Capitulo 19

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Bastian se encuentra ubicado al frente de mi en su asiento en el avión, hemos mantenido el contacto visual en lo que creo es media hora en una tonta competencia de cual se intimida primero, ninguno quiere dar el brazo a torcer.

O el ojo más bien.

Aterrizamos en la capital de Colombia sin problemas y ahora estamos a bordo de una avioneta, rumbo a la isla llamada Gorgona ubicada en el pacifico, no es una isla demasiado turística, es más reservada y protege su ecosistema y cultura, admito que me emociona un poco empaparme de tradiciones desconocidas para mi.

Ambos llevamos ropa cómoda para el calor, yo un top suelto blanco con un short y Bastian una bermuda y camisa sin mangas que me da vista perfecta a sus brazos contorneados.

—Aterrizaremos en quince minutos, por favor mantengan los cinturones abrochados—avisa el piloto y Bastian hace una mueca.

—¿Acaso estás triste por que se te acabó el tiempo de admirarme?—le pregunto sin quitarle la mirada de encima. Él sonríe a medio lado y juro que cada que lo hace me dan ganas abalanzarme hacia él.

—No te imaginas la cantidad de escenarios posibles que he imaginado en esta media hora, lo que podría hacer con cada parte que he admirado de ti.—trago grueso ante sus palabras y siento que ya hace demasiado calor.

Como mierda puede soltar cosas así de la nada.

—Tu mismo lo dijiste, imaginación, precioso—suelta a reír y con cada acción empeora la situación de mi entrepierna.

No se cuanto tiempo mas te vas a seguir engañando con eso de en sus sueños o en su imaginación.

Cállate.

—Gracias por el halago señorita Hartmann, pero ciertamente no estará solo en mi imaginación—me guiña un ojo y quiero gritar de la frustración sexual que tengo ahora mismo. Me llevaré a la cama al primer isleño que vea porque antes muerta que con Bastian entre mis piernas.

Su sonrisa se acentúa más y juraría que sabe lo que estoy pensando por sus facciones divertidas.

Siento como la avioneta toca piso y festejo para mis adentros que esto acabe, un minuto más y terminaría metiéndolo al baño. Quita el contacto visual para levantarse y sonrío radiante.

—Perdiste.

Se voltea a mirarme enarcando sus cejas, se va acercando hasta estar al frente de mí, se inclina apoyando un brazo en la silla por encima de mi cabeza. Ladea su cabeza para surruarme al oído y su respiración me hace cosquillas en la mejilla.

—Lo hice, ¿no quieres reclamar tu premio?—me pregunta con voz ronca y me ergo un poco con el corazón acelerado.

—¿C-cual es?—se me atascan las palabras y él suelta una risita baja.

—Lo que tu quieras, puedes tomar lo que desees.—se va acercando a mi cachete depositando un beso, sigue su camino hasta estar frente a mi junto con su aliento acariciando mis labios.

Levanto mi mirada y sus ojos parecen desesperados, ansían el mínimo contacto. Sonrío y hago mi rostro a un lado dándole un beso en las comisuras en los labios.

Él sonríe aún con mi boca en el.

—Cómo disfrutas jugar—Da un paso hacia atrás y quiero protestar por su distancia.

—Lo hago—me pongo de pie pasando por su lado y dirigiéndome a la salida.

Bajo la escalerilla del avión y de inmediato me pega la ola de calor de la isla, lo cual me gusta, estoy cansada de congelarme el culo en Alemania y por fin podré usar un buen bikini. Bastian baja detrás de mí y nos montamos en el auto que nos espera para llevarnos al hotel. En el transcurso del camino me dedico a admirar el paisaje, las hermosas playas y el mar color turquesa, la espesa selva y los animales que alcanzo a avistar, una verdadera maravilla, suspiro y puedo sentir los ojos de Bastian en mi, sin embargo, no despego la vista de la ventanilla en ningún momento.

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