CAPÍTULO 29

47 6 40
                                    

Zac Davenport


Embriagadora.

Sería la palabra con la que describiría a tan increíble mujer.

No era dado a la bebida, ni a ningún otro vicio por mi condición de deportista, pero tampoco era un ignorante. Pocas veces había ingerido bebidas alcohólicas y nunca había llegado a perder la conciencia, sin embargo, conocía los efectos y los trastornos que podían llegar a producir dichas bebidas.

Y de ello solo podía llegar a una conclusión: María José Castillo me embriagaba.

Ni yo me lo creía, pero si, una mujer que media metro y medio como mucho, me estaba volviendo loco.

De una forma u otra, ella conseguía afectar mi sistema nervioso y modificar la actividad de mis neurotransmisores.

Solo con sus grandes y expresivos ojos oscuros, y su hermosa sonrisa, lograba ponerme nervioso y tomar decisiones apresuradas, a mí.

A mí, que nada me turbaba, ni me afectaba lo suficiente para hacerme salir de mis cabales.

¿Cómo es que le habría propuesto ser mi prometida de no ser así? Ahora mismo, ni siquiera sabía en que estaba pensando cuando le hice la proposición.

Ni siquiera tenía un plan o algo estructurado y yo no era así. Nunca actuaba sin antes premeditar cada uno de ms movimientos, era muy pragmático a diferencia de mi hermano que se movía acorde a la situación yo planeaba absolutamente todo.

Pero, hasta el momento estaba actuando motivado por... ¿qué? Ni yo sabía bien que estaba haciendo y ni me había molestado en detenerme a pensarlo.

Ella tenía un poder sobre mi sin siquiera saberlo, cuando estaba a su lado me sentía incapaz de controlar mi conducta, decía cosas que no debía y actuaba como un completo tonto, y lo peor de todo es que por más que lo intentara me resultaba difícil ignorarla.

Mis ojos inexplicablemente se giraban en su búsqueda y ciertamente me estaba volviendo adicto a contemplarla a estar cerca de ella.

Un escalofrió me recorrió ante ese pensamiento, pocas cosas me asustaban, pero esto estaba empezando a asustarme. Me asustaba que las cosas se me salieran de las manos y terminara perdiendo la cabeza por ella. Y era irónico, la idea de caer rendido a los pies de una belleza morena de metro y medio era tan más intimidante que la idea de nadar con tiburones (su mayor temor) le resultaba un paseo.

Sabía que la decisión de comprometerme había sido apresurada, pero con el viaje a Alemania y el tiempo que compartimos en Sídney, no me había detenido a reflexionar en el peso de sus alocadas decisiones, puesto que estaba obnubilado por su compañía, por lo bien que se llevaba con mis padres y abuela. Solo después de pasar casi dos semanas en compañía de su familia y formar parte de su vida me había dado cuenta de que ese falso compromiso había sido una pésima decisión.

Estaban comprometidos sí, pero ¿por cuánto tiempo más podrían seguir engañando a sus seres queridos?, ¿Qué sentirían sus padres y abuela al saber que habían terminado?, ¿qué pensarían los amables padres de Majo de él?, ¿Cuánto tiempo tardaría yo en caer perdido por ella?, ¿Cuál era el objeto de este compromiso? ¿Qué se suponía que iban hacer?

Removí esos pensamientos con frustración y los barrí de mi mente, pero ellos permanecían ahí, como cuando de niño barría y escondía el polvo debajo del tapete.

Pero decidí no pensar de momento, ¡Estaba en Colombia y en una fiesta, por favor!, debía concentrarse en el relax. Ya tendría tiempo para resolver el rompecabezas.

— ¿Zac? ¿Te encuentras bien? — me pregunto Carolina, la prima de majo, después de tropezar conmigo y sacarme de mis pensamientos.

— Si, no te preocupes — le respondí inmediatamente el ver su mirada inquisitiva.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora