A D IÓ S

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—Yato, no pude encontrar a Hiyori para que la vieras, pero mira, te presentó a tu cuñado, ha estado cuidando de tu hijo, su nombre es Masaomi Iki...Ahora, posiblemente ella se nos una y te ayudaré a elegir. ¿Estás de verdad dispuesto a perder todo para detener esto?

Sus palabras hacían eco en sus oídos. ¿Estaba dispuesto? Al principio, estaba totalmente decidido, pero ahora, que tenía a su bebé frente a sus ojos, estaba dudando. No podía. Realmente no quería morir ni tampoco ir a la cárcel de por vida.

Quería seguir con ellos: quería seguir haciendo bromas en la empresa, molestar a la bruja de su jefa y quitarle más veces las gafas a Kazuma, quería seguir haciendo presentaciones y que lo alabaran por su buen trabajo. Quería llegar a su hogar y ver a su bebé sonriendo, corriendo de un lado a otro, deseaba verlo crecer, convertirse en un niño curioso, luego posiblemente en un adolescente rebelde y después en un adulto confiado en sí mismo, deseaba con todas sus ganas estar al lado de Yukine y amarlo hasta al fina. Y Hiyori...él sabía que esa joven chica había conquistado su corazón y era la mujer de su vida. Quería estar a su lado hasta sus últimos días, verla realizar sus sueños, ir a varios viajes los tres como familia, casarse, posiblemente tener más hijos y amarse mutuamente a pesar de estar muy arrugados.

Lágrimas comenzaron a brotar desde sus ojos y traicioneramente empezaron a caer por sus mejillas, miraba atentamente a su hijo que dormía. ¡Deseaba más tiempo! ¡Quería más tiempo! ¡Quería estar a su lado hasta el final!

¿Por qué? ¿Por qué siempre el destino tenía que ser cruel para él?

Pero...no podía...sabía que este era el final. El final de todo. No podía cumplir aquellos bellos sueños que él tenía, porque su padre tenía razón. Él no había sido criado para aquello, había sido criado para asesinar y finalmente, morir.

—¿Entonces, hijo? —Fujisaki lo hizo volver a la realidad, con su tono cínico que lo hacia perder la calma. Cerró los ojos, trató de limpiarse las lágrimas y luego miró de nuevo a su bebé.

—Lo siento tanto, Yukine. Deseaba por lo menos que tú tuvieras una familia completa, estar contigo hasta al final. Pero papá se tiene que ir hijo mío, para protegerte y para que seas feliz, yo me tengo que ir para siempre, no dudes que te amo...

Yato se giró para mirar a su padre y, sacando el arma que tenía guardada entre sus ropas apunto sin vacilar a su padre. —Primero tú y después yo padre. Los dos nos iremos donde pertenecemos, al mismo infierno por jugar a ser dioses.

La sonrisa de Fujisaki se esfumo de su rostro. Aquella mirada sin vida de Yato le daba a entender que todo estaba decidido y no había nada ni nadie que pudiera detener su decisión de acabar con su vida y luego suicidarse. Tragó saliva y respiro hondo.

—Entonces hazlo, terminemos con esto una vez por todas, hijo. Acaba con lo que empecé. —Habló mientras cerraba los ojos.

Yato se mordió los labios y lágrimas traicioneras empezaron a correr en sus mejillas. Mucho más tiempo, ya no había tiempo. Respiro hondo para cargar el arma, un pequeño e intimidante sonido se escucho ante la pistola cargada y en su cabeza comenzó a contar mientras se despedía de todos: "3...2...1...."

—¡Detente, Yato! —

—¿Eh? —Se paralizó ante la voz que resonó por la habitación, de manera sigilosa le habían quitado su arma para que no hiciera lo que estaba a punto de hacer y fue lanzada lejos de su alcance. Unos brazos lo rodearon, abrazándolo, devolviéndole la vida nuevamente.

—¿Hiyori?

—Esta no es la solución Yato, ¡Tú no eres más un asesino! No termines esto así, ahora estoy contigo, no permitiré que nadie más muera. —Hablo Hiyori mientras le agarraba las mejillas a Yato y lo miraba fijamente a los ojos llorosos del pelinegro.

Familia | Noragami | YatoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora