Capitulo 22: Da Media Vuelta ⅠⅠ

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Es cortito, pero el proximo mas largo y llanó de drama. 

espero que os gusta :) gracias por leer!

Capitulo 22: Da Media Vuelta (P.2)

— Es muy bonito. — dije con la garganta estrangulada, dándolo la liberta de nuevo. — Aitana. — me llamo, pero ya lo di mi espalda, saliendo de su habitación. Lo escuché siguiéndome, pero seguí caminando, las lagrimas estaban por caer por mis mejillas. Y lo ultimo que quería era volver a llorar frente a él. Me cogió la muñeca para hacerme girar, primero con fuerza y con la misma rapidez me soltó. — ¿Que haces? — preguntó. — Dando media vuelta. — 'lengua afilada como un cuchillo', me dijeron una vez. Cepeda negó su cabeza con un soplo. — No es lo que quise decir. — paso los dedos en su pelo, nervioso. — No se trata de ti, se trata de esa gente. — explicó, y sabia que es verdad. Desde el principio no era él, fui yo. — Por favor no te vegas así. — me miro directamente en los ojos. — No sabes lo feliz que fui despertar y verte primer cosa de la mañana. — prosiguió. — No es algo malo Aitana... — hizo un gesto con su cabeza hacia atrás, pero no hacia falta, sabia de que estaba hablando. — ¿Todavía no te dije lo mucho que te admiro? — acaricio mi mejilla, justo en tiempo para atrapar la primer lagrima. — Veta a cambiar, y yo te prepare un café y algo para comer, ¿vale? por favor. — dijo en voz suave, cerré los ojos y respiré hundo. «Estoy jodida, totalmente rota y magullada, pero igual él decide a quedarse». — Regresaré en unos minutos. — aseguré y salí.

* * *

— ¡Quede ahí! — advirtió. Abrí los ojos como platos, buscando una explicación en el habitación sin excito, todo perecía normal. — ¿Porqué? ¿qué pasó? — unas líneas de confianza se dibujaron debajo mi flequillo. — Solo necesito que te quedes lejos de mi, si te acercas demasiado, podría besarte. — agarró su nuca como hizo siempre cuando fue nervioso. — Ay Luis. — rodé mis ojos, «que tonto ha sido a veces». — Aquí soy Dr. Cepeda. — dijo serio, me río por mi dentro. Para mi siempre será Luis, dentro y afuera. — Ay Dr. Cepeda. — repetí en el mismo tono, tomando solo un paso mas por dentro su oficina. — Joder, me pone incluso más. — soltó. Normalmente me avergonzaba, pero sentía halagada, aunque mis mejillas enrojecidas como de costumbre. — No, es enserio, no quiero que vuelva a pasar lo que paso. — asentí, con eso estuve de acuerdo. Igual era él quien siempre me llamo a se despacho. — ¿Y porqué me llamaste? — pregunté, tomando unos pasos mas, pero me aseguré de mantener una distancia de dos metros. — Quería verte. — sonrió encantado. — ¿Por eso? — elevé las cajas. — ¿No es suficiente? — preguntó serio. — Me viste hace unas horas. — me razoné. — Y te echo de menos cada minuto que no te veo. — abrí mis ojos dramáticamente. — ¡Luis! ¡Eres muy cursi! — dije en un quejado. — El amor me hace así. — comentó, sonando aun mas cursi. — Dios, cállate. — dije riendo y lo tapé la boca con mi mano. Vi la sonrisa dulce que dibujo en sus ojos. Solo entonces comprendí que rompimos la distancia sin siquiera notarlo.

— Y ahora enserio. — dije, alejándome de nuevo. — Es enserio, sólo quería verte. — sentí esa pellizco en el estómago, me miraba con esa sonrisa estupida, y con esos ojos que me admiraron, y ni siquiera soy amable con él. — Bueno entonces me ira. — me encogí de hombros. — Esta bien, nos vemos mas tarde. — asentí, girando un poco insegura. — Ah, — me gire de nuevo, él ya se sentó por atrás de su mesa. — ¿A que hora nos vamos? — me recordé que Roi aun no lo dio un respuesta. — A las ocho, en el apartamento de Roi. — sonríe, no lo vi hace mucho, y la verdad que lo extrañe un poco. — ¿Que tenemos que traer? — pregunté. — Nada, no te preocupas por eso. — lo quito importancia. — Vale, pero solo dime. — pedí. — Vino, y postre. — dijo mientras seguía ordenando con los papeles en su escritorio. — Lo haré yo. — declaré. Luis se levanto la mirada riendo. — ¿Porqué te reís? — pregunté algo enfundada. — Oh, ¿estas seria? — preguntó y su cara se puso también. — Si. — me encogí de hombros, pero entonces lo pensé en profundidad. — Solo que voy a usar tu cocina para cosas como el mezclador y... — lo pensé. — ¿Que necesitas para hacer un pastel? — Cepeda vuelve a reír. — No hace falta nena, puedo comprar algo. — dijo. — ¡No! Quiero hacerlo yo. — insistí. Cepeda me miro con atención. — Está bien, sólo dime lo que necesites para ver si lo tengo. — sonríe satisfecha. — Gracias. — sonríe con la boca cerrada, dándolo mi espalda otra vez. — Aitana. — me llamó cuando ya estuve un paso en el pasillo. Lo miré esperando. — Nada, solo quería mirarte una vez mas. — me reí. — Chao Dr. Cepeda.

— Hola tu. — arrugué la frente cuando reconocí la voz tres mío. Me forcé a sonreiré antes de girarme. — Hola, ¿como estás? — pregunté educada. — Bien, te envié unos mensajes, pero no me respondiste. — dijo algo confundido. — ¿Enserio? No recibí ninguna. — mentí. Simplemente lo había ignorado para no terminar algo que ni empaco. — Oh, es extraño. — se rasco la cabeza. — Tiene que ser tu numero. — murmuró. «¿Va enserio? ¿No capta el mensaje él?». — Tal vez simplemente no tuve recepción. — me excusé. — ¿Que haces siempre por aquí? — preguntó. — Nada, solo tenía una pregunta sobre una tarea. — solté nerviosa, intentando de fingirlo. — ¿Y que haces tu siempre por aquí. — pregunté curiosa, en esta parte del edificio solo había oficinas. Tal vez también estaba teniendo un romance con un profesor. — Ah. — murmuró. — ¿La señora Vázquez? — detecté la duda en su voz. — ¿La directora? — pregunté yo, y Pablo asiento. — Es mi tía, así que vengo de vez en cuando. Después de todo, ella es la razón por la que estoy aquí. — explicó. Supongo que esto es la forma en que funciona; algunas personas simplemente tienen dinero, otras encuentran su camino de alguna manera, pocos tienen suerte y obtienen una beca. Y ahí están aquellos con protecciones. — Que chulo. — era la única comentario que conseguí pensar en. — Si. — asintió, tampoco sin mucho mas que decir. — Bueno, tengo clase. — rompí esa silencio incomodo que se formo. — Si, yo también. Nos vemos. — sonríe, desando que no, sabiendo que si. Y me despedí.

* * *

— Ay. — Luis susurro y puso un mano en mi hombro. — Déjate de estar tan nerviosa, es Roi, lo conoces. — intento calmarme. Asentí, forzando mis labios a curvar hacia arriba. Luis toco la puerta, e la voz de Roí no tardó en llagar y dejarnos entrar. — ¡Hola! — saludo Roi con una sonrisa. — ¿Que Tal? — preguntó Luis. — Muy bien, ¿y ustedes? — preguntó Roi mientras los dos se abrazaron con dos palmaditas en la espalda. — ¡Sister!— me río del apodo que me puso, pero de eso se trataba Roi, ser bobo y hacerte reír. Cepeda es el primero en saludar a la novia de Roi, y observe con cuidado como la abraza y la besa en la mejilla. — Aitana. — me presenté antes de abrazarle. — Crislo. — dijo la chica con el pelo rosado, y lo ojos azulas. — Encantada a conocerlos. — añadió. — Igualmente. — dije mientras entre por el salón detrás suya. El apartamento de Roi me pereció como un apartamento típica de un hombre soltero. Bueno, ya no muy soltero. Faltaban algunos colores, las paredes estaban blancas vacías con muebles de madera. Un poco desordenado pero bastante grande, e tenía mucho potencial. Luis y Roi caminaban a la cocina a la vez que Crislo y yo nos sentemos. — Aitana lo hizo. — al escuchar mi nombre giré mi cabeza hacia su dirección. Cepeda lo dio el pastel que hice. — ¿Es comestible? — preguntó preocupado. — Probablemente no. — respondió Luis. — ¡Roí! — ¡Luis! — Crislo y yo dijimos al mismo tiempo. E un segundo luego, nos cuatro rompimos en carcajadas. Y con las risas, como siempre, se perdió la nerviosidad. Y cuando empezamos a hablar no entendí porqué estuve tan nerviosa para empecer.

— Aun no puedo creer que viviste en Nueva York y ni lo sabia. — comenté ya en el auto. — Y yo no sabia que es tu favorita cuidad aunque nunca estuviste ahí. — sonrió. — Todavía no sé muchas cosas sobre ti. — pensé en voz alta, en las tres horas que estuvimos ahí descubrí lo mucho que nos falta para conocernos de verdad. — Y tenemos todo el tiempo en el mundo para conocernos. — aseguró. Pero yo como siempre, menos convencida. Corrimos las escaleras arriba para evitar las gotas de lluvia, y comenzó a sentirse como un viejo hábito. Uno que un día hablara de él. — ¿Deberíamos cambiarnos a mi apartamento hoy? — sugerí en esa pasillo que siempre nos puso en el medio. — No creo que quepa en tu ropa. — me río, era casi el double tamaño que yo. — Déjame cambiar y volveré. — me mordí el labio. — Podría cambiar de opinión mientras haces eso. — admití. — Ya lo he pensado demasiado. — añadí en voz baja. — Siempre piensas demasiado en las cosas. Es lo tuyo. — mi labio inferior encontró su lugar de nuevo entre mis dientas. — Y es uno mas de eses cosas de ti que me encantan. — busqué un atisbo de mentira en sus ojos, pero no lo encontró. — Suenas como un personaje de Nicholas Sparks. — otra vez dejé mi mente hablar por mi. — Es tu escritor favorito así que supongo que es bueno, ¿no? — la dudé en su pregunta no previno su sonrisa picara por dibujarse. Asentí, aunque realmente quería decir que es demasiado bueno para ser real.   

Por El Otro Lado De La Pared | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora