CAPÍTULO 27

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María José

En circunstancias normales habría regresado al hotel y me habría ido a dormir temprano, pero esta no era una circunstancia normal

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En circunstancias normales habría regresado al hotel y me habría ido a dormir temprano, pero esta no era una circunstancia normal.

No todos los días podía estaba en Cartagena y mucho menos gozaba tan buena compañía.

La noche era cómplice de nuestro desvelo, sentada en la arena con los pies descalzos y la melena revuelta por la brisa nocturna que mantenía el fuerte oleaje, iluminada por la tenue luz de la farola estaba yo.

Él estaba a mi lado totalmente despeinado, sentado con las piernas extendidas en la arena luciendo imponente, guapo y despreocupado, como ese fuese su terreno.

Oía las olas ir y venir, pero estaba inmersa en nuestras anécdotas no traía reloj, por lo que no tenía idea de qué hora era y probablemente era más tarde de lo que había estado fuera de casa en toda mi vida, pero en este momento no importaba mucho, el propio espacio y tiempo me daba completamente igual.

Después de comer muchas empanadas, muchas en sentido literal porque Zac por poco arrasa con el negocio de la señora Tomasa, tuve que sacarlo a rastras para ponernos apartar del local, llamé un taxi que nos trajo de vuelta al hotel, pero no entramos.

No.

Cumpliendo con el deseo de Zac de caminar por la playa, cruzamos la calle y empezamos a hablar mientras caminábamos por el peatonal.

Llevábamos tan solo unos metros cuando se detuvo de golpe y se agacho, me pare enseguida pensando que se le había soltado un cordón, continúe con la conversación con la mirada perdida en el vaivén de las palmeras, pero me corte de golpe cuando sus fuertes manos rodearon mi tobillo. Hale el pie por inercia y por poco caigo.

Zac me estabilizo con agarrándome ágilmente por la cintura, entonces me indicó que la idea de caminar por la playa incluía la noción de sentir la arena haciendo cosquillas entre los dedos de los pies y con ese argumento se deshizo de mis sandalias, se sacó los tenis y me tomo de la mano para salir corriendo rumbo a la arena conmigo riendo detrás.

Corrimos y nos correteamos en la arena hasta que me caí del cansancio y Zac se sentó junto a mí, jadeantes y con la respiración agitada nos tumbamos mirando al cielo en un como silencio nos quedamos un buen rato, hasta que Zac rompió el silencio y empezamos a conversar.

Hablamos de muchas cosas, hablamos de todo y a la vez de nada, siempre había algún tema que tocar y la conversación nunca moría, está versión de Zac era totalmente opuesta a la idea que tenía de él, no era para nada quisquilloso o presuntuoso, no al contrario era humilde e ingenioso siempre encontraba la forma de sacarme una sonrisa o una risa.

Mentiría si dijera que no me reí, me dolía el estómago de tanto hacerlo, sentados en la arena al lado del sendero peatonal iluminados solo por la luz de una farola comiendo choclitos de limón y contándole anécdotas del choque cultural que tuve al llegar a Australia la estaba pasando genial.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora