Capítulo 33

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Lucien

Había decidido quedarme en la casa hasta que volviera Arien y le había manifestado mi deseo de conocer el final de historia a Rhysand y a Feyre. Me lo habían concedido, evidentemente, siempre y cuando Arien estuviera de acuerdo de contarla en ese momento. Miraba hacia el exterior, al jardín donde horas antes me había enfrentado a Azriel. Rhysand no había dicho nada, simplemente había mandado lejos a Azriel y me había permitido quedarme allí.

Poco a poco, el salón se fue llenando y yo no me había permitido apartar la mirada del exterior, viendo cómo poco  a poco las horas iban pasando y Arien no aparecía. El lazo seguía en el fondo de mi ser, no tiraba, estaba tranquilo en ese momento y por alguna razón eso me inquietaba. No había notado la tensión desde que se había ido, ¿había cometido un error?

"Deberías sabes que ese no es el camino a seguir, Lucien".

Solté un largo suspiro. No recordaba esa parte de la historia, solo recordaba claramente aquellas historias que Arien había compartido con nosotros. Y me sentía culpable y herido, traicionado también e impotente por no haber hecho nada para que ella fuera feliz en su estancia en la mansión de Tamlin. Sin embargo, no había llegado a odiarme y no entendía por qué. Por eso, necesitaba conocer el final de la historia.

—Rhysand no dirá nada, pero... —levanté la mirada hacia Feyre, que estaba hablando en voz baja para que solo la escuchara yo— no puede volver a pasar lo de esta mañana.

—Lo sé —murmuré.

Guardó silencio durante un momento. Mirando hacia el interior del salón a donde Cassian y Rhysand hablaban despreocupadamente a esas horas de la tarde.

—Entiendo a Arien, ¿sabes? —repuso, de repente parecía muy cansada—. Estar en el límite de dos mundos y no poder acercarse a ninguno de ellos. Y, cuando te sientes más atada a uno que a otro, parece que solo te persiguen los conflictos internos.

—Sé que me he equivocado —repuse—. Arien tiene razón, no ha aceptado el lazo y no puedo obligarla a hacerlo. Pero...

—Pero pensar que Azriel puede fijarse en ella te mata por dentro —adivinó—. Es tu compañera, a pesar de todo. Es el lazo lo que te hace reaccionar, lo que te hace ser tan territorial. Y eso Rhysand lo entiende, por eso no te ha echado de la casa en cuanto se ha enterado.

Reí por lo bajo y Feyre sonrió afablemente. La miré fijamente. Ella era mi amiga, tenía que entenderme, ¿verdad?

—Recuerdo parte de lo que pasó —confesé y sus ojos azules se abrieron ante la sorpresa—. Algunas de las historias de Arien están nítidas en mi cabeza... no ha mentido en ningún momento.

—No dudaba de ella —Feyre me prestó atención—. ¿Qué recuerdas?

No pude responder, ni siquiera me dio tiempo a abrir la boca. La puerta de la casa se abrió anunciando la llegada de alguien que acababa de llegar. Paseé la mirada por la sala rápidamente: Amren, Cassian, Rhysand, Nesta y Elain, Feyre... Solo quedaban dos personas para que toda la Corte de los Sueños estuviera en ese salón. Y Azriel y Arien avanzaron a la entrada de la casa.

Mis hombros se pusieron en tensión al verlos juntos y con una sola mirada de advertencia Azriel se apartó de ella entrando en la sala. Arien se rezagó un momento, echó la cabeza hacia atrás y, la ropa de combate que llevaba puesta cambió con un suspiro a un precioso vestido de color violeta que la cubrió como una verdadera alta fae. Miró a todos los presentes con sus ojos desiguales.

—¿Se celebra algo? —preguntó entrando con paso ligero.

—Algo así —dijo Rhysand mirando su copa de vino con desdén—. ¿Cómo está Tamlin?

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora