๛ ocho.

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JEAN KIRSCHTEIN.

La junta con los Ackerman había salido genuinamente mejor de lo que esperaba, aunque había ocasiones en las cuales podía notar claramente cómo Mikasa le daba miradas de desprecio a Charlotte, no sé si ella lo notó y espero que no, pero con lo perceptiva que es dudo que haya pasado por alto aquellas miradas cargadas de desdén y mala vibra. Ya anocheció y todos se habían ido luego de la reunión, creo que el único idiota que sigue aquí soy yo sin contar a Marco y Charlotte que ya deben estar por irse.

La puerta de mi oficina se abrió y mi mejor amigo entró, cerrando la puerta tras de sí mismo. Sus ojos denotaban cansancio y realmente lo entiendo, en la reunión de hoy tuvo que hablar más de lo que hablé yo, explicar temas y tal, sé que aquello lo cansa y probablemente ahora mismo sólo quiera irse a su casa y dormir hasta nuevo aviso.

—¿Te falta mucho? —cuestionó mientras arreglaba las mangas de su chaqueta.

—Probablemente, tengo que revisar todo esto y firmar un par de cosas..—señalé la pila de papeles que yacía a un costado de mi escritorio y volví mi mirada hacia el pecoso— No creo salir de aquí antes de las diez.

—Planeaba invitarte una cerveza, pero veo que no se puede, ¿lo dejamos para otro día?

—Puedes beber el viernes, ahora vete a dormir, no es un consejo de amigo, es una orden cómo tu jefe.

Rodó los ojos y me sacó la lengua en una expresión un tanto graciosa antes de agitar su mano repetidas veces y dejarme nuevamente solo sumido en el silencio absoluto de mi oficina. Miré a mi lado, la cantidad de papeles que debía revisar era bastante considerable si tenía en cuenta que tenía que hacerlo solo, pero era mejor hacerlo antes de atrasarme aún más.

A veces me cuestionaba bastante el hecho de haber asumido la presidencia de la empresa, ¿en serio actué bien al hacerlo? Se supone que tengo que estar al pendiente de mi hijo de cinco años, pero también tengo que ser la cabeza de una empresa y aunque no lo parezca, todo esto a veces me pasa la cuenta y me estreso más de lo que debería. ¿Realmente debería ser yo quién esté sentado en este escritorio? A pesar de ser hijo único y ser heredero casi por defecto, también tengo primos que podrían ser perfectos para este trabajo. A veces sobrepienso demasiado las cosas, y esta es una de esas veces en las que dudo constantemente de mis capacidades y habilidades, por lo que necesito distraer mi cerebro antes de tener pensamientos aún más críticos y terminar haciendo alguna estupidez cómo renunciar al trabajo o quién sabe que.

Es un momento perfecto para tomarme un café.

Me puse de pie y salí de mi oficina para comenzar a caminar hacia la máquina expendedora, la verdad es que podría perfectamente hacerme un café y ya, pero tengo ganas de tomar café helado y solamente hay de esos en la máquina expendedora. El piso estaba increíblemente vacío y todo estaba a oscuras a excepción del escritorio de Charlotte, ella seguía ahí.

Luego de comprar aquel café helado, creí que sería buena idea pedirle a Charlotte que me hiciera algo de compañía, en realidad odio la idea de estar a solas en mi oficina, el silencio a menudo me abruma y tampoco quiero que ella esté sola aquí, es decir, no me gustaría que se quedase sola.

—¿Acaso esa cosa tiene buen sabor?

Su voz se coló en mis canales auditivos, dándome a entender que yo no tendría que iniciar una conversación pues ella ya lo había hecho. Se refería a la lata de café helado en mi mano y por mi mente se cruzó la fugaz duda de si a ella le gustaba el café helado o si alguna vez lo había probado.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora