INFANCIA.

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BRUNO.

SIETE AÑOS DE EDAD.

No me gusta estar solo en la oscuridad de mi pequeña habitación, eso me aterra pero mami siempre dice que no debo salir hasta que ella llegué, por que si no es así y hago lo contrario el castigo será peor.

Sólo debo de ser un niño bueno y disciplinado. Tal vez así me gané su amor.

Tengo mucha hambre y ella aún no llega de su trabajo, no me gusta que que lo haga por como llega a casa con su hermoso rostro cubierto de golpes y con olor a cerveza, pero me dice que tiene que hacerlo aunque no le guste y que todo es por mi culpa y eso me duele. A veces le pregunto a Dios por que mamá es así conmigo y por que no puede ser como las mamás de mis amigos, a ellos los quieren demasiado y les compran juguetes o cualquier golosina que ellos elijan. Mientras que yo sólo me conformó con un carrito demasiado viejo que he hallado en la basura y que tuve que esconder para que mamá no me acusará de ladrón. Antes solía jugar con los demás niños pero mamá decidió encerrarme aquí para no ver mi felicidad, la que ella dice que no merezco.

Ruedo un par de veces más mi carrito de juguete hasta que escucho pasos y a toda velocidad lo escondo. Mamá ha llegado ya.

El sonido de las llaves y el seguro de la puerta de mi cuarto me hacen entender que mamá me ha dejado salir. Aunque no sea afuera donde habría deseado pero al menos otra parte de la casa se me es permitido salir, y con eso creo conformarme.

— ¡Hola mami!– le digo despacito para que no se moleste con mi voz irritable como ella dice. No quiero desagradarle, pero no sé que hacer para que me quiera.

— No molestes, niño estúpido.

Hago silencio y me voy a una esquina de la sala a ver la televisión, o eso es lo que intento por que sólo puedo ver la mitad de ésta. No puedo estar tan cerca de mamá por que me golpearía.

Ella sólo se acuesta en el viejo sillón de la sala a dormir y yo me quedo a cuidarla a que no le pase nada malo. Me acercó un poco y miró detenidamente su rostro, por fortuna no tiene golpes nuevos pero si su olor de todos los días a alcohol.

Tengo tanta hambre que me da miedo que mi pancita gruña por que eso también la pondría de mal humor.

Sin saber que hacer, me siento en el mismo lugar donde estaba y poco a poco el sueño me vence hasta quedarme dormido.

No sé cuanto tiempo a pasado pero un golpe en mi cabeza hace que me pare de donde estoy. Ha sido mamá, ¡oh no, lo arruine como siempre!

No llores Bruno... no llores.

Con todas mis fuerzas intento no llorar, por que si lo hago me irá peor.

— Sabes... de hoy en adelanté ya no estaremos solos.– ríe cuando me habla.

Mamá es tan hermosa que verla sonreír me hace quererla más aunque ella no sienta lo mismo hacía mi.

— ¿Por qué, mami?– pregunto con miedo.

— Por que tendrás un padre que si te quiera... o tal vez no.– ríe a carcajadas cuando dice lo último —. Es que vamos, Bruno. Quien te puede querer cuando fuiste tú quien arruinaste la vida de quienes tenían una magnífica vida, tú estúpido padre te abandonó cuando supo de tú existencia y yo me llevé la peor parte de todas al quedarme contigo.

Ya no puedo aguantar más mis ganas de llorar, ella no hace nada más que reírse de mi por que lo hago. Es de hombres débiles hacerlo, eso me me lo dice y mucho.

MI ADICCIÓN.✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora