Capitulo 10

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Llevo aproximadamente tres horas yendo de una tienda a otra con Lois en el centro comercial en busca de unos buenos disfraces de halloween, siento que la planta de los pies me arden de tanto caminar.

—Lois por favor, ya estoy cansada de caminar—le reprocho.

—No te quejes que es tu culpa que estemos a última hora en busca de un disfraz.

Suspiro y la sigo a la tienda número mil, entramos y hay múltiples disfraces desde conejitas hasta ángeles.

—Que opinas, blanco o negro?—me dice ella mostrándome dos disfraces de conejitas en esos colores.

—Hace tres años nos disfrazamos de eso, Lois.

—Cierto, mmmm de que nos podríamos disf...—se calla de golpe absorta en un punto de la tienda.

Sigo su mirada y veo un disfraz de cowgirl plateado, consiste en botas altas, falda corta de flecos del mismo color, un bralette y un sombrero tornasol con brillitos.

—Juro que me tengo que poner eso para este 31 o me dejo de llamar Lois Argent.

—Es hermoso y caliente, me gusta.

—Claro que te gusta, a quien no le gustaría esa preciosidad.

—Alto ahí vaquera, solo hay uno—le digo señalando al disfraz plateado.

—Nop, justo ahí esta uno negro y es el mío—me responde ella yendo por su disfraz.

Por lo menos ya se acabó la búsqueda.

Salimos del centro comercial luego de comer algo, faltan alrededor de cuatro horas para que comience mi cumpleaños.

Llegamos a la academia y rápidamente nos dirigimos a mi habitación, siempre se queda a dormir conmigo para ser la primera en felicitarme, tiene una rara obsesión con eso.

—Oye, ¿dónde dejaste a Jack?—me pregunta Lois mientras se tira en mi cama.

—En manos Hartmann.

—¿Cuál de las dos?—pregunta ella curiosa.

—La rebelde.

—Dios se apiade de nuestro querido Jack.

—Amén—le respondo y ambas soltamos una carcajada.

—Mueve tu culo al baño que a mi cama no te meterás sudada por todas las horas caminando.

Ella gruñe y se levanta de la cama mientras se quita la ropa y se dirige al baño.

—¿Baño juntas?—me dice haciendo un puchero.

Me echo a reír y niego con mi cabeza.

—No Lois, iré después.

¿Pero quién eres?

—Aguafiestas

Luego de bañarnos cada una, nos quedamos en ropa interior y nos acostamos.

—¿De verdad lo haremos?—le pregunto a Lois acostada a mi lado.

—Si, cállate.

Pasamos dos horas hablando, riendo o a veces mirando el techo, hasta que por fin suena el reloj avisando que ya mi cumpleaños ha empezado.

Lois chilla de la emoción y se me encarama encima mientras me da múltiples besos en las mejillas y me abraza.

—Feliz cumpleaños diosa mía—me grita aferrada a mi cuello y yo rio ante su emoción.

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