Capítulo 46

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Lucien

No esperaba que me despertara un pájaro al alba golpeando mi ventana con el pico. No esperaba que ese pájaro llevara una nota. No esperaba que la nota fuera de Ari. No esperaba que tuviera que ir a sacarla de la Corte Noche con tanta urgencia.

Estaba en la azotea de la casa de la ciudad, con los brazos cruzados, el pelo alborotado por el viento y... el olor de otro hombre sobre ella. Sin embargo, su silencio, su incapacidad de poder mirarme a los ojos me persuadió de no decir nada, de no mencionar nada de lo que estaba notando y solo la estreché entre mis brazos. Enterré su rostro en mi pecho y cerré los ojos para sentirla cerca de mí.

El olor de aquella persona que no había sido yo se hizo más evidente y apreté con más fuerza a Arien contra mí. Entonces, ella susurró:

—Sácame de aquí.

Me concentré en toda la rabia que sentía y la junté toda para que mi poder nos llevara de nuevo a la Corte Primavera, justo delante de la casa que compartía con Jurian y Vassa.

Me aparté de Arien y la tomé por los hombros para mirarla a la cara.

—¿Qué te ha hecho? —inquirí, pero ella no me miró—. Te juro que voy a matarlo.

—Déjalo, Lucien —negó con la cabeza, despacio, derrotada—. Lo siento —susurró después y me temí lo peor—. Siento hacerte pasar por esto. Siento... Haber besado a otro.

Me di la vuelta, dispuesto a volver a la Corte Noche, a matar a Azriel con mis propias manos si era necesario.

Las manos de Ari rodearon solo una de mis muñecas y con eso fue suficiente para detenerme. Jadeaba con fuerza, me miraba a los ojos con un gesto de súplica.

—Quédate —me pidió—. Quédate conmigo, por favor.

—Ari... —murmuré y ella solo suspiró con la respiración trémula.

Volví a abrazarla con fuerza y ella se aferró a mí como si solo yo existiera en el mundo. Besé lo alto de su cabeza. ¿Qué se había hecho? ¿Qué había pasado en una Noche para que ella estuviera tan vulnerable de repente? Tan...

Agarró mi rostro con las dos manos, juntó su frente con la mía y me besó en los labios con cuidado.

...desesperada. No entendía lo que estaba pasando. No entendía qué le había pasado. Pero noté lo que pretendía y el lazo volvió a tensarse entre nosotros, atrayéndonos el uno al otro.

Quería pararla, preguntarle, pedirle que me lo contara todo en una de esas historias que ella contaba con tanta gracia. Pero, en sus primeras manifestaciones, el lazo solo activaba nuestros deseos más primitivos y solo con ese contacto, con un beso de los labios de mi compañera, mis deseos más primitivos se activaron incapaz de detenerlos.

Apartó sus labios, solo lo suficiente para mirarme a la cara y poder pronunciar:

—¿Dónde está tu cama?

En un solo momento, la espalda de Arien estaba golpeando la puerta cerrada de mi habitación, por dentro, mientras sus piernas rodeaban mi cintura y mis labios recorrían hambrientos su garganta. Se desabrochó la capa con un rápido movimiento de sus dedos y me arañó la espalda para quitarme la camisa desesperadamente.

Gimió de placer cuando moví sus caderas más cerca de mí, contra todo lo que quería darle a ella. Enloquecí cuando ella se echó hacia atrás y me buscó arqueando todo su cuerpo. Enterré toda mi mano en su cabello sosteniéndola con fuerza y la tumbé en la cama debajo de mí. Bajé mi mano, la acaricié desde su nuca hasta que llegué a su ombligo y me arrodillé delante de ella para quitarle las botas mientras besaba el interior de sus muslos por encima de la falda. Sabía lo excitada que estaba, lo notaba, lo olía. Lo sentía en el lazo todo tiempo tirando de mí hacia ella.

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora