calla estaba vacío, solo ella, yo y la luna, dos niñas adolescentes en la oscuridad a la madrugada. — ¡Para! — volví a gritar. — ¡No podemos escapar! — la cogí del brazo, sabiendo que era mi única manara para prevenirla. — ¿Y porque no? — gritó, y soltó de mi mano. Me asustó, nunca antes la escuché gritar, y tampoco nunca la vi llorar. — Dime, ¿porque no? — repitió suplicando, dejando la primer lagrima caer sobre su mejilla rosada. — Porque nos van a encontrar. — la dije jadeando pesadamente, pero agotando las lagrimas, si es ella es la que se rompe- será mi turno de ser la fuerte. — Porque vemos a llegar al estación de tren, conseguir un billete y, ¿luego qué? — era una pregunta retórica, y ambos sabíamos la respuesta, solo que yo tuve el coraje de decirla en voz alta; — Nos encontrarán por la mañana, en el mejor de los casos un día después. A nadie la gustaría una niña de trece años que escapó corriendo en medio de la noche. — hablé de mi misma, nadie me quería igual. — Y tampoco una chica de quince. — añadí, refiriéndose a ella esta vez. — Simplemente nos pondrán en una casa diferente. — tuve la garganta ahogada en lagrimas. Tantas veces soñé con una vida mejor, pero la vida me enseñó que también puede salir peor. — Si nos quedamos aquí por los menos nos quedamos juntas. — busqué su mirada, sino que ella tenía esta clavada en la tierra. — Esto no puede ser lo mejor que este mundo puede ofrecerme. — Alba levantó su cabeza, mirando hacia la casa que acabamos de abandonar. — Que no es — negué la cabeza. — El futuro tiene mejores planes para nosotros. — la prometí, aunque no sopé los planes del futuro, solo conocía los míos.

Luis respiró aliviado, ralentizó el paso y se detuvo justo frente a mí. — ¿Estas bien? — me preguntó desde arriba y me tendió una mano. Tacones, sin tacones, plataformas o zapatos planos, él y yo nunca fuimos en el misma altura. Me levanté sola, echando sobre el estantería, mirando el otro lado. — ¿Qué paso? — preguntó con dos manos en mis hombros, trató de mantener un tono calmado, aunque era obvio desde sus ojos que era exactamente lo contrario. — Aitana — nombró en un susurro y colocó su palmo sobre mi mejilla rosada. Mi primer instinto fue seguir corriendo, pero los ojos de Luis me pidieron que calmara, y eso lo hice. Respiré de nuevo, más lento, mas hundo. — Miguel. — solté, como si su nombre solo era suficiente, pero los ojos morones estaban perdidos. — Vi a Miguel, — expliqué, o por los menos intenté hacerlo. — Estaba aquí, — cogí mi cabeza en las manos. — Esta aquí. — me corregí en voz segura. Ahora Luis se pereció aun más confuso que antes. — ¿Dónde? — preguntó, rascando la cabeza, — ¿Estas segura? — ese pequeño pellizco que no sentí hace mucho hizo su camino a mí estomago y me encogió. — No me crees. — murmuré en voz baja. — Claro que te creo. — dijo con una voz poco convincente. — ¿Donde lo viste? — Estaba sentado justo encima de ti. — contesté. La mirada en sus ojos cambió; ya no era confusión era preocupación. — ¿Estás segura que no lo confundiste con otra persona? — ofreció gentilmente. »¿De verdad me estaba preguntando eso después de decir que me cree?» No puede ser que me estoy volviendo loca. — ¿Por qué estaría aquí? — preguntó, mirándome tan profundamente en los ojos como si estaba buscando la respuesta en ellas. — Estaba aquí, lo vi, estoy segura. — tuve que convencerme de que no era mi imaginación, antes de que él me convencería de lo contrario. Dejé mi cuerpo descenser una vez más al suelo en un suspiro.

— Ay, — Luis se bajo a mi altura y con dos dedos debajo mi mentón me hizo levantar la mirada. — Mírame. — pidió, porque a pesar de que nuestras cabezas estaban a la misma altura, nuestros ojos no se encontraron. — Yo seria el primero en preocuparme con esa idiota, pero ha pasado un montón de tiempo y no escuchamos nada de él, cariño. — sus palabras tenían lógico, pero mi estomago tenía intuición, y sope los que vi. — Debería haberla dejado escapar. — solté entre mis labios en voz baja. Por lo que yo sabía, lo dejé escapar dos veces, y Alba, quien debería haberlo hecho, la quería tan de cerca que me aferré demasiado fuerte. — ¿A quién? — preguntó con empatía, yo solo negué mi cabeza para quitarse importancia. Él ya pensaba en que estaba loca, no hay necesidad de que se preocupe aún más. — Estoy aquí para ti, — declaró, pegando su frente contra mi flequillo. — No me vas hacer escapar nunca, ¿vale? — preguntó, buscando la respuesta en mis ojos. Asentí levemente en silencio y cerré el espacio entre nuestros labios. El calor de sus labios me hizo sentir segura de nuevo, y la caricia de sus manos me hizo sentir fuerte de nuevo. Solo me recordaba que ya no estaba sola en este mundo, y es todo lo que necesitaba saber en este momento. Abrí los ojos lentamente, sonriendo a mitad aun con el sabor de su boca en el mío, y entonces lo vi, afrente de mis ojos. La sonrisa se desvaneció y mis ojos se abrieron de par en par. Dos pupilas azules abiertas entre los libros, los conocí. Pero no era los ojos de Miguel, «¿tal vez él realmente era solo una parte de mi imaginación?» Pero alguien si estaba por ahí, era esa chico, esa que nunca me acuerdo de su nombre, él que siempre esta ahí en el peor momento... »Ah, Pablo«.    

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2022 ⏰

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Por El Otro Lado De La Pared | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora