Capitulo 5: Mejores Amigos[ Narra Aitana Ocaña ]
Me desperté a las nueva y la primer cosa que hice fue mirar mi teléfono para ver si Miguel me envió un mensaje, pero nada. Decidí ocupar mi mente en leer y abrí el libro que me regalo Jaime. Ya estuve apunto de terminarlo y era el ultimo libro 'aun - no - leído' en mi estante. «Voy a tener que encontrar la librería local». Generalmente cuando leo nada me interrumpe, estoy tan concentrada y encentada con las palabras, pero volví a mirar el mobile después de cada dos paginas como una adolescente obsesionada. «Quizás porque el fin e acabo, aunque no quería admitirlo, aun estuve una adolescente». Tampoco entendí muy bien por qué después de cinco días sigo esperando su mensaje. Él estaba haciendo esta escena de mí no enviándole mensajes y ahora está jugando este estúpido juego. «Dice una cosa y hace otra. Hombres». Suspiré y levanté de la sofá, cambié de ropa y decidí ir al piso de Cepeda; necesitaba desesperadamente algo que me distrajera y él estaba haciendo un buen trabajo esos últimos días. Toqué la puerta dos veces y después de no recibir una respuesta use la lleva para entrar.
[ Narra Luis Cepeda ]
— Buenos días. — La voz infantil de Aitana me hizo perder un latido. — ¡Joder! Me vas a dar un infarto. — comenté con una mano en el pecho. La observé algo molesto sentada sobre la encimera divertida. — Que exagerado. — dijo riendo. — Aunque eres suficiente viejo para tener un infarto. — bromeó. — Cuando te dije que puedes usar la lleva cuando necesitas, me refería - cuando lo necesitas. — dije serio, quería que sepa que para mi no era divertido. Acerqué a ella colocando mi lugar entre sus piernas. — No lo vuelvas hacer. — amenacé, se mordió su labio inferior. Pasamos mucho tiempo juntos en la ultima semana, casi todo el tiempo si decir la verdad. Ya se convirtió en 'una mas del grupo'. La presente a mis amigos el otro día cuando salimos. El hecho que Ana era uno de ellos lo ha hacho mas fácil. Pero igual, lo había ganado con su infancia infecciosa, y con esa luz que tenía. En algunos momentos podríamos haber olvidado la diferencia de edad, y en otros nos recordó cuánto echamos de menos este período de nuestra vida. Bueno eso pensé yo igualmente.
— Tampoco es para tanto, ya te vi así. — golpeó mi abdomen desnudo sin hacerme daño. Pero eso no era lo que me importo, lo que si me importo es que en un segundo va a encontrarme con una de mis chicas, otra vez. — Te quería preguntar si sabe... — se paro cuando la chica aprecio en la cocina, «Mierda, eso es incómodo». — Ah, refieres a esto. — comentó Aitana a su misma, pero la escuché. — Buen día. — dije a la rubia cortésmente, quien observo a Aitana con una mirada asesinada. — Buenas días. — saludó devuelta, forzando una sonrisa falsa. — Ella es Aitana, mi hermana pequeña. — sentí por atrás mío como su ceño se frunció. — Aitana ella es... — tragué saliva, «joder, ¿como era su nombre?». — Martina. — completó la frase para mi. Si antes pensé que miro a Aitana con una mirada asesinado, la mirada que clavo en mi podría meter ahí y ahora. — Quieres un café o algo para com... — negó su cabeza antes que podría terminar la fresa. «Mejor, es demasiado incómodo de cualquier manera».
— Adiós. — dijo y salió de la puerta con prisa. — Adiós. — murmuré a mi mismo, mirando a donde estaba ella un segundo antes. — Hermana pequeña, ¿ah? — elevó las cejas. — Eres tu quien entro en mi casa sin avisar. — la eché la culpa. — Es que la mayoría del tiempo siempre las echas a las cinco de la madrugada. — comentó, quitando la culpa de nuevo. Era verdad, nunca las dejo quedar a dormir, y hoy tampoco era el plan, pero nos quedamos dormidos. — Hay sorpresas en la vida. — ¿Por los menos saben que es solo por una noche? — preguntó dudosa. — Si. — conteste, sin saber muy bien porque hablamos de esa tema. — ¿Y igual decidan a acostarse contigo? — preguntó realmente sorprendida, como si no tenia nada de lógico. — Sé que no es lo tuyo, que eres una niña aburrida, pero hay quien lo busca. — dije solo para pillarla; no era aburrida para nada y tampoco una niña, la verdad que era muy madura para su edad. Cuando quería. Pero si que no era la suya, aunque me gustaría que si fuera.
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Por El Otro Lado De La Pared | Aiteda
RomanceMiré por la ventana, observando cómo las gotas de lluvia caían sobre el cristal, bajando y desapareciendo, dejando un rastro de evidencia de que estaban allí. Me hizo recordar del aquel día cuando llegué a la ciudad. De aquel paredes donde aprendí...