๛ tres.

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En la corporación Kirschtein no era sorpresa alguna ver a la señorita Mikasa Ackerman en la oficina de Jean. De buena familia, Ackerman era una de las herederas de la multimillonaria y reconocida internacionalmente Compañía Ackerman; conocía a Jean desde que eran dos niños que jugaban con tierra, y se supone que eran buenos socios, pero si había un lugar mejor para ellos dos que una sala de juntas, sin duda era el escritorio de Jean. Ambos sabían que aquello estaba mal, pero no podían evitar hacer la oficina un desastre de gemidos cada vez que tenían la oportunidad.

—Y recuerda...—habló la asiática con la respiración errática— Esto no pasó, Jean.

—Mikasa, da igual. De todos modos toda la empresa sabe que nos acostamos.

Era cierto, más de la mitad sabía o al menos sospechaba que ese par tenía encuentros sexuales bastante frecuentes, pero aún así Mikasa prefería fingir que nada de eso ocurría, porque eso mancharía su reputación y probablemente sus padres la desheredarían si se enterasen, usando la excusa de que "no la habían educado de esa manera".

—Se supone que somos socios, Jean, sabes mejor que nadie que esto no debería pasar.—se señaló a si misma y luego a Jean, haciendo alusión a ellos dos mientras arreglaba la tela de su vestido.

—Está bien, Mika, ya entendí. ¿Se te ofrece algo más?

La pelinegra pareció pensar un par de segundos y llegó a la conclusión de que, aunque pareciera estúpido, ese podría ser un muy buen momento para hablar de negocios.

—De hecho, sí.—tomó asiento frente a Jean y se cruzó de brazos sobre su escritorio, recibiendo cómo respuesta una mirada curiosa del mayor.

—Dime, soy todo oídos.

—¿Irás al cóctel que estamos organizando en conjunto a la familia Jaeger? Es mañana, así que espero verte ahí.

Jean enarcó una ceja y esbozó una muy leve sonrisa ladina, casi imperceptible. Se inclinó sobre la mesa y se acercó a Mikasa, sus labios rozaban y la pelinegra ya había cerrado sus ojos en espera de un beso que jamás llegó.

—¿Ese cóctel en el que van a anunciar su compromiso?

Los orbes grises de la Ackerman se abrieron cómo platos y sólo fue capaz de balbucear mientras observaba a Jean sonreírle con arrogancia.

—¿Cómo demonios..?

—Dime, preciosa...—murmuró mientras delineaba los rosados labios de Mikasa con su pulgar— ¿Crees que soy estúpido? Esto fue una despedida, no planeo volver a acostarme contigo.

Mikasa iba a protestar sin embargo la puerta fue abierta abruptamente por una agitada Charlotte con una gran cantidad de papeles y carpetas entre sus manos. Jean sonrió para sus adentros, la castaña acababa de evitarle un lío aún más grande, sin embargo Charlotte no lo vio así, ya que la posición en la que los encontró fue una bastante cuestionable. Sus rostros estaban rozándose, sus labios igual.

Las mejillas de Charlotte enrojecieron de manera casi inmediata al ver esa escena y los nervios se apoderaron de su cuerpo en ese mismo instante. Estaba cien por ciento segura de que había interrumpido algo serio, ¿qué haría si la despedían? ¡Sólo llevaba una semana trabajando!

—¡L-Lo siento mucho! Dios... Yo... ¿Interrumpo algo importante?

—De hecho sí. ¿Es qué acaso no sabes tocar puertas?

—Claro que no, Charlotte.—interrumpió a la pelinegra separándose rápidamente de ella— De hecho, Mikasa ya se iba, ¿no es así, señorita Ackerman?

Mikasa resopló derrotada y asintió ante lo que Jean decía. Si había algo que ella odiaba era ser interrumpida en medio de un asunto importante, y la asistente de Jean lo había hecho; también le había molestado la forma en que el castaño le había restado importancia al tema y cómo le había sonreído a aquella chica. Definitivamente Charlotte Brzenska no era de su agrado a partir de ese momento.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora