troublemaker | jean k.

๛ veintiuno.

➤ CHARLOTTE BRZENSKA.

Al llegar al departamento ni siquiera me quité la ropa del trabajo, tampoco tomé una ducha. Simplemente me quité el maquillaje y me tiré en mi cama únicamente mirando el techo. De eso ya habían pasado tres o cuatro horas, no lo sé.

A lo largo de mi vida adolescente e incluso hasta ahora, había oído demasiado la frase de "¿cómo vas a tener inseguridades?, si la mayoría de chicas te envidian", y sí, era verdad, la mayoría de chicas a mi alrededor solían tenerme envidia por mi cuerpo, pero aparentemente todos olvidan que soy un ser humano y no una máquina sin sentimientos, yo también siento, también sufro. En el momento en que Jean me dijo lo de Mikasa y el beso no supe cómo reaccionar, ¿por qué le dije que todo estaba bien? Tampoco lo sé, supongo que no sabía que decir y terminé diciendo lo primero que se me vino a la cabeza.

Pero la verdad era que nada estaba bien, porque eso me había dolido más que cualquier otra cosa en las últimas dos semanas.

Probablemente sea porque no es cualquier chica, es Mikasa Ackerman y eso complica un poco las cosas. Ella lo tiene todo, dinero, una buena reputación, belleza, estatus, absolutamente todo, mientras que yo soy simplemente la asistente de Jean. No hay comparación, la brecha de diferencias es absurdamente enorme.

El sonido del timbre me hizo salir de mis pensamientos y con flojera en mis acciones me puse de pie para ir a abrir la puerta. La verdad era que no esperaba a nadie y tampoco tenía ganas de ver a nadie, además, ¿quién demonios vendría a las diez de la noche?

—¿Podemos pasar la noche juntos? —fue lo primero que oí al abrir por completo la puerta, frente a mi yacía Jean de pie con expresión triste— En mi casa, de preferencia.

—No, ni siquiera me he duchado, Jean.

—Te duchas allá y ya, en serio quiero estar contigo.—enarqué una ceja y Jean suspiró— Nathaniel está con mis padres y no me gusta estar solo.

Quise negarme, realmente en el fondo de mi corazón quise decirle que no, pero la forma en que dijo que no le gustaba estar solo simplemente fue demasiado para mi.

—Está bien, esperáme aquí un momento.

Corrí a mi habitación y en el bolso que llevaba todos los días al trabajo, metí mis cosas de aseo personal, maquillaje y el cargador de mi teléfono antes de ponerme los tacones y volver con Jean. Cerré el departamento con llave y seguí al castaño hasta el ascensor, la espera de este fue silenciosa, al igual que el trayecto desde el edificio hasta su auto. Él no habló y yo tampoco, no tenía ganas.
Puso en marcha el auto y para no hundirnos aún más en aquel abrumador silencio, encendió la radio. Mientras la música resonaba en todo el vehículo, me di el lujo de observar a Jean mientras manejaba; no creía poder enamorarme más, pero entonces la imagen de Jean con sus felinos ojos fijos en el camino y su mandíbula levemente tensada me hizo cambiar de opinión. Sí, sí podía enamorarme más de Jean.

Me permití analizar su rostro, su mandíbula afilada y marcada, su rostro serio, sus antebrazos desnudos tensándose cada vez que apretaba el volante con sus dedos llenos de anillos. Absolutamente todo en él era hermoso.

Y Jean tampoco era imbécil, él sabía que mis ojos estaban sobre él, pero prefirió ignorarlo.

Luego de diez minutos, el vehículo viró en un vecindario lleno de casas que sólo había visto en mis sueños de pequeña y finalmente, Jean se estacionó afuera de una gran casa color blanco, de dos pisos y un bonito ante jardín bastante bien cuidado.

—Es aquí.

Bajé tras de Jean y seguí sus pasos hasta que finalmente estuvimos dentro de la casa. La decoración era bastante sobria pero eso no quitaba el hecho de que fuese linda, habían cuadros minimalistas y algunas fotos de Nathaniel colgadas en algunas murallas, era bonito.