Capítulo 15

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Arien

No quería pensar en Tamlin. Ni siquiera quería pensar en Lucien. Él no tenía la culpa de tener amnesia.

Bajé las escaleras con él siguiéndome. No se atrevió a emitir ni una sola palabra. En el salón todos estaban reunidos con sus respectivas bebidas en la mano o delante de ellos en mesillas. Esbocé mi sonrisa de "todo está bien" que tanto había perfeccionado con los años vividos con los dioses y me senté en el sillón. Lucien volvió al alfeizar de la ventana, todavía con expresión meditabunda.

Se me sirvió un té, como el primer día que empecé a contar mi historia, y entonces me di cuenta de que mis deseos de no pensar en aquellos fae iban a ser imposibles. Di un par de vueltas al té con la cuchara y aspiré su aroma antes de darle un trago.

—Quizá esto se haga un tanto incómodo —dijo dejándola en la mesa de nuevo—. A partir de este momento, mis propias emociones están implicadas en el relato.

—¿Antes no? —preguntó Rhysand junto a Feyre, una mano sobre la rodilla de su compañera.

—Antes podía contarlo todo de manera un poco más... objetiva. Pero el lazo, vosotros debéis saberlo mejor que cualquiera de nosotros, te hace ser irracional. Contaré lo que recuerdo, pero debéis tener en cuenta ese factor.

Cassian asintió levemente desde su sitio. Nadie dijo nada más. Solté un largo suspiro para concentrarme y entonces seguí con mi historia.

Hace diez años...

Tamlin me permitió ir de patrulla con Lucien a una mañana. Él siguió cortejándome como mejor podía y yo aceptaba cada muestra que me ofrecía. Salí al bosque y así supe volver a notar el aire tibio sobre mis mejillas y la sensación del galope bajo mi cuerpo. Me encantaba volver a sentirme libre, lejos de los muros de la mansión del Alto Lord.

Lucien se detuvo a por agua en el río, lo contemplé desde los caballos. Su largo cabello pelirrojo se deslizó por su mejilla, pero aún podía ver su ojo metálico y la cicatriz bajo la máscara del zorro. Su perfil, aunque cubierto, era hermoso, como cincelado. Me acerqué a él con cuidado, necesitaba hablar con él.

Me agaché a su lado y él me sonrió antes de volver la vista al agua y cerrar la primera cantimplora, me la pasó.

—¿Qué haremos ahora? —le pregunté.

—Tenemos que llegas hasta el muro y comprobar que todo esté...

—No me refiero a eso —lo interrumpí—. ¿Vamos a fingir que el lazo no existe?

Lucien apretó los labios con fuerza y cerró la segunda cantimplora antes de colgársela del cinturón.

—No lo sé, Arien —confesó—. Tamlin se pondría furioso si se entera de esto, no puedo hacerle esto es mi mejor amigo.

—Y yo soy tu compañera —repliqué—. ¿De verdad soportarías que estuviera con otro? Dímelo claramente: ¿Quieres que me enamore de Tamlin y que rompa esta puta maldición?

No dijo nada, solamente bajó la mirada al agua como si contuviera la respuesta a todas sus preguntas. Me exasperé y me puse de pie rápidamente.

—De acuerdo —murmuré—. Entonces solamente te ignoraré.

—Arien...

—¿No te has planteado nunca que quizá no sea yo la persona que buscáis? —inquirí dándome la vuelta—. Soy fae, Lucien. Buscáis a una humana y tengo la impresión de que el lazo no es más que otra de las señales. Yo no estoy ligada a Tamlin,

Estoy ligada a ti. Aquella oración flotó en el aire, pero no me atreví a decirla en voz alta. Bajé la mirada de nuevo...

—Llevamos muchos años buscándote —dijo agarrándome del brazo—. Tienes que ser tú la única que puede deshacer el maleficio.

Lo miré a los ojos, me fijé en sus labios rosados y perfilados. El lazo tiró de mí hacia él, pero me quedé muy quieta en el lugar donde estaba.

—¿No me has escuchado? —inquirí—. ¡Yo no soy la persona que buscáis!

—¡Tienes que serlo! —exclamó él—. Mataste al fae, Tamlin te trajo, tienes las características...

—Soy fae —me acerqué tanto a él que noté su respiración jadeante en mis mejillas—. Yo no soy la salvadora de Prythian, Lucien. Soy tu maldita compañera y me estás empujando lejos de ti por algo que es completamente imposible.

Le empujé para que se diera cuenta y él solo retrocedió un paso. Me miró a los ojos, el metálico de ellos hizo clic.

—Los dos estáis ciegos —siseé. Le di con el puño en el pecho—. Los dos estáis desesperados por salvar vuestra tierra y no veis el error que estáis cometiendo. ¿Por qué no os podéis dar cuenta?

Fui a empujarle otra vez, pero Lucien me agarró de las muñecas.

—Para —me pidió. Pero me removí para liberarme.

Para mantenerme quieta, me apoyó contra un árbol de tronco muy grueso.

—Aceptadlo de una maldita vez —supliqué.

—Quiero aceptarlo —susurró él con voz gutural. Sus ojos ya no estaban en mis ojos, sino en mis labios.

—Hazlo —casi le ordené—. Acéptalo.

—No —dijo él como si le costara.

—Acéptalo —le supliqué.

—No... —susurró derrotado.

—No puedo salvar...

Y entonces, los labios de Lucien ya estaban contra los míos. Nuestro primer beso estaba lleno de rabia contenida, de deseo contenido. Lucien lo hizo en contra de su voluntad, porque su honor le pedía a gritos que no lo hiciera. Pero yo no le permití que se apartara.

Me liberé del agarre de sus manos y pasé los brazos por detrás de su cuello. En respuesta, él me agarró de las caderas y atrajo hacia sí. Estaba segura de que aquello tenía que significar algo más. No podía quedarse en un desliz tonto porque el lazo nos había obligado a ello.

Probé sus labios, acaricié su pelo, sentí sus músculos contra mi torso cuando me atrajo hacia él, cuando me abrazó y se inclinó más sobre mí. El lazo tiró de ambos extremos, porque él también quería que los dos estuviéramos juntos.

Nos apartamos cuando necesitamos aire para respirar. Lo miré a los ojos.

—Acéptalo —volví a susurrar.

Y él no pudo resistirlo. Se inclinó de nuevo hacia mí y fundió sus labios una vez más. Los besos se volvieron más húmedos. Tanto, que terminamos tumbados en el césped probándonos el uno al otro. Cuando bajó sus labios a mi cuello, le detuve.

—Deberíamos volver —le susurré.

No os confundáis, tenía tantas ganas como él de continuar. Pero había algo que él no sabía acerca de mí. Varios siglos atrás, cuando mi edad física era de once años, los dioses me obligaron a tomar un voto. Se llama el voto de Artemis, que me ata a la promesa de que yo jamás yacería con nadie. Y por aquel entonces, todavía me asustaba la idea de atentar contra aquel voto que hice para con los dioses.

Además, estaba claro que él no estaba seguro de lo que estábamos haciendo. De hecho, al volver. Ninguno de los dos hizo ademán de decírselo a Tamlin. Simplemente seguimos el juego del engaño con el Alto Lord y él me miraba desde las sombras.

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La época de exámenes es dura, ya me perdonaréis que no actualice tan seguida ni tan extensamente. Gracias por seguir la historia de nuevo, me hace mucha ilusión que tengáis la mira en Lucien y Arien ^^.

Simplemente quería dejar ese pequeño mensaje de agradecimiento y, por favor, tened paciencia conmigo porque ahora mismo tiempo es lo que me falta :(

Un saludo, hidrátense :3

Sajasclaws <3

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora