CAPÍTULO 24

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María José

BARRANQUILLA, ATLÁNTICO

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BARRANQUILLA, ATLÁNTICO

Al fin llegamos.

Contuve las ganas de gritar de alegría, cuando, al fin, vi ese letrero en la carretera que nos daba la bienvenida a la ciudad. Si bien es cierto que me gustaba viajar, ya me apetecía un poco de estabilidad. Me sentía ya algo fastidiada de estar encerrada en una buseta.

Zac y yo habíamos cambiado de asientos en soledad y yo era quien estaba en la ventana, nunca había venido a Barranquilla, de la costa solo conozco Montería, Cartagena y solo pase una vez por Santa Marta, por lo que estaba en las mismas circunstancias de Zac, mirando todo con profunda curiosidad, y tengo que admitir que disfrute de la vista.

Mirando por la ventana fui capaz de percatarme de un par de cosas, si bien mi mamá me había hablado bastante de esta ciudad, (su ciudad natal|) no me imagine que fuese tan así.

Ella me había dicho que era una de las cuidades más desarrolladas de la costa en el sentido de que era puerto, y tenía muchísima inversión extranjera, pero yo me imaginaba algo completamente diferente a lo que captaban mis ojos.

Barranquilla era una ciudad impresionante, en sentido literal, fácilmente podría rivalizar con cuidades como Medellín y Bogotá, e inclusive con cuidades australianas.

Tal vez estaba hablando muy apresuradamente, pero así de tramada me tenía la mera vista superficial de esta ciudad. Las carreteras eran de cuatro carriles, había más edificios de los que podía contar, portentosas construcciones de vidrio, hoteles extraordinarios, aparte de eso se podía apreciar lo festiva que era la ciudad, parecía destilar alegría. Por donde pasáramos había música y gente bailando, era una ciudad alegre, desarrollada y por lo visto muy industrializada.

Estuvimos alrededor de 20 minutos dando vueltas, hasta que por fin estacionamos en un parqueadero público, en el que quedaría la buseta en lo que llegaban mis tíos de Valledupar y nos íbamos a Cartagena.

Mamá no me conto el plan completo, solo me dijo que llegaríamos a Cartagena y que pasearíamos juntos en familia, pero de todo lo que me imaginé esto no se me había pasado por la cabeza, pensé que volaríamos en avión directamente a Cartagena y que iríamos en buseta a playa o yo que se, No tenía idea de que daríamos tanta vuelta, y sinceramente estaba un poco mareada de andar bajándome en tantas casas.

No es que fuera una persona muy quisquillosa, pero de tanto empacar y desempacar no estaba segura de si mi equipaje estaba completo o si había perdido algo y no me acordaba, eso me causaba de una u otra forma un estrés inimaginable.

Bueno, pensándolo así, sonaba muy quisquillosa.

Otra cosa que me preocupaba era la cantidad de dinero que llevábamos gastado en peajes y en gasolina, ¿Porque no simplemente cogimos un vuelo directo a Cartagena y ya está?, y no lo pienso porque sea una mimada ni mucho menos, ya antes había hecho largos viajes en buseta, como cuando me gane la beca de la universidad y tuve que viajar a Bogotá junto a mi papá, por tierra (nunca en mi vida había recorrido tantos abismos y curvas) porque los pasajes de avión salían muy costosos y la situación estaba muy apretada.

Fake or genuine: Una Latina en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora