Las mentiras del amor
Capítulo 3– Mi reacción a tal pregunta, hizo que soltara su mano y me retirara de su lado —
Verónica: — ¿Te incomoda que me preocupe por ti? — Le pregunté al comenzar a caminar en la habitación —
Any: — No, claro que no, agradezco tu apoyo.
Pero eso no evita que quiera saber el motivo.
Verónica: — Comprendo, verás...
¿Quieres la respuesta corta o la extensa?
—Me detuve frente a ella y sonrió —
Any: — Vale, respuesta corta.
Verónica: — Muy fácil, lo hago porque quiero.
Any: — Jajaja, vaya respuesta.
Verónica: — Sin pensarlo, ya logré que sonrías.
Y así quiero que estés, verás que muy pronto te darán de alta, por la cuenta no te preocupes que yo me encargo.
Any: — De ninguna manera permitiré que cubras mis gastos, yo puedo pagar mi hospitalización.
Verónica: — Existe una regla en esta clínica, y es que el paciente no puede, ni debe, contradecir a su médico.
– Me sentí tan segura al dar esa respuesta, que regresé a sentarme a su lado –
Any: — Bueno, de alguna manera pagaré tus atenciones.
Verónica: — Mejor cuéntame de ti...
Any: — ¿Segura? Te vas aburrir de escucharme, y te quitaré el tiempo con mis cosas.
Verónica: — Estoy de suerte, no hubo más ingresos así que estoy libre. Te escucho...
Any: — Mejor, así descansas. Espera, acuéstate a mi lado para que descanses un poco mientras platicamos.
Verónica: — ¿No te incomoda? Mejor no, podría lastimarte y lo que quiero es que te recuperes.
Any: — No exageres, la cama es grande y entramos perfecto las dos.
Verónica: — Está bien, tú ganas...
— Me acosté a su lado, mirando hacia el techo, con mis manos cruzadas. Me sentía como si estuviera en una consulta de psicología –
Any: — Y bien, ¿Qué te gustaría saber?
Verónica: — Cuéntame, ¿Qué haces tan lejos de tu familia?
Any: — Eh... ¿Quieres la respuesta corta, o la extensa?
Verónica: — Jajaja, aprendes rápido.
Any: — Lo aprendí de tí.
– Sin pensarlo, aquella respuesta marcaría mi vida, pero eso es algo que poco a poco entenderán –
Verónica: — Te escucho.
Any: — Muy bien, seré breve... Hace años decidí hacer mi vida lejos de mi familia, ellos aún viven con la ideología de que la mujer existe sólo para servir a los hombres, dar hijos y quedarse callada.
Verónica: — Entiendo, es un tema algo controversial para muchos.
Algo que no debería seguir pasando en esta actualidad. Pero bueno, ¿Qué tiempo tienes aquí?
Any: — Así es, lamentablemente aún existen personas con esa forma de pensar.
Aquí en la ciudad llevo un año establecida, pasé unos años en la costa.
Verónica: — ¿Qué te hizo cambiar de ciudad?
– Any se quedó en silencio y preferí no verle –
Verónica: — Cambiemos de tema, ¿A qué te dedicas?
Any: — Soy masajista profesional.
Verónica: — ¿En área terapéutica?
Any: — No, yo realizo quiromasaje.
Verónica: — ¿Y ese cuál es?
Any: — Se trata de una terapia que utiliza únicamente las manos y no recurre a ningún tipo de aparato eléctrico o instrumento mecánico.
Verónica: — Vaya, eso quiere decir que tienes manos mágicas. ¿Y en qué lugar realizas tus sesiones?
— Me sentía muy emocionada al saber más de ella, seguía con la mirada fija hacia el techo, más bien eran mis nervios –
Any: — Trabajo en el Imperial Spa, está a las afueras de la ciudad.
Verónica: — Suena muy interesante, por ahora tu trabajo se suspenderá en lo que estás en recuperación. Después podría solicitar un masaje, con estas guardias me lo merezco.
– Sonreímos –
Any: — Claro, con mucho gusto... Tendrías trato especial y masajes relajantes.
– Pude sentir su mirada fija hacia a mí, y mi frecuencia cardíaca aumentaba –
Any: — ¿Estás bien?
Verónica: — Sí, ¿Por qué?
Any: — No sé, creo que es raro que prefieras ver el techo. Pero no me hagas caso, mejor cuéntame de tí.
Verónica: — Tú pregunta, y con gusto respondo.
Any: — ¿Eres casada? ¿Soltera? ¿Con hijos?
Verónica: — Jajaja, de todo un poco.
Any: — No entiendo...
Verónica: — Estoy casada, con la medicina; por supuesto. Tengo un hijo de 2 años, el cuál se llama coco y es muy juguetón.
Any: — Por un momento pensé que si tenías un hijo.
Verónica: — Esa era la intención, tener una respuesta a tus preguntas.
Any: — Pero hace falta por responder una...
Verónica: — ¿Así?
Any: — Sí, ¿Estás soltera?
– El tono de su voz cambió, y se acomodó de mi lado, dejé de mirar el techo de la habitación y giré para quedar frente a ella, mirándola a los ojos –
Verónica: – Sin compromisos...
– Sonreímos, estábamos tan cerca –
Any: — Tienes algo que me...
– Mi teléfono comenzó a sonar, me necesitaban en urgencias –
Verónica: — Debo ir a urgencias, ya son las 3:00 am, es mejor que descanses.
Any: — No sentí pasar las horas, gracias por hacerme compañía.
Verónica: — De nada, ahora descansa. Ya tendremos tiempo para conocernos más, al menos ya me debes un masaje.
– Le sonreí al abrir la puerta y salí feliz de esa habitación.
Mientras atendía urgencias, no dejaba de pensar en lo tonta que fui al dejar pasar la oportunidad que tuve de poder besarla.
Aquella mujer me tenía inquieta, risueña...
Desde el primer día que la había visto, supe que marcaría mi vida.
Mi guardia estaba por concluir, y debía seguir ahí, en mi turno normal. Así que preferi ir a la sala de descanso, me quedé dormida por un momento. Sentí como acariciaban mi cabello y desperté asustada.
Roberto: — Tranquila... Soy yo, te veías tan linda durmiendo, quien diría que de angelito no tienes nada.
Verónica: — ¿De qué hablas? Es más, ¿Qué haces aquí?
Roberto: — Te recuerdo que aquí trabajo, mejor dime por qué te quedaste otra vez.
Verónica: — No había familiar de Any, así que me ofrecí a cuidarla.
Roberto: — ¿Qué hiciste qué? ¿Qué hay entre ustedes?
Verónica: — Robert... Estuvimos muy cerca de besarnos, no le soy indiferente.
Roberto: — No estoy entendiendo nada.
Verónica: — Ella está sola aquí en la ciudad, no tiene familiares cerca, me ofrecí a cuidarla y pues anoche platicamos de la vida de ambas.
La tuve frente a mi, y no la besé.
Roberto: — ¿Qué te detuvo?
Verónica: — Urgencias, debía atender urgencias y salí de ahí.
Roberto: — ¡Llevas meses pensando en ella, no sales con nadie, y no te entreviste a besarla!
Verónica: — Ya sé, no soy buena en esto...
– Me levanté del mueble y comencé a acomodar mi cabello –
Roberto: — ¿Qué pasa contigo? ¿A qué le temes?
Verónica: — El amor duele, no sé, dejé de creer en falsas promesas, en juramentos...
– Roberto se acercó a mí, me abrazó y me dio un beso en la frente –
Roberto: — Sé el motivo, pero lo que haya pasado no significa que todas las personas harán lo mismo, o te enfrentas con todo, o seguirás refugiada en este lugar y eso no me gusta.
Verónica: — Pero en este lugar ayudo a salvar vidas, no sólo me encierro.
Roberto: — Salvas la vida de personas que no conoces, ¿Y en qué momento piensas en ti?
Vero, ¿Hace cuánto no me dices que sales con alguien?
Verónica: — No lo sé, no llevo la cuenta.
Roberto: — Hace un par de meses me contaste de la chica nueva del edificio, cuando empezó a invitarte a salir la rechazabas.
Verónica: — No tenía tiempo, no coincidimos en los horarios y..
Roberto: — ¿Y? ¿Qué pasó?
Verónica: — Quedé en salir con ella este fin de semana y lo había olvidado.
Roberto: — Bueno, al menos te ayudé a recordar a tiempo.
Verónica: — Sí, pero no podré ir... No puedo dejar sola a Any, me hice el compromiso de cuidar de ella.
Roberto: — Tendrás que acomodar tus horarios, pero no canceles esa cita.
Con esta chica no tienes nada, así que no habrá problema si ocupas tu tiempo para salir con alguien.
Verónica: — No sé, ya pensaré.
– Se deslizó la puerta –
Enfermera: — Buenos días, disculpen...
Doctora Téllez, el director quiere hablar con usted.
Verónica: — Gracias, en un momento voy a su oficina.
Roberto: — ¿Crees que ya se dio cuenta?
Verónica: — No lo sé, pero lo averiguaré...
— Salí de la sala de descanso, quise ir a la habitación de Any pero me detuve.Derechos reservados
Finita Chávez
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Las mentiras del amor
Short Story¿Quieren saber cómo mentirle al corazón? Esta es una y mil razones para leer. Verónica es una chica que pierde a sus padres y se encuentra en algo enredado llamado amor.