Cuarenta y seis

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Regresar a su hogar se sintió como la primera vez, pero mucho más consolador. Chanyeol grabó en su memoria cada pequeño detalle de la casa por si un día tenía que marcharse.

Recorrió los pasillos y el jardín, el lago donde tomó a su esposo a su antojo cuando era incapaz de contener sus deseos, la sala y su despacho donde solía tener a Baekhyun cuando él estaba muy ocupado como para ir a la recámara. El cuarto de pintura del omega donde por mero acto de celos desfogó su pasión desconocida.

En su despacho se encontró con la pintura que él compró de Baekhyun, estaba colgada en la pared. Era aquella del lago. Sonrió. Le gustaba mucho esa pintura en particular.

Buscó a Baekhyun para hablar, debían hacerlo pues desde que llegó ahí hace dos días, el omega le rehuía como a la peste negra. Se preguntaba porqué, aunque intuía que debía tratarse sobre todo lo que pasó entre ellos. Baekhyun aún debía tener miedo, especialmente de ser rechazado por su esposo.

Le preguntó a las sirvientas sobre su paradero, pero nadie logró darle razón. La preocupación lo embargó entonces cuando la reminiscencia de su secuestro le llegó. Se dijo que los culpables fueron ejecutados ya y que ningún daño podían hacerle, pero su alocado corazón no se tranquilizó.

Buscando la calma en su interior, el General olfateó el aire en busca del más mínimo rastro de su esposo, un indicio, pero el aroma olía solo a las flores que las sirvientas trajeron. Salió de la casa y empezó a caminar por el jardín pensando que quizás lo encontraría de esa manera. Por el sendero que le conducía al lago encontró sobre la hierba marcas de pisadas, pequeñas y sutiles, mas para el entrenado ojo del militar no pasaron desapercibidas. Cerca del sembrío de azaleas halló una carta perfumada con un listón blanco que la sujetaba al delicado tallo de una flor. Lo tomó e inmediatamente el aroma de Baekhyun se desprendió del papel. Veinte pasos al norte. Eso era todo lo que decía el papel. Chanyeol supo que se trataba de una búsqueda del tesoro.

Caminó los veinte pasos y en el lugar encontró otra carta como la anterior. Diez pasos al este y diez al norte. Continuó y pronto halló un camino de ropa cerca del lago, en el camino de piedra que se sumergía bajo las aguas mansas. Una camiseta turquesa, pantalones, sus zapatos, las bragas de encaje transparente. Sonrió. Siguiendo ese desastroso rastro que estaba marcado por el aroma del omega, lo halló saliendo del agua, sentado sobre la roca mientras sus piernas se columpiaban. Parecía muy tranquilo.

—Pensé que llegarías mucho más tarde —le dijo sin mirarlo.

Chanyeol se acercó y acuclilló junto a él.

—El papeleo no fue tan largo —contestó mientras sus ojos brillantes recorrían el cuerpo desnudo de su esposo.

El candor de esa piel apenas tocada por el sol le resultó estimulante, especialmente cuando su cuerpo añoraba el encuentro con el fulgor de Baekhyun luego de tantas semanas separados.

Chanyeol regresó esa tarde del despacho del Ministro de defensa quien además de darla la bienvenida y reincorporarlo en su cargo, le comunicó que pronto habrían de promoverlo por sus actos valerosos y leales hacia la corona. Y, aunque estaba feliz, solo deseaba regresar a casa y abrazar a su esposo.

—¿Cómo sabías que no te encontraría?

—Porque he estado evitándote —le mencionó, esta vez agachando la cabeza.

—¿Por qué?

Baekhyun fue incapaz de voltearse y verlo a la cara, tenía miedo y quizás los síntomas de un cargo de conciencia que no lo abandonaba. Su cuerpo se erizó ante el sutil toque de Chanyeol sobre sus hombros y una tensión infundada le atrapó la espalda.

El Defecto de un Omega (ChanBaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora