CAPÍTULO 25.

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ALANA COLLINS.

Bruno, ¿puedo hablar un momento contigo?– le hablo bastante temerosa por que no sé cual será su reacción. Toda la mañana ha estado demasiado raro conmigo, sin olvidar de lo que he visto está mañana. Stefan con un hematoma bastante pronunciado en su mejilla izquierda; cuando quise interrogarlo, sólo me evadió y siguió adelante. Sé con seguridad que ésto lo ha provocado Bruno. Los vi salir a ambos del lugar al que Bruno me ha prohibido entrar, y al instante puede  notar que habían discutido por el semblante de sus rostros.

Pero el motivo de ello lo desconozco por completo. Tal vez Bruno le ha prohibido acercarse a mi; es claro por el evasivo alejamiento de Stefan hacía mi.

— No tengo tiempo Alana, será más tarde. Hoy llevo demasiada prisa.– es todo lo que dice para después marcharse sin siquiera hacer contacto visual o algún otro gesto. Sólo me deja ahí sin más.

No estoy dispuesta a soportar sus cambios de humor tan drásticos. Así que yo también sabré jugar su juego y tomaré ventaja para ganar. No quiero ser tratada como alguien de paso; quiero que él me confirme que somos exactamente y me aclaré todo lo que está pasando en este momento. Por que es tan irritante hablar sola estando él presente.

Es casi seguro que su cambio lo ha hecho por algo más fuerte que un simple cambio de humor.

¡Máldito Italiano!

Ahora me quedaré sola en casa sin saber que hacer y aún más, enferma. Desde que me he levantado, un terrible dolor de cabeza, náuseas seguido de vómito, ha hecho de mi mañana un infierno. He pescado un virus y necesito de atención médica, pero desgraciadamente, Bruno no me prestó atención está vez para ayudarme con éste problema. Los analgésicos no me han ayudado en nada.

En cuanto Stefan, él tampoco me socorrerá.

Subo a mi habitación para tratar de relajarme y que todo lo que estoy sintiendo pase de una buena vez. No quiero lidiar con Bruno y buscar su atención. Pero si esto sigue, tendré que recurrir a Stefan aunque no quiera dirigirme la palabra. No conozco a los demás y él será él único que esté en está casa y sea de mi confianza.

Al verme al espejo, observó mi piel detenidamente al darme cuenta de lo pálida que está. No he dormido bien y los constantes mareos y las arracadas me han debilitado. Algo anda mal y necesito asitir al médico de inmediato si esto se vuelve constante.

Después de tantas vueltas, decido al fin distraerme con la lectura; pero cuando estoy por hacerlo unos golpes a mi puerta interrumpen mi acción.

— Alana, ¿bajarás a almorzar?– Donatella me pregunta cuando he abierto la puerta.

— Enseguida.– ella asiente y se retira.

Por un segundo creí que sería Bruno quien estuviera atrás de ésta, esperando por mi.

Decepcionada bajo a la cocina a tratar de ingerir bocado. Las náuseas no han parado y es probable que suceda una desgracia.

Picoteo la comida llevándome rara vez el bocado a la boca. Mi ánimo decayó bastante, es como si todo me resultará triste, mis ganas de llorar son inmensas, pero no quiero quebrarme y que piensen que soy una simple niñata que llora por todo.

— ¿Pasa algo?– me pregunta Donatella preocupada cuando ve mi cara afligida y mi falta de apetito.

— Nada. Sólo que no me he sentido bien del todo, y Bruno se ha comportado de una manera extraña desde que llego de su viaje.– digo sin mirarla, mi plato llenó de comida ocupa mi vista.

MI ADICCIÓN.✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora