Capitulo 18: Memories

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Capitulo 18: Memories


[ Narra Luis Cepeda ]

Lo primero que pasa cuando entro al clase es un afecto de silencio. Las risas, los susurros, las charles; todo se termina en un instante. Lo segundo que pasa es la respuesta de 'buenos días' después que los deseo yo un buenos días, e me disculpó por no llegar el día antes. Lo tercero es organización; colocó todo en su lugar para empecer la clase. Y lo ultimo que hago es buscar con la mirada a la chica del flequillo. Sonríe satisfecho cuando no le encuentro entre todos los estudiantes, significa que me había escuchado. Aunque otra parte si le quiera ahí. Empiezo la clase, pero un rato luego la puerta se abre, robando mi atención. Y no fui lo único quien estaba distraído de la chica entrando tarde a la clase. Se bajo la mirada y intento entrar sin llevar mas intensión, caminando rápido a su sitió. Fue estupido de mi pensar que realmente me va a escuchar por una vez.

Me tomó un segundo mas antes que me recuerdo a mi mismo que tengo que volver al tema del clase. Durante esta, la observe con cuidado; ella evito mi mirada, concentrando en tomar notas en su laptop. Intento ignorarla, pronto será claro que mi mirada esta clavada en ella, pero joder, era difícil. Una hora mas tarda, cuando el clase por fin se termina decido llamarla. Tenia que hablar con ella. — ¿Señorita Ocaña? — era completamente extraño llamarla de esa manera, pero dentro de un foro como este no tuve otra opción. Aitana levanto su mirada sorprendida y me miro desde la quinta fila del auditorio. — Quiero verte en mi oficina. — dije, colocando mis cosas en la mesa. Ella cambio una mirada rápida con su amiga y luego regreso su mirada a mi dirección. Asiento leve con la cabeza aun con confusión en esos preciosos ojos. El resto de los estudiantes la estaban mirando también, otra vez, y sabía que ella me odiará por eso.

— ¿Si? — la voz mas hermosa que escuche james susurro desde la puerta de mi oficina. Estaba parada ahí tímida, con su ordenador portátil abrazado a su pecho. — ¿Señor Cepeda? — preguntó con una especie de voz desdeñosa. Si no estuviera tan excitado por la forma en que me acaba de llamar probablemente lo haría un comentario en el tema. — Entra y cierra la puerta. — dije, y ella me hizo caso con pocas ganas. — Acabas de dar a todos una razón para mirarme, ¿no podrías enviarme un mensaje de texto? — preguntó molesta, poniendo su ordenador portátil en mi mesa. — ¿A que teléfono exactamente? — pregunté, estábamos tan acostumbrados a comunicarnos basados en la tecnología, que en realidad se olvidó de que ya no puede. — Solo di que te llamé porque llegaste tarde. — no le di tiempo para responder. Saqué de mi bolso un viejo teléfono que le traje. — ¿Que es eso? — preguntó cuando la puse el móvil en la mano.

— Puse tu tarjeta SIM de tu móvil. Intentas registrarse con tu identificación y veas si puedes recuperar todo de tu teléfono antiguo. — aconsejé. — ¿De quién es ese teléfono? — preguntó, con su ceño fruncido. — Es uno viejo que tenía en casa, no lo uso. — Aitana suplo y negó su cabeza. — Luis gracias, pero no quiero ser un caso de caridad. — estiro la mano para devolverme el teléfono. — No es un caso de caridad. Es para mi. Me estaba volviendo loco ayer cuando no pude llamarte y averiguar si estás bien o no. — admití, y cuando Ana me llamo en medio de la noche mi corazón se cayo el suelo. — No es necesario que me eches un vistazo como lo hiciste ayer, soy una adulta, puedo cuidarme sola. — negué mi cabeza, no era por eso. — ¿Crees que esa es la razón? Sé que puedes cuidarte sola perfectamente. Es esa idiota que estoy preocupado por. ¿Y si ese loco vuelve a aparecer? — enserio quiera saber que ella cree que va a pasar si vuelve a aparecer.

Aitana suspiro hondo, entonces comprendí que ella tampoco tiene la respuesta. — ¿Entonces que? ¿Vas a vigilarme veinticuatro siete? — preguntó y se sentó en la silla por el otro lado di mi escritorio. No me gusto que un pieza de madera nos separo. — Tenemos que pensar en algo, pero hasta entonces - si. — respondí, sabía que ella odiaría eso, pero a mi me gusto la idea de pasar cada minuto con ella. No se quejo, bueno se puede decir que cruzo sus brazos en un gesto de quejas, pero dijo nada mas. — ¿Trabajas hoy? — asiento. — ¿Y que vas hacer cuando terminan las clases, hasta tu turno? — tenía que saber que no va a estar sola en ningún parte del día. — ¿Quieres cocinarme el almuerzo? — un pequeño sonrisa dibujo en sus labios, era bonita incluso cuando estaba de mal humor, pero con esa sonrisa su belleza era de otro nivel. — Tengo que ir a la casa de mi mamá, ahora que ella no puede hacer ningún esfuerzo, Miriam necesita mi ayuda.

Por El Otro Lado De La Pared | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora