CAPÍTULO 26

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María José

A la mañana siguiente me puse como propósito hacer como si nada con Zac

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A la mañana siguiente me puse como propósito hacer como si nada con Zac.

Y eso hice y la verdad fue muy fácil aparentar tranquilidad bueno salvo cuando Juan Camilo preguntó por el dueño del celular abandonado en la encimera y Claudia me lanzo una ojeada para nada sutil, tuve que fingir atragantarme con las pelusitas de la avena para escaquearme de la mirada burlona de Zac.

Después de eso sutilmente admití que era mi teléfono y le agradecí, por suerte nadie hizo preguntas.

A las 8 a.m. a mi ama se le ocurrió aprovechar su tiempo en Barranquilla para ir a comprar ropa de segunda mano, según ella esta era la oportunidad perfecta para mostrarme la otra cara de su cuidad y me invitó a acompañarla.

Claramente acepte no quería quedarme en la casa haciendo nada y mirando lejos, esperando a que mis familiares de Santamarta y Valledupar llegasen para partir.

Solo sería un paseo madre e hija, pero justo cuando estábamos saliendo mamá se acordó de Zac, quien había permanecido muy callado en una esquina, entonces mamá me pego un codazo- ¿y a este pela 'o que le pasa? Invítalo - me abrió los ojos para que lo invitara.

Estuve tentada a decirle que no que mejor lo dejáramos ahí y nos fuéramos las dos, pero después de pensarlo, asentí con una sonrisa.

Mi yo malvado vio que esa era la oportunidad perfecta para ver a un gringo en transporte público.

No había podido hacerlo en el metro de Medellín y el bus que tomamos del aeropuerto de Rio Negro no era un bus, bus. Era un bus alto estrato así que nuestra caída no fue tan divertida.

Quería que viviera la experiencia en primera persona para bromear sobre esto en un futuro.

Sin importar como quedase nuestra relación quería tener buenas anécdotas y no estaba mal reírme un poco a su costa.

Salimos juntos y caminamos unas dos cuadras en bajada hasta llegar al paradero, mamá hablo un poco con Zac y yo me dedique a caminar detrás de ellos.

No quería entrometerme mucho en su conversación es que de solo recibir aquellas miradas que me lanzaba por encima del hombro me ponía colorada al recordar la noche anterior.

Mamá paro una buseta que estaba repleta y nos subimos con rapidez, pero Zac apenas tenía un pie adentro cuando el conductor arrancó como si por esperar le fuese a cambiar la luz del semáforo.

Tuve que jalarlo hacia adentro para que la puesta no le fuese a atrapar una pierna, pero no contaba con que la buseta era pequeña comparada con la altura de Zac y el pobre se dio un fuerte golpe en la cabeza con la baranda del bus.

-¡Auch!- se llevó una mano a la cabeza y se sobó el golpe.

-¿Estas bien? La baranda es para las manos no para la cabeza- bromee, pero al ver que no capto mi broma me sentí culpable por burlarme de su dolor, -Agarrate de la baranda- le explique y el torpemente obedeció.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora