Las mentiras del amor Capítulo 29

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Las mentiras del amor
Capítulo 29

Sin pensarlo, Fernanda había dejado huella en mi vida.
Así pasa, conoces personas con las cuáles vives momentos inolvidables y desearías repetir por el resto de tu vida, sólo que en ocasiones, sólo están de paso.

Volví a la realidad, subí al auto y conduje hasta llegar a la casa de Any.
– Bajé las cosas que había comprado, y entré a la casa –
Verónica: — Ya estoy aquí...
– Any se había quedado dormida con el control del televisor en la mano.
Dejé las bolsas en la cocina y sin hacer ruido me acerqué a ella para tomar el control y apagar el televisor .
Hacía fresco, así que me aventuré a su habitación en busca de una cobija y así cubrirla.
Acomodé las cosas que compré, decidí prepararle algo de comer y un chocolate caliente para cuando despertara.
– Mientras preparaba pasta, tuve una llamada.
Verónica: — ¿Aló?
Roberto: — ¿Dónde estás? Llevas mucho tiempo fuera de la clínica, tu padrino se dará cuenta y te llamará la atención.
Verónica: — Tengo todo bajo control, aún estoy en casa de Any, sólo termino un pendiente y regreso a la clínica.
Roberto: — Creí que irías a despedirte de Fernanda.
Verónica: — Acabo de llegar del aeropuerto, fui a despedirme de ella.
Roberto: — Me alegra saber que lo hiciste, ustedes necesitaban despedirse.
Verónica: — Lo sé, por ello no dudé en ir, en cuánto me enviaste el mensaje.
Roberto: — ¿A qué hora regresas? Patricia quiere que almorcemos juntos.
Verónica: — Está bien, les veo en una hora en la clínica.
Roberto: — Perfecto, nos vemos.
‐ Finalizó la llamada –
Terminé de preparar la pasta, y me acerqué a ella para despertarla.
Acaricié su cabello, se veía tan hermosa durmiendo... Abrió los ojos y me sonrió.
Any: — Hola... No te escuché llegar.
Verónica: — Procure no hacer ruido, necesitabas descansar.
Te preparé una pasta y un chocolate caliente.
Any: — ¿En serio?
Verónica: — Sí, debes comer algo. Necesitas tomar tus medicamentos.
Any: — De acuerdo, ¿Me acompañaras a almorzar verdad?
Verónica: — Está bien, me iré en cuánto hayas tomado tus medicamentos.
– Me dirigí a la cocina para servir la mesa –
Any: – Me das la cuenta del gasto que hiciste por favor...
Verónica: — Déjame ayudarte, compré las cosas con mucho cariño, no pretendo que me regreses nada.
Any: — Haz hecho demasiado, por favor déjame devolver tu gasto.
Verónica: — Está bien, con una condición.
Any: — ¿Cuál?
Verónica: — Que lo que me vas a regresar, lo vuelvas a ocupar para comprar lo que necesites.
Any: — Que tramposa eres, ¿Al menos, aceptarías cenar conmigo?
Verónica: — Claro, nos organizamos en estos días.
Any: — Pensaba en decirte que esta noche...
Verónica: — Esta noche ya tengo compromiso, lo siento.
Any: — ¿Alguna chica?
– Sonreí al escuchar su pregunta –
Verónica: — No, ninguna chica, quedé en cenar con mis padrinos.
Any: — Ah, que bien...
– Sonó su teléfono y atendió la llamada –
Any: — ¿Aló?
– En cuestión de segundos, su gesto cambió y se veía nerviosa.
Preferí retirarme del comedor y avanzar a la cocina por algo de chocolate, aunque si podía escuchar lo que ella respondía.
Any: — Sí, ya estoy en casa. En cuánto me sea posible iré a verte, lo prometo.
– Hubo silencio –
Any: — No te preocupes, quiero que te enfoques en ti, para que muy pronto salgas de ahí.
– Discretamente miraba hacia la cocina y yo fingía estar atenta al teléfono –
Any: — Por favor... Promete que pondrás de tu parte, no podemos seguir así.
– Lo dijo en tono muy bajo y se veía estresada –
Any: — De acuerdo, cuídate mucho. Te llamaré en esta semana.
– Finalizó la llamada, no sabía como llamarme y sólo me observaba –
Any: — ¿Vero?
Verónica: — ¿Sí? ¿Necesitas algo?
Any: — Acompáñame por favor.
Verónica: — Claro, sólo preferí darte espacio para atender tu llamada.
Any: — Gracias.
Verónica: — ¿Estás bien?
Any: — Sí, ¿Por qué?
Verónica: — No sé, la llamada te cambió el semblante.
– Se quedó en silencio y dejó de comer –
Any: — Ya no puedo con esto.
– Comenzó a llorar –
Verónica: — No, no, no... No llores por favor.
Dime que pasa...
Any: — Necesitas saber que estoy sintiendo algo muy fuerte por tí y ya no puedo detenerlo.
Verónica: — Pero eso no es tan malo, aver, mírame...
– Limpié su mejilla –
Verónica: — Para ser sincera había perdido toda esperanza contigo, cuando más me acercaba a tí, me detenias con tus reglas, tu misterio...
Pero saber que sientes algo por mí, créeme que me hace feliz.
Any: — Lo sé, he sido muy dura contigo pero no quería involucrar sentimientos, no quería lastimarnos.
Verónica; — ¿Por qué tendríamos que salir lastimadas?
Any: — Vero, estoy casada.
Verónica: — ¿Por qué decidiste decirlo ahora?
Any: — ¿Es en serio tu pregunta?
Verónica: — Sí, ¿Qué de malo tiene mi pregunta?
Any: – Creí que tu reacción sería diferente.
Verónica: — Any, yo sabía que tenías un misterio, sabía que en algún momento descubriría la verdad y créeme que me pasaba por la mente el hecho de que tuvieras una pareja.
Te escuché muchas veces hablar por teléfono, tus reglas decían muchas cosas...
Any: — Sabiendo todo eso, aún seguiste aquí...
Verónica: — Luché contra lo que sentía, incluso quise darme una oportunidad con alguien pero no pudo ser, quise salir de tu vida y mírame aquí.
Any: — ¿Te quedarás ahora que sabes la verdad?
Verónica: — ¿Quieres que me quede?
Any: — Voy a sonar egoísta y perdón por ello,  pero no quiero que te vayas de mi vida.
Verónica: — ¿Por qué un free? ¿Por qué las reglas? ¿Por qué hacer todo esto, y no te divorcias?
Any: — Las cosas no son tan fáciles.
– Tuve una llamada –
Verónica: — ¿Aló?
Patricia: — Te estamos esperando, ¿Vendrás?
Verónica: — Discúlpenme chicos, surgió un imprevisto, les veo después.
Patricia: — De acuerdo, te vemos en la noche.
– Finalicé la llamada –
Verónica: — Disculpa la interrupción, ahora sí, tengo suficiente tiempo para escucharte.
Any: — Sé que tienes muchas preguntas, y voy a responderlas todas.
Verónica: — Quiero saber por qué ocultaste que eres casada.
Any: — Hace 3 años me casé, conocí a mi esposa cuando aún vivía con mis padres.
Las reglas de la familia eran muy estrictas, me querían casar en contra de mi voluntad y no me dejaron estudiar.
A ella la conocí a las afueras de una academia, ella impartía clases y a escondidas de mis padres, comencé a estudiar.
Ella me ayudó en ese momento, con el tiempo se dieron las cosas y comenzamos una relación a escondidas de mi familia.
Yo terminé de estudiar con su ayuda, no te imaginas todo lo que tenía que hacer para poder asistir a clases.
Verónica: — A ver si entendí...
Llevas 3 años de casada, ¿Pero de relación es más tiempo?
Any: — Sí, en total son 7 años que estoy con ella.
Verónica: — ¿Qué pasó después?
Any: — Mi padre había arreglado mi matrimonio con el hijo de su mejor amigo, a cambio de unas cuentas que tenían.
Antes de la boda, yo me escapé con ayuda de Brenda.
Desde ese día me fui a vivir con ella, terminé de estudiar, estuve un tiempo sin trabajar y me dediqué a ella.
Estábamos muy bien, yo era feliz porque había dejado atrás el sufrimiento e infierno que vivía en mi familia.
Verónica: — ¿Qué originó que ahora estés aquí sola?
Any: — Con el paso del tiempo, ella fue cambiando. Llegó un momento en el que me sentía afixiada al estar encerrada en casa porque ella no quería que saliera.
Conseguí que me apoyara en mi deseo de estudiar algo profesional y así trabajar para ayudarla con los gastos.
En un principio todo fue tranquilo, después comenzaron sus celos, su familia comenzó a llenarle de ideas absurdas respecto a mí.
Comenzaron los gritos, las discusiones, ya no me dejaba estudiar y poco a poco se convertía en una pesadilla.
Verónica: — ¿Por qué soportar tanto? ¿Por qué sigues casada?
Any: — Porque me encontraba sola, porque tenía miedo de poder hacer mi vida sin ayuda de alguien y sabía que regresar con mi familia no podía.
Luego las cosas empeoraron, me quitó el teléfono, no podía tener amigas, me limitó totalmente.
Un día le pedí el divorcio, le dije que me iría, que ya no podía más y preparé mis maletas.
Estaba decidida en irme, sin importarme el nuevo comienzo pero quería largarme de ahí.
Ella reaccionó de la peor manera, fingió dejarme ir y se encerró en la habitación para romper todas mis cosas, mi ropa, mis documentos, todo, y peor aún, se cortó las venas...
– Al escuchar eso, me levanté y comencé a caminar –
Verónica: — Eso fue un chantaje...
Any: — Así es, aquella noche fue el primero de muchos intentos de suicidio.
Comencé a sentirme culpable, pues cada vez que le tocaba el tema de separarnos por nuestro bien, ella hacía cosas para lastimarse.
Verónica: — ¿Y su familia?
Any: — Me culpaban, decían que yo era la responsable si algo le pasaba, que ella se había arriesgado al estar conmigo y ayudarme, que le pagaba mal con el hecho de dejarla.
Comenzamos a llevar terapias, ella decía que necesitaba ayuda, que no la dejara sola y que buscaría un profesional para controlar su enfermedad.
Comenzó a recibir terapia, primero estuvo bajo tratamiento farmacéutico y conseguía estar tranquila.
Obviamente la relación comenzó a caer, intimidad ya no teníamos, yo me dedique a trabajar para ayudarla con su tratamiento y estar más al pendiente de ella, solíamos salir y distraernos, habían temporadas en que estábamos tranquilas sin discutir y conversábamos bien, al grado que creía que estaba mejor y decidía hablar sobre la separación, pero cada que lo mencionaba, volvía a lo mismo y cada vez era peor.
La última vez que intenté irme, lo hice porque ella se veía muy bien, incluso supe que estaba saliendo con alguien de su trabajo, al hablar con ella sobre separarnos, comenzó a gritar, a romper todas las cosas, incluso me golpeó.
Cuando reaccionó, yo estaba en el suelo con severos golpes. Su forma de arreglar su culpa por lo que había hecho, fue tomar un cuchillo e intentar cortarse las venas de nuevo.
Verónica: — ¡Cómo es posible que hayas soportado todo esto!
Te escucho y te juro que no lo entiendo...
Any: — Eso fue lo último que pasé, pedí ayuda con unas amigas y fui atendida en el hospital.
Su familia me culpó de haber provocado todo, ella me defendió y solicitó ser internada para llevar su tratamiento.
Sabía que ya no podía controlarse, que las pastillas aveces no las tomaba y perdía el control sobre sus emociones.
Verónica: — ¿Por eso estás sola?
Any: — Sí, su familia entendió que necesitaba ser internada y así fue como inició su nuevo tratamiento.
Hace 1 año que ella está internada, había sido dada de alta a los 6 meses, pero el mismo día que salió, sufrió crisis nerviosa.
Verónica: — ¿Tú, cómo te sientes ahora que estás sola?
Any: — Estoy tranquila, he podido salir adelante sola, sin ayuda de nadie o necesitar que esté alguien.
Aunque te soy sincera, me duele el hecho de saber lo que ella sufre, pero sé que en ese lugar la atienden por su bien.
Y estar sola, me gusta...
Verónica: — ¿Por qué has decidido tener un free  con ciertas reglas?
Any: — Porque no quería volver a sentir algo por alguien, porque no quería que supieran de mi vida.
Verónica: — ¿Y por qué me has contado esto?
Any: — Porque por más que quise evitarlo, comienzo a sentir cosas por tí y necesitaba que supieras la verdad y dejar los misterios.
Quiero que conozcas quien soy, lo que tengo y que tu decidas si avanzas conmigo o no.
Verónica: — Primero quiero que me digas que planes tienes y que pasará con tu esposa.
Any: — Quiero conocerte más, quiero una relación. Yo sé que estoy casada, ya te explique como está mi situación.
Al salir Brenda de la clínica, yo le presentare el divorcio. No tiene caso que sigamos casadas, y no quiero que se repita lo mismo, una y otra vez.
Verónica: — ¿No tendrás problemas con su familia?
Any: — Me cansé de preocuparme por lo que diga su familia, por eso decidí venir a esta ciudad y sólo me hago cargo de los gastos de la clínica, hago visitas cuando el médico lo cree necesario...
Verónica: — Entiendo tu situación, comprendo porque ocultabas muchas cosas.
Y en verdad te agradezco que me hayas contado todo esto, lo único que quiero que tengas presente, es que cuentas con todo mi apoyo. Sea como pareja, o como amigas, siempre podrás contar conmigo.
Any: — Me interesas mucho más, que una amiga.
– Se acercó para besarme, pude sentir correr sus lágrimas sobre nuestras mejillas.
Verónica: — No llores por favor, yo quiero que estés bien. Hagamos las cosas bien, ¿Sí?
Any: — ¿ A qué te refieres con eso?
Verónica: — Permíteme apoyarte ahora con tu recuperación y cuidado, y dejemos que el tiempo diga lo demás.
Any: — Entonces, ¿Serás mi novia?
– Comencé a reír –
Verónica: — ¿Esa es tu forma de pedirme ser tu novia?
Any: — Lo haría de rodillas, pero la verdad es que mi pierna no la puedo mover...
Verónica: — Tonta...
– La besé –
Any: — ¿Eso significa que ya eres mi novia?
Verónica: — Sí, ya soy tu novia.
– Nos miramos detenidamente y sonreímos –
Any: — Te prometo que haré todo por estar libre, sólo dame un poco de tiempo para arreglar todo esto.
Verónica: — No hablemos de promesas, sólo vivamos y defendamos lo que sentimos.
Any: — ¿En dónde estabas? Por Dios, a todo tienes una respuesta y de una manera tan especial.
Verónica: — Sólo te estaba esperando...
– Me abrazó fuerte y yo a ella. No me había percatado de la hora, ya iban a dar las 6:00 y se me hacía tarde para la cena.
Verónica: — Debo irme, ya es tarde y debo ir a la casa de mis padrinos.
Any: — Entiendo, ve con cuidado ¿Sí?
Recuerda que tienes una novia que te espera...
Verónica: — Así será, vamos, te ayudo a acostarte.
– La cargué y me dirigí a su habitación para acostarla en su cama –
Verónica: — ¿Necesitas algo? ¿Quieres algo para cenar? Dime...
Any: — Así estoy bien, no tarda en llegar Yessenia, ella me ayuda. No quiero que vayas con la prisa...
Verónica: — De acuerdo, pero si necesitas algo me llamas por favor y lo arreglamos.
Avísame cuando llegue Yessenia para que yo pueda estar tranquila.
Any: — Está bien, lo haré.
Verónica: — Te cuidas, te llamo más tarde para saber cómo estás.
– Me despedi de ella con un beso –
Salí de la habitación, me sentía feliz.
Subí al auto, tomé dirección al departamento para cambiarme y así llegar a la cena con mis padrinos.
En el camino pensaba si les contaba a mis amigos lo que estaba pasando con Any, o simplemente lo mantenía privado.
Era algo que no esperaba, realmente no lo esperaba...

7:40 PM

Había comenzado a llover...
Doctor Esteban: — ¡Hija, creímos que no vendrías!
– Me alcanzó hasta el auto con un paraguas –
Verónica: — Se me hizo un poco tarde...
Doctor Esteban: — ¿Dónde estuviste todo el día? Te busqué y no tuve razones de tí.
Verónica: — Salí a realizar unos trámites bancarios, ya sabes como se demoran esos asuntos.
Doctor Esteban: — Tienes razón, pasa, tu madrina está en la cocina...
Verónica: — Iré a ayudar.
– Me dirigí a la cocina sin hacer ruido –
Verónica: — ¿Cómo está la mejor madrina de este mundo?
Maribel: — ¡Llegaste! Ven aquí, déjame abrazarte...
– Me acerqué a ella –
Maribel: — Tenía tiempo que no venias a casa, me alegra verle, hija.
Verónica: — A mí también me alegra verla bien, ¿Cómo están? ¿El resto de la familia?
Maribel: — Los muchachos andan de vacaciones, regresan el domingo. 
Verónica: — Que bien, siempre hacen falta unos días fuera de la ciudad.
Maribel: — Así es hija, ¿Ya tomaste vacaciones?
Verónica: — No, precisamente eso voy a solicitar, espero que el señor director no me las niegue...
– Ayudaba a preparar la mesa –
Doctor Esteban: — ¿Qué hablan de mí?
Verónica: — De usted, nada. Yo me refería al director
Maribel: — Necesita vacaciones, y tú la ayudaras para que el director las apruebe.
Doctor Esteban: — ¿Y yo por qué?
Verónica: — Porque soy la única ahijada que tiene, y porque me quiere mucho...
Doctor Esteban: — No lo puedo discutir, ¿Cuándo necesitas salir de vacaciones?
Verónica: — La semana entrante, para ser exacta, el martes.
Doctor Esteban:  — Pues si gustas desde mañana puedes tomar tus vacaciones, tu consultorio está en remodelación.
Verónica: — El lunes tengo programada una cirugía...
Maribel: — ¿Alguien más la puede realizar?
Verónica: — No madrina, es mi paciente y debo realizar la cirugía conforme a lo acordado.
Doctor Esteban: — Así es, lo que si podemos hacer, es que tomes el día de mañana, te presentas el lunes para la cirugía y ocupas tus días de vacaciones.
Verónica: — Me parece perfecto, ¿Cuántos días me darán de vacaciones?
Doctor Esteban: — ¿A dónde piensas viajar?
Verónica: — Al caribe Mexicano...
Doctor Esteban: — Excelente lugar, tendrás una semana libre.
Maribel: — Esteban... Cómo es posible que sólo una semana le darás de vacaciones.
Doctor Esteban: — Ja, ja, ja... Mujer, sólo estoy bromeando. Le corresponden veinte días de vacaciones, el año pasado no tomó ni un descanso.
Maribel: — Perfecto, disfruta tus vacaciones mi vida, que mucha falta te hace distraerte.
Verónica: — Gracias madrina, ¿Los veinte días cuentan a partir del martes?
Doctor: — Claro, yo me encargo de ello.
Eso sí, quiero que me notifiques que te encuentras bien, irás a otro país y eso no me deja muy tranquilo.
Maribel: — Nos mantienes al tanto de los lugares que frecuentes por cualquier situación que surja. No es que te vigilemos, pero nos preocupamos por tí.
Verónica: — Lo sé, y se los agradezco mucho. Ustedes siempre están al pendiente, prometo notificar mis lugares de estancia.
Doctor Esteban: — ¿Viajas sola?
Verónica: — No, viajaré acompañada.
Doctor Esteban: — ¿Cuándo la conoceremos?
Verónica: — Pronto...
Maribel: — Avísanos para que yo prepare la cena especial y estemos todos reunidos.
Verónica: — Así será, gracias...
Doctor Esteban: — Si tú eres feliz, nosotros lo seremos.
– Escuchar esas palabras, llenaban mi corazón.
Mis padrinos siempre me apoyaron con mi preferencia sexual, al igual que mi padre.
Era un hecho que Any, tenía un lugar en mi vida...

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