Capítulo 8

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Arien

Hace diez años...

Desde aquel día, tuve la sensación de que Lucien trataba de tomar más distancia conmigo, pero seguía pendiente de mí. La primera patrulla la recibí como una medicina tras mi llanto. Tamlin no hizo preguntas cuando me vio aparecer con los ojos hinchados en el salón. Solamente me dio ropa nueva, me lavé la cara y los tres montamos los caballos ya preparados en el jardín.

Aunque las flores y las plantas no fueran muy diferentes, las acaricié como si fueran lo más hermoso del mundo. Eran como pequeñas almas que me daban la bienvenida cuando estaba en medio del bosque. Me sentí mucho mejor después de aquella tarde.

En ese paseo, bombardeé a Tamlin a preguntas y él las respondió todas sin rechistar. Había diferentes cortes encabezadas por diferentes altos lores y aprendí que el era uno de ellos, el de la Corte Primavera ni más ni menos, y comprendí entonces que estaba rodeada de gente importante en ese mundo. Los dioses no podían haberlo hecho de otra forma. Lucien era el hijo del alto lord de la Corte Otoño, pero había terminado allí para ser el embajador de Tamlin, no especificaron muy bien por qué.

El Muro que fuimos a ver en aquella patrulla era lo que separaba su mundo del de los seres humanos y cerca de allí era donde Tamlin me había encontrado. Supuestamente, los humanos no podían ver aquella barrera, solo los faes. De modo que tuve que esforzarme para no maravillarme de su grandeza-puesto que no lo veía en teoría- y disimulé cuando pude mi impulso de querer tocar aquella magia.

Durante una semana, esa fue nuestra rutina. Pasaba los días paseando por los jardines, visitando la sala de música y probando con otras melodías, pero poco a poco fui perdiendo el interés en volver porque los dos altos faes me daban la compañía que necesitaba y el miedo a la soledad que sentí al principio fue desapareciendo. No tenía amigos en el otro mundo, porque los seres inmortales no se los podían permitir, de modo que no los echaba de menos. Solo tocaba para mí y para que mis nuevos amigos me escucharan.

Sin embargo, los rumores rápidamente se extendieron. Me habían hablado de aquel mal que estaba asolando Prythian también. Pero la gente por el momento parecía sana en la mansión y no me preocupé demasiado.

Fui al salón después de tocar un poco y mis dos amigos no estaban trabajando, cosa que me sorprendió. Estaban apostando a las cartas, risas graves se escuchaban desde el pasillo y me complací mirando como los dos echaban cartas fervientemente, hasta que Lucien dio un golpe a la mesa y Tamlin saltaba de su sillón. Me reí junto a la puerta.

Tamlin corrió hasta donde estaba al darse cuenta de mi presencia y me agarró de las manos pretendiendo bailar conmigo. Me dejé llevar por un momento hasta que me hizo dar una vuelta sobre mí misma. Me atrajo hacia él por la cintura y señaló a Lucien.

-Acabas de perder el sueldo de tres semanas-le dijo.

Abrí los ojos sorprendida y Lucien apoyó la cabeza con el codo en la mesa, como si estuviera aburrido.

-Ya, no me lo recuerdes -me sonrió-. ¿Quieres jugar?

Me aparté levemente de Tamlin y él me soltó con un movimiento natural. Negué con la cabeza.

-No tengo nada que apostar -me senté en la silla que había entre ambos.

-Bueno, los humanos tenéis algo mucho más valioso que cualquier bien material -repuso el alto lord sentándose a mi lado. Alcé una ceja de forma inquisitiva-: El tiempo.

El tiempo para los humanos era efímero, un minuto en nuestra eternidad. Tamlin bajó la voz haciéndola un poco más grave y... seductora. Se apoyó hacia adelante en la mesa creando una sensación de intimidad entre ambos. Comprobé la reacción de Lucien, pero él solo estaba recogiendo las cartas en un taco.

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora