Capitulo 28: Reescribe Las Estrellas
[ Narra Luis Cepeda ]
— ¿Me vas a echar de menos? — pregunté, dejando un beso en el cuello aun mojado de Aitana. — Voy por unas horas. — me contestó riendo. — ¿Y? — pregunté en su pelo, respirando el olor de su champú de vainilla y miel, mis manos recorrieron sus costados sobre la toalla. — Bueno yo si voy a echarte de menos. — confesé, incluso un minuto era suficiente para hacerme extrañarle. Ella río, ignorándome mientras se maquilló, o por los menos, tratando de hacerlo. Pero por cuando mis dedos entraron bajo la tela, Aitana dejó un respiración agotada salir de su boca, luchando a mantener los ojos abiertos bajo la sensación de caricias en su muslo. — ¿Otra vez? — preguntó suspirando. — Es tu culpa, caminando por mi piso con nada mas de una toalla. — dije, aunque no era su culpa, ni por eso. Podría ser vestida de pie a cabeza con un Niqab cubriendo su rostro y aun tendría unas ganas insoportables a besar cada lugar de esa maldito cuerpo. — Puedo volver a mi apartamento si quieres. — reí porque sus palabras tenían lógico como broma y nada mas. La agarré del cintura y la hice girar, y con mis ojos hice un repaso exhaustivo de su cuerpo. — ¿Y perder esta vista? — pregunté con una sonrisa picara, quitándola la toalla. — ¡No! — advirtió. — Que acabo de salir de la ducha y tengo que ir al trabajo. — se quejó. — Uno cortito. — la rogué, desde que conocí el tiento espectacular de estar dentro de ella, no podé parar. — ¿No te cansas nunca? — preguntó, decidiendo estarse graciosa hoy. — ¿De ti? Jamas. — afirmé, buscando apagar la sed en su boca.— Voy a llagar tarde. — se separó de mi. — Escribirá a Ana una nota. — bromé, lo único que quería era sentirla mía aquí y ahora. Volví a acercar mi boca para cubrir la suya, pero ella me frenó con su dedo índice entre nuestras bocas. — Uno. Cortito. — dijo en su tono de advertencia. Una sonrisa boba dibujó en mis labios, y segundo luego se encontró con la sonrisa de Aitana. Con mis manos en su cintura la cogí en aire, haciéndola sentar en la encimera del lavabo. — ¿Aquí? — preguntó con falta de aire, justo cuando perdí mis bóxers. — ¿Si? — donde perdí el aire también perdí mi seguridad. Me robó cada sentido, de común y hasta el gusto, el olfato y cada uno de mis sentidos internos. — No sé... — respondió insegura. El único lugar donde lo hicimos que no era su cama, era la mía. Pero tuve las ganas a hacerlo allí y de pronto. — Si no te vas a gustar iremos a la cama. — prometí. — ¿Vale? — aseguré antes de volver a ocuparse mi boca en algo que no es hablar. Aitana asintió aunque reconocí la dude reflejado por sus ojos. Acaricié su mejilla con mi pulgar, esperando que pronto podría quitársela esa incertidumbre. Quería cubrir todo su cuerpo de besos, pero por falta de tiempo sabía que tendrá a sacrificar esa deseo.
Use mi mano izquierda para cuidarla sentada sobre la encimera, y con mi otra busqué con prisa un preservador. Lo saqué del armario de lavabo y me lo posé, Aitana se ocupó en besar mi pecho, y lo mucho que quería tener todo el tiempo del mundo solo para sentir eso por el resto de él. Le separé las piernas con las rodillas, colocando entre ellas, y por fin - estuve dentro de ella. Entrecerré los ojos de placer y dejé un gemido flojo salir de mis labios, saboreando el sentimiento. Aun no me acostumbre al sección de estar con ella en esa forma, igual como ella. No solo que había pasado tanto tiempo desde que me acosté con una mujer, pero también acostarme con Aitana era diferente. Sonó estupido, pero con ella dejé de tener sexo, y me encontré haciendo el amor. Como si no era dos numbers distintos del mismo acto. Pero comprendí que era mas de un acto, de divertirse y librar, competir eso juntos me salvó de la soledad también cuando dejemos de hacerlo, y aquí estaba la diferencia. Era algo tan jodidamente bonito en aprender su cuerpo al mismo tiempo que ella lo había aprendiendo. Ser el uno que la robó la pureza, no, que ella me lo regalo. Y volver al mismo noche inolvidable cuando ella hico el esfuerzo de un gesto romántico con mi canción y luego estar avergonzada por eso fue lo más lindo del mundo. Esa niña me volvía loco, y no hubo pruebas científicas de cómo, o porqué. Ella era el tipo de droga más peligrosa existe, e yo no quería remediar, solo quería consumir la mayor cantidad de porciones posible. Que bien que planeé en ser suyo para siempre.
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Por El Otro Lado De La Pared | Aiteda
RomanceMiré por la ventana, observando cómo las gotas de lluvia caían sobre el cristal, bajando y desapareciendo, dejando un rastro de evidencia de que estaban allí. Me hizo recordar del aquel día cuando llegué a la ciudad. De aquel paredes donde aprendí...