Capítulo 23

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Lucien

Cuando entré, Rhysand estaba con el gesto pensativo detrás del escritorio. Los dedos en la barbilla, la mirada enfocada en el marco de la puerta, más allá de donde yo estaba. Miré a Feyre con confusión y ella se encogió de hombros como dándome una señal de que ella tampoco entendía lo que estaba pasando. Después, el Alto Lord cerró los ojos y noté una fría corriente de aire junto a mí. Fue suficiente para ver que Azriel ya estaba allí.

Tomé aire profundamente y me aparté un poco para que diera un paso al frente. Rhysand levantó la mirada hacia él muy seriamente.

-Sigue a Arien hasta Hamelin.

-Pero, Rhys, has dicho que confiarías en ella -replicó Feyre.

-La última vez no siguió mis instrucciones. Quiero pensar que esta vez lo hará bien, pero no me ha dado razones para confiar en ella. Sabía demasiado sobre este asunto como para ser una coincidencia -le hizo un gesto a Azriel y el jefe de espías se retiró con una reverencia. Sin decir una sola palabra.

Carraspeé a los Altos Lores y los dos me miraron como se dieran cuenta de que todavía seguía allí.

Desde el día anterior no podía quitarme de la cabeza el ardor que vivía en mi interior, los nervios constantes, la falta de apetito... Y mucho menos podía controlar mi propia rabia.

-¿Vas a enviar a un macho detrás de mi compañera? -le pregunté.

Rhysand alzó el mentón con intriga.

-¿Te molesta?

Aparté la mirada brevemente de ambos y lo analicé profundamente, pero no tenía mucho que pensar cuando había remitido mi protesta. Asentí y verbalicé la realidad:

-Sí.

-Arien quiere ser mi emisaria -explicó Rhys-. Debe obedecerme y formar equipo con quien yo le diga. ¿Harás lo que sea por que ningún otro macho se acerque a ella?

-Tanto como tú lo harían con Feyre, Rhys -lo fulminé con la mirada-. Releva a Azriel de su puesto.

-Azriel es de fiar, Lucien -intervino Feyre.

Estaba claro que no tenía nada que hacer ante los Altos Lores de una corte entera. Nunca había tenido ninguna opción... Me planteé pasar por Hamelin, pero Rhys me miró con los ojos entornados en una advertencia y supe que me estaba leyendo la mente. Hice una reverencia a ambos y salí del despacho distraídamente.

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Arien

El camino de gravilla hacia ruido bajo mis pies. No esperaba encontrarme un pueblecito tan encantador ya desde las afueras en una cordillera perdida de la Corte Noche, pero allí estaban a los pies de la colina. Hamelin, un pueblecito digno de cuento...

Seguí caminando hacia adelante, cubierta con mi capa y con el arpa oculta en el zurrón. Prefería pasar desapercibida hasta que localizara al alcalde del lugar y le revelara quién era. Con un poco de suerte, la Corte Noche respondería ante mí como su emisaria en caso de que quisiera comprobarlo.

Pero había algo que no me dejaba concentrarme en trazar un plan y, por eso, me di la vuelta en medio de aquel encantador paseo. Miré a un lado y a otro y miré hacia las pequeñas sombras que retrocedían bajo las hojas de los árboles.

-¿Quieres acompañarme en lugar de fingir que Rhysand no te ha pedido que me sigas?

Los segundos que pasaron estuvieron en completo silencio. Miré de un lado a otro de nuevo, buscando algún movimiento del poder de Azriel. Como vi que no había movimiento en la maleza o en el camino, decidí continuar con mi camino. Pero no me dio tiempo a darme la vuelta, porque el ilirio salió de entre los árboles y avanzó por el camino con los brazos cruzando ante el pecho.

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora