CAPÍTULO 29

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"Torbellino"


Marilyn

Mi madre llegaría en una o dos horas más, por lo que me levanto de la cama y busco un cambio de ropa. Adiel se había portado realmente mal cuando lo único que había hecho era intentar llamar su atención. Lo único que hacía era quererlo con todo el alma y lo único que recibía era esto, indiferencia, enojos sin sentido, desplantes, palabras hirientes y lágrimas.

¿Cómo podía ser tan... tan él? Sin dejar a un lado ese pizca de superioridad.

Aquí me encuentro ahora, el corazón roto y palabras resonantes de mi mente ¿Cómo podía hacerme sentir la chica más feliz del mundo para luego hacerme sentir la estúpida más grande del planeta?

El está tan acostumbrado al amor que no ve que yo nunca había estado así.

Duele.
Duele.
Duele.

Me duele demasiado. ¿Qué puedo hacer más por el? Lo amo.

No puedo entenderlo unos días me quiere, me ama pero otros son desplantes, excusas, enojos y lo único que siento es todo menos cariño y amor. No quiero rendirme con él, siento que puedo hacerle sentir esta sensación creciente en mi.

Honestidad. Cariño. Amor.

Me cambio, salgo de nuevo del baño para buscar otra blusa quedando en sostén. Mientras busco escuchó la puerta principal abrirse y no se me hace extraño ya que mi madre llegaría a estas horas por la tarde para comer juntas.

Busco la blusa y justo cuando la tomó entre mis manos para ponérmela, la puerta de mi habitación se habré de un portazo y me exaltó.

—¡¿Qué haces aquí?! —grito asustada.

Adiel me mira con una expresión en su rostro y me es imposibl descifrarlo. Camina hacía mi y jala la blusa de mis manos para lograr quitármelo.

—¡Basta! ¿Qué haces? —forcejeo, —¡Suéltame!

Entonces entre en pánico.

—¿Qué pasa, Adiel? ¡Basta! Me estás asustando, por favor.

Con brusquedad me toma de los hombros y me empuja en la cama y caigo sobre ella, rápidamente se sube sobre mi tomando mis muñecas con fuerza para acorralarme.

—Tienes qué decirme toda la verdad, no te atrevas a mentirme, Marilyn Amadore.

Siento mi corazón al borde del colapso.

Estoy tan asustada, mis mejías se humedecen de inmediato por las lágrimas que baja de mis ojos,—por favor no me lastimes, por favor... Suéltame no me lastimes por favor... —repetía mientras buscó una manera de zafarme pero era imposible tenia mucho más fuerza física y no podía.
—No seas tan ingenua, no voy a lastimarte. —como siempre sus palabras decían confía en mi y sus acciones otra cosa.

—¡no! ¡Tu vas a lastimarme, Suéltame, Adiel, Suéltame!

—Ya guarda silencio, —con una sola mano toma mis ambas muñecas y con la otra tapa mi boca. —Solo quiero que me respondas unas preguntas con toda tu honestidad si es que la tienes —dice con amargura.

"Amor Amargo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora