๛ veintisiete.

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—¡More than a woman! ¡More than a woman to me!

—Charlotte, cómo sigas gritando mientras conduzco vamos a tener un accidente.

La ojiverde se inclinó en el asiento del copiloto hasta quedar lo suficientemente cerca del rostro de Jean, en dónde dejó un sonoro beso en su mejilla antes de seguir con su mini concierto. Estaba emocionada, hacía mucho tiempo que no iba a la playa, eso más el paisaje costero que avisaba que estaban llegando a su destino y el hecho de que More Than A Woman sonase en la radio no hacía más que incrementar los niveles de emoción en su cuerpo. Había olvidado por completo aquel feo incidente con su padre el día anterior por el mero hecho de que la presencia de Jean la había hecho olvidarse de eso y centrarse en otras cosas.

Cómo el hecho de que pasarían todo un fin de semana juntos en la playa, por ejemplo.

—No seas cascarrabias, sólo estaba cantando.—dijo con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Cariño, no me molesta que cantes cada canción que suene en la radio, pero trata de bajar un poco el volumen de tu voz, ¿hm?

Charlotte asintió varias veces con la cabeza y se dedicó a mirar por la ventana mientras seguía tarareando la melodía de la canción, ya habían salido de la carretera para entrar en aquel pueblo costero y por cada esquina que pasaban, veía a gente vendiendo artesanías o restaurantes, probablemente situados estrátegicamente para atraer más turistas.

—¿Falta mucho?

Había hecho esa pregunta tantas veces que ya empezaba a parecerse al burro de Shrek, sin embargo a Jean no le molestaba en lo absoluto, en realidad le parecía adorable lo emocionada que estaba la chica, ella era adorable.

—Doblaremos en esa esquina de ahí y ya habremos llegado.

En el momento en que doblaron en la dichosa esquina, los ojos de Charlotte brillaron al ver la cabaña de los padres de Jean. La infraestructura de dos pisos lucía imponente sobre el pavimento con un antejardin muy bien cuidado debido que, a pesar que nadie vivía en la casa, los Kirschtein le pagaban a una persona para que fuera a hacer aseo tres veces a la semana. Los recuerdos golpearon fuertemente a Jean, aquella cabaña había sido un lugar importante durante toda su niñez y ahora estaba a punto de dar un paso sumamente importante en su vida justamente en la casa que lo había visto madurar. Era algo significativo para Jean.

Bajaron todas las cosas del auto y Charlotte corrió al baño a cambiarse. Quería aprovechar el día, conocer el pueblo, ir a las pequeñas tiendas de este y finalmente, bajar a la playa.

—Charlotte, ¿dónde estás?

—¡En el baño!— respondió dentro de este— ¡Terminaré de ponerme el traje de baño y salgo!

Jean entretanto comenzó a recorrer la casa, más concretamente la sala de estar en donde habían muchas fotografías de él cuándo era pequeño. Entre los cuadros destacaban algunas fotos más que otras, cómo por ejemplo, una fotografía de cuándo pescó por primera vez o también una de él sosteniendo a Nathaniel entre sus brazos cuando este tenía apenas nueve meses. Eran momentos fugaces en su vida que jamás olvidaría.

—Ya estoy lista.

Se volteó al oír la voz de Charlotte, sin embargo se quedó sin palabras una vez la vio bien. Estaba usando un vestido de tirantes blanco con estampado de pequeñas flores verdes, su cabello estaba suelto y en el llevaba una diadema color verde oscuro.

Se veía preciosa.

—¿Y el traje de baño? —fue lo primero que atinó a decir al salir de su ensoñación.

troublemaker | jean k.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora