CAPÍTULO 14

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María José

María José

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6:45 pm.

Me alarmo al leer la hora en mi reloj y apresuró mi paso al elevador.

No pensé que se haría tan tarde.

Llevo todo el día afuera, no he visto a Zac desde que me quedé dormida.

Hoy es la gran gala y por lo tanto debo de estar muy elegante.

En estos momentos estoy entrando al edificio en el que vive Zac. Ya estoy maquillada y peinada solo me hace falta el ponerme el vestido y conseguir un transporte.

La invitación es un código Qr que tengo descargada en mi móvil, la descargue unas 3 veces porque nunca se sabe.

Tuve que alejarme muchísimo de la casa de Zac porque esa era una zona estrato 10.

Bueno, 20 no mentiras, esa zona era como estrato mil.

No exagero.

Me cobraban casi un salario mínimo por la mera peinada, (solo peinarme el pelo con un mísero cepillo) y otro salario mínimo por el maquillaje, (un maquillaje básico, se me quitaron las ganas de preguntar por los especiales) y ni por el chiras* iba a quedarme en ese negocio.

Contuve las ganas de preguntarles si el maquillaje estaba hecho con polvo de hadas o algo parecido, para costar esa fortuna, o si me iban a trenzar el cabello con hilos de oro porque esos precios eran exorbitantes.

No estaban ni tibios*, si pensaban que me iba a quedar en sus avaras manos.

Y menos sabiendo que yo pude haberme peinado y maquillado perfectamente por mi cuenta, de haber tenido las herramientas a mi mano y no haber dejado todas mis cosas en Gold Coast.

Este evento no estaba en mis planes ¿Cómo iba a saber que tenía que traer eso?

En fin.

Lo que fue, fue.

Guiada por Google Maps y los comentarios de las personas en las diversas peluquerías de la zona llegue caminando a un barrio más económico, <bueno todo lo económica que podía ser la cuidad más costosa del país>, a una peluquería que tenía muy buenos comentarios y precios.

Al llegar, me sorprendió gratamente el hecho de que las peluqueras fuesen mexicanas, apenas las oí hablar me sentí en confianza fueron tan amables conmigo que no lo pensé dos veces antes de quedarme con ellas.

Las ayudé un poco en la mañana porque no tenía nada mejor que hacer y ellas estaban muy atareadas.

Ellas me agradecieron y me invitaron a almorzar, pese a que yo les expliqué que no era necesario, básicamente me arrastraron con ellas a comer.

Una vez almorzadas, charlamos un rato y me contaron de su experiencia viviendo en Sídney y de lo bien que se sienten viviendo aquí.

Me contaron que estaban más que felices pero que extrañaban mucho a sus familiares, a la comida y su cultura.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora