Capítulo 17

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Arien

Me crucé de brazos y vi a Mor pasar hacia la puerta de entrada. Me sonrió antes de transportarse al lugar que fuera que iba. Bajé los brazos y resoplé. Azriel no estaba allí como me había prometido Rhys y estaba comenzando a desesperarme. Pero tendría paciencia, pondría una buena cara porque la oportunidad lo merecía. Volvería a ver a Tamlin y averiguaría por qué la Corte Noche lo temía de aquella forma.

Bajé los brazos de nuevo y volví a resoplar. La próxima vez que viera a Azriel, después de haber ido y vuelto de la Corte Primavera, lo mataría por hacerme esperar de esa manera. No me importaba lo importante que fuera por lo que se había retrasado.

—Buenos días, disculpa el retraso.

Estaba de espaldas a él, así que primero tomé aire con fuerza y me giré hacia él con una sonrisa como las que le dedicaba a mi tío Zeus cuando estaba enfadada. Los dioses me habían hecho muchos favores, además de dejarme otros tantos traumas de infancia y aquel cambio de expresión era uno de ellos.

Azriel estaba ajustándose los sifones en los brazos cuando llegó allí. Parecía perfectamente peinado y tan silencioso y molesto como de costumbre. Me acomodé en mi posición y me volví a cruzar de brazos.

—Espero que fuera importante —repliqué mientras pasaba a mi lado.

—Mi Alta Lady me necesitaba, ¿es suficiente explicación para ti?

Puse los ojos en blanco. Azriel me tomó del brazo y me juntó contra él todo lo que pudo. Me rodeó con la brazo y aparté la mirada hacia la puerta para aspirar el aroma del chico o parecer impertinente de alguna forma.

—Date prisa —lo apremié.

—Oh, pequeña, creéme que esto me gusta tanto como a ti.

Resoplé molesto y en un segundo, Azriel ya estaba llevándonos a los límites de la Corte Primavera con el territorio humano.  Me aparté de él rápidamente. Miré alrededor. El aire estaba limpio y cálido. Tanto que estaba empezando a sudar en las ropas invernales que llevaba puestas. Me quité la chaqueta y me arremangué un poco las mangas largas de mi camiseta. El aroma de las flores y el polen flotaba en aquel lugar. El verde se veía en los cuatro costados.

No parecía que la Corte Primavera estuviera sufriendo demasiado.

El movimiento de Azriel estirando las alas cuán grandes eran me sacó de mi ensimismamiento con el entorno. Casi había olvidado que él me había traído. Me miró con desinterés.

—Lucien no está por aquí. ¿Seguro que este era el lugar?

Sonreí para mí y me di la vuelta hacia él con el aspecto más inocente que pudiera adoptar. Primero me miré a mí misma y chasqueé los dedos para transformar la tela a una más liviana. Azriel abrió los ojos con sorpresa ante mi poder y la túnica y los pantalones de Feyre se convirtieron en un hermoso vestido lleno de bordados con flores sobre el fondo morado pastel. Mis pies se desnudaron del todo. Al fin y al cabo, era mitad elfa y podía permitirme caminar descalza sobre la hierba sin sufrir daños.

Miré al guerrero ilyrio pasmado. Agitó la cabeza y carraspeó mirando para otro lado. Intenté no sonreír mucho ante su desconcierto.

—Estoy segura de que es aquí.

—No siento nada a kilómetros a la redonda...

Mi voz salió de mis labios para hacer que guardara silencio. La lengua de Azriel se trabó en primer lugar y después, según me melodía se prolongaba en el tiempo, sus miembros se vieron bloqueados uno por uno. Noté su voluntad intentar moverse, pero ya estaba hecho, ya era demasiado tarde.

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora