CAPÍTULO 22

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"Inocencia"

Adiel

Marilyn sigue aquí como le pedido, sonríe apenada por mi repentina manera de hablarle, la miro y lo único que hace es sonreír, iluminando la habitación con tan hermosa sonrisa, única e irrevocable.

¿Qué estoy diciendo?

Lo que es un hecho es que me muero por darle un gran beso donde pueda encender el fuego que me atormenta, la llama que dé inicio a un gemido suyo, a una caricia, a un todo... la he imaginado tanto que me cuesta creer que este aquí, para mí, este momento no tiene por qué pasar a la historia cuando sé que puedo tenerla, sus labios, su piel, su mirar y a esos preciosos ojos negros que me gritan, me incitan a más.

—¿tengo algo en la cara? —pregunta.

Entonces de nuevo pienso en el sueño.

—¿y si nos besamos?

—¿y si no?

Eso me saca una leve sonrisa.

Ella arruga las cejas, —¿Qué tengo dime? —se pasa las manos por el rostro, —sé que estas riéndote de eso.

Niego, —no tienes nada, ¿Por qué tanto nerviosismo, eh Chica clavel?

Ella se incomoda, —no estoy nerviosa.

Suspiro alejándome de su cercanía porque no se si pueda resistirme más.

Si sabias que no puedes mantenerte al margen, ¿Por qué le insististe en que se quedara?

—no lo sé.

Respondo.

—¿perdón? —se ríe, —quizás química te tenga muy atolondrado.

—no es eso, es otra cosa...—me recuesto sobre la cama.

—sí puedo ayudarte con ello, no dudes en decirme... —me mira desde su posición.

Le doy palmaditas al colchón para que ella se recueste y después de varios segundos logro convencerla.

Ambos miramos hacia la nada, perdiéndonos en lo blanco de la pintura de la pared.

—sabes...

—¿sí?

Siento que meteré la pata, pero con ella todo es diferente, me asusta esto y no entiendo por qué.

—¿recuerdas a Madison?

—si. —ella responde.

—nunca fuimos nada.

Siento su mirada pesada, así que volteo para encontrarme con esos negros, luminosos y fascinantes.

—¿no son novios?

Sonrió, —no somos nada.

—pero...amigos con derechos si, ¿Verdad?

Sus ojos logran transmitirme con tanta facilidad sus sentimientos haciendo que no pueda mentirle.

—sí, ella y yo hemos...—sus ojos siguen sobre mí, —ya sabes...

—sí, lo sé.

Dice, pero de repente su comentario me causo gracia.

—los besos lujuriantes son una perdición.

Y me rio.

No solo han sido besos.

Ella me mira mal, —¿de qué te ríes? Esto es serio.

Cuanta inocencia en una sola persona.

Mi recuesto a un lado para tenerle más atención y admirarla con profundidad... no podía arruinar esta bonita pureza que es parte de ella...no podría...

"Amor Amargo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora