Capitulo 27: Se Siente Como En Casa ⅠⅠ

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Abrí los ojos y de momento un frío recorrió mi cuerpo entreno. Me froté los ojos y agarré la manta del piso del auto, abrazándola en un intento a calentar mi cuerpo. Un destello de luz fuerte y deslumbrante me hico cerrar los ojos de nuevo. — ¿Mami? — pregunté en un susurro, e con los ojos entrecerrados traté de ver si era ella ahí detrás el cristal del ventana. Pero la mujer allí era rubia, con una gorra y sin mucho asemejarse a mi madre. La mujer trató de señalarme algo que no entendí, pero mi cuerpo si entendió en un impulso que tenía que inclinarse con la cabeza entre las manos cuanto la ventana delantera se estaba rompiendo en pequeños pedazos. Miré aterrorizada hacia la ventana a la vez que otra ola de frío encontró su camino al auto y hasta mi piel. Me quedé callada y congelada en mi sitio mientras la mujer abrió la puerta de auto. Abracé mis piernas contra mi pecho y enterré mi cabeza entre ellos. Eché un vistazo entre los pequeños agujeros creados en el espacio entre mis brazos y mis piernas. La mujer se sentó a mi lado y con cada pregunta se acercó un poco mas. Me recordé que su voz era dulce y que la única vez que levanté la cabeza era cuando me preguntó por mi madre. A partir de ahí mi memoria empezó a volverse borrosa. Pasé de una mano a otra, de una habitación a otra, hasta que terminé en una habitación llena de juguetes. Pero también de preguntas.

Me desperté de nuevo en los rodillas de la mujer con la preguntas, en un viejo banco azul. Ya no sabia si era noche o día, pero al abrir los ojos por fin reconocí los que vieron. — !Mami! — me levanté del sitió y mis chiquitas piernas corrieron a su dirección. Ella me miró aterrorizada, con los ojos rojas, el piel pálido y los labios temblándose. Nada nuevo, yo le conocí así, era la única madre que sabía. Unos manos me atraparon por la panza, impidiéndome dar un paso más adelante. — Ahora no puedes ver a tu mami, — explicó la mujer con el mismo voz dulce, e me hizo girar mi cuerpo a su dirección. — mas tarde podrás hablar con ella, ahora tenemos que ir. — terminó. Giré mi cabeza para encontrar algo conocido, buscando los ojos de mi madre, pero ella no quería mirarme, no directamente en los ojos. Hablo con un oficial pero yo noté como de reojo me miró, y era la ultima vez que me acuerdo ver esos ojos verdes, algo de color miel, mezclados con tristeza. La mujer me cogió en sus brazos haciendo que mis pies se levantaron en el aire, y con eso me hizo perder el único saldo que aún me quedo. — Vemos cariño.

* * *

— Vemos cariño. — la voz de Luis era suave mientras tomaba mi mano delicadamente, y con ella mi hizo regresar al presente. Mis piernas siguieron sus pasos, funcionando a contrario de mi cabeza. Miré a Agustín, quien aun siguió gritando, y me concentré la mirada en él. No quería mirarlas en los ojos, un sentimiento de vergüenza se estaba formando en la boca de mi estómago, aunque en el fundo sabía que no tengo por que sentirme así. Entremos en su coche, en un puro silencio y sin ningún intención a ponerlo en marcha. Eché mi cabeza por atrás con un suspiró lastimero y traté de completar las piezas faltantes de lo que sucedió mientras mi cabeza estaba en su propio mundo. Hasta que Luis decidió romper el silencio y cortar mi línea de pensamientos. — Lo siento, realmente pensé que con mi madre será diferente. — confesó en voz quita. Me mordí la mejilla dentro de mi boca, buscando en mi vocabulario las palabras adecuadas para decir pero no tuve suerte en encontrarles. Guardé mi mirada recta y puse mi mano encime del tuyo, entrelazando los dedos con fuerza sin decir nada. Mi cabeza no era en su mejor momento y por ser sincera tampoco comprendí muy bien lo que estaba pasando, o lo que estuve sintiendo. Pero una cosa si que sabía con seguridad - era él y yo contra al mundo.

— Lo dije enserio, lo que dije antes, — una vez más era Luis quien rompió el silencio que formó entre nos dos durante el vieja. Llagamos al edifico y aun no tuve las cosas muy despejadas, y dude si él si los tenía. — tampoco voy a dejar que esto nos separe si no lo tenías claro hasta ahora. — giré en mi asiento para mirarlo en los ojos. «Por los menos sabía que esta vez estuvimos de acuerdo, con la misma cosa manifiesto en la cabeza». — Tampoco pensé. — me encogí de hombros y suspiré. — Es que no quiero que te pierdes tu familia Luis. Ni por mi, ni por nadie. — dije con un nudo en la garganta. Tampoco quería que perdería su trabajo, obviamente, pero eso podíamos controlar. Su familia valía más. — Tu también eres mi familia, si pierdo a ti es igual. — afirmó, observándome detenidamente. La palabra 'familia' para mi era mas que solo unos letras y sonidos, y no podía describir lo que estaba sucediendo en mi cuerpo en ese momento. Ya no se trataba de los hormonas ni químicos de mi cuerpo y de mi mente. Era más, mucho mas, algo que nunca antes había sentido. Era desconocido y espantoso, doloroso y delicioso al mismo tiempo. Pero también me dejó con los músculos contraídos, e sin palabras en la boca.

Por El Otro Lado De La Pared | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora