CAPÍTULO 21

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María José

— ¡Correeee, Majo!, ¡Correeee! — Zac me alienta, para que no me quede mientras me jala del brazo, evitando que me detenga

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— ¡Correeee, Majo!, ¡Correeee! — Zac me alienta, para que no me quede mientras me jala del brazo, evitando que me detenga.

— ¡Eso hago! — respondo jadeante y fuerzo, mis cortas extremidades, a correr con más ahínco. Este es uno de los momentos en los que literalmente corro por mi vida. Necesito poner la mayor distancia posible entre ese furioso animal y mi pequeño ser.

Ser embestida por un toro bravo, no es mi idea de muerte indolora.

No es la forma en la que quisiera morir la verdad. Es más, no quiero morir hoy, soy muy joven para morir, me rehúso a morir antes que la reina Isabel eso sería el colmo, además, aun no estrenan la película de Hush, Hush y yo aún no tengo mi final feliz.

Me rehúso a convertirme en un chuzo humano.

Pero el aire ya no llegaba a mis pulmones, las piernas no me respondían, por lo que se me salió un zapato y acabe con un pie descalzo. Pese a tener la media puesta, la grama me maltrataba la planta del pie, me dolía pisar, el clima no estaba a mi favor y sentí que me iba a desmayar, ya no tenía fuerzas para seguir y me vi forzada a detenerme y tomar un respiro.

Miré hacia atrás y aunque había bastante distancia entre el toro y nosotros pude captar ese brillo enfurecido sus grandes y salientes ojos marrón por la forma en la que soltaba el aire por la nariz y los estruendosos bramidos que producía no había que ser muy inteligente para saber que no solo estaba bravo, no, el animal está furioso.

No lo había alcanzado a ver bien porque estábamos caminando rumbo a los galpones a recoger los huevos del desayuno cuando de repente alguien nos gritó que corriéramos, en un principio, creí que era una broma y no reaccione. De no ser porque Zac me empujó para que empezara a correr no hubiese hecho nada y el toro me hubiese matado.

No sé qué le habrán hecho a ese pobre animal para desatarle esa conducta tan agresiva, pero debió de ser algo terrible porque está hecho un titi.

Es un toro bellísimo, un excelente ejemplar, ahora que lo veo, tiene una masa muscular muy definida y unos grandes cuernos...

Espera...

¡¿Por qué se ven tan grandes esos cuernos?!

Oh, no...

Parpadeé dos veces para mejorar mi visión y fue entonces, que me percaté de que el toro se había aproximado mucho a mí y me quedé ahí, tiesa, paralizada del terror.

Estaba cerca.

Muy cerca.

Estaba a punto de convertirme en capote en medio de un espectáculo taurino.

Abrí la boca unas tres veces con la intención de pedir auxilio, pero nada salió, no hallaba la voz y me sudaban las manos. Me sentía inútil, las piernas me temblaban, pero los músculos no reaccionaban.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora