Las mentiras del amor Capítulo 13

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Las mentiras del amor
Capítulo 13

Eliza: — ¿Puedo tomar asiento?
Verónica: — Por favor...
– Continué con la mirada baja –
Eliza: — Estoy aquí...
Verónica: — ¿Sí?
– Hice aún lado mis reportes y la miré a los ojos –
Eliza: — Gracias, muy amable.
– Comentó al obtener mi atención –
Verónica: — ¿En qué te puedo ayudar?
Eliza: — Minerva no me quiere dar informes sobre la salud de papá, y necesito...
Verónica: — Ok, tu papá estará en hospitalización por unos días, los que sean necesarios para evaluar su reacción al tratamiento.
Necesita estar sin preocupaciones...
Eliza: — Supongo ya te contaron de la discusión, en fin... Con el tratamiento que empezó, ¿Estará mejor?
Verónica: — Todo lleva un proceso, por ahora vamos a utilizar fármacos y hay que valorar su reacción y así decidir lo mejor para él.
Eliza: — ¿Y eso en que tiempo lo sabremos?
Verónica: — Te repito, tu papá estará en observación y de ahí se tomará una decisión de acuerdo a su evolución.
Eliza: — Entendido, disculpa por venir a incomodarte. Sé que me odias y me lo merezco...
Verónica: — Te equivocas, no tengo razón alguna para odiarte. Simplemente mantengo mi distancia a como debe ser.
Eliza: — ¿Todavía me amas?
– Deslizó su mano sobre la mía –
Verónica: — ¿Quieres alimentar tu ego? Lo siento, no te puedo ayudar.
– Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia la puerta –
Verónica: — No te odio, y no te amo. Y si ya aclaré tus dudas, discúlpame pero tengo trabajo...
– Abrí la puerta y le señalé para salir –
Eliza: — No necesitas ser tan grosera, sólo te hice una pregunta.
– Se acercó a mi y cerró la puerta –
Eliza: — No es alzar mi ego, no pretendo nada. Sólo quiero que me perdones por lo que hice, sé que esto no arregla el daño que cause. Pero quiero corregir mis errores y poder hacer mi vida tranquila.
Verónica: — No necesitas mi perdón para hacer tu vida, ya la haces y no te importó la manera en que te marchaste.
Eliza: — Perdóname, no hice las cosas bien. Y estoy arrepentida de haber lastimado a una gran mujer, lo entendí muy tarde.
– Tomó mis manos –
Eliza: — Por favor perdóname, sé que ya te perdí y decidí quedarme en donde ahora estoy, pero permíteme saber de tí.
Verónica: — Te escucho y no te reconozco, no eres ni la cuarta parte de la mujer que me enamoré. 
– Me retiré de la puerta y regresé a mi asiento –
Verónica: — Vienes a pedir perdón precisamente ahora que tu papá está aquí, horas antes no te acordabas que yo existía.
Eliza: — No es así, sólo que no sabía de que manera acercarme a ti. Y obviamente esta situación me lo facilitó y por eso estoy aquí.
– Se acercó –
Verónica: — Claro...
Eliza: — Antes de ser novias fuimos amigas, conservemos eso.
Verónica: — Ja, ja, ja... ¡Que cinismo el tuyo, por Dios! Por favor, dejemos las cosas así.
Haz tu vida, yo haré la mía, aquí no pasó nada.
Eliza: — Por favor piénsalo...
– Se dirigía a la puerta y Roberto entró –
Eliza: — Robert, tanto tiempo sin verte...
Roberto: — De los malos ratos que se evitan...
– Eliza salió molesta de la oficina –
Roberto: — Adiós... (Riéndose al tiempo que me observaba)
Verónica: — ¿Lo disfrutaste?
Roberto: — Mucho, es algo que siempre quise decir pero por respeto a ti, no lo hacía.
Verónica: — ¿Nunca fue de tu agrado?
Roberto: — Lo fue en su momento, pero no hablemos de eso. Mejor dime que hacia aquí.
Verónica: — Quería hacer las pases...
– Tocaron la puerta –
Verónica: — ¡Adelante, por favor!
Trabajadora social: — Doctora, le entrego el reporte del día y le informo que me paso a retirar.
Verónica: — Muy bien, nos vemos en casa de Martha.
Trabajadora social: — Allá la esperamos, con permiso...
– Tuve llamada –
Verónica: — ¿Aló?
Fernanda: — Ya estoy lista...
Verónica: — Ok, vamos por tí.
Fernanda: — ¿Se demoran mucho?
Verónica: — No, en unos 15 minutos estamos por ahí.
Fernanda: — Ah muy bien, pero no te preocupes ya estoy aquí...
– Abria la puerta de la oficina –
Verónica: — Pero...
Roberto: — Ibamos a pasar por tí.
Fernanda: — Les soy sincera, no me gusta esperar. Decidí tomar un taxi y así nos vamos directo al lugar.
Verónica: — Sí, ya sé que no te gusta esperar...
Roberto: — ¿Ayer te hizo esperar verdad?
Fernanda: — Un poco, y terminé por ir a su departamento.
– Reiamos los tres –
Verónica: — Ok, sólo voy a cambiarme y nos vamos...
Fernanda: — ¿Es en serio?
Verónica: — Eh... Sí, es que no había tenido tiempo, no demoro, lo prometo.
– Salí de la oficina y me dirigí a vestidores, al arreglarme tomé unos minutos y me senté frente a mi locker.
En mi mente tomaban posesión aquellas mujeres, era la primera vez que tenía una inquietud de saber que podría pasar.
Dicen por ahí que lo que no te mata, te hace fuerte... Y estaba por aceptar que el daño que ocasionó Eliza en mi vida, me haría ver las cosas  de otra manera.
Terminé de arreglarme, tomé mi bolso y salí de ahí, antes de ir a oficina decidí pasar a la habitación de Any.
Verónica: — La respuesta es sí. – Me detuve frente a su cama –
Any: — ¿Sí, qué?
Verónica: — Acepto tu propuesta...
Any: — ¿Estás segura?
Verónica: — Sí. Debo irme, pero mañana podremos hablar bien del tema, supongo tendrá sus términos y condiciones.
Any: — Ja, ja, ja... Vale, mañana hablamos. Ahora ve, ya es tarde. Disfruta de tu salida, te ves hermosa.
Verónica: — Gracias, no sé por qué presiento que nos llevaremos bien...
– Me dirigí a la puerta y le mandé un beso –
Avancé al elevador con una sonrisa muy resaltada, sin imaginarme que en algún momento eso sólo sería parte de mis recuerdos...
Verónica: — Chicos, es hora de irnos.
Fernanda: – Te ves hermosa...
– Me dijo al darme un beso –
Roberto: — ¿Nos vamos en tu coche, o en el mío?
Verónica: — En el mío, hoy seré chófer asignada.
– Subimos al coche y nos dirigimos a casa de Martha, ahí nos espera el personal de enfermería y trabajo social.
Roberto: — Mujeres hermosas, buenas tardes...
Trabajadora social: — Doctor, que bueno que vino... Hay pastelillos de los que le gusta, pasen por favor.
Roberto: — De aquí soy...
Verónica: — Hola... ¿Dónde está la cumpleañera?
Enfermera Martha: — ¡Aquí!
– Se acercaba para saludar –
Verónica: — Mi Martha, feliz cumple años...
Hoy el abrazo será doble por que papá no está aquí, pero su cariño por ti, sigue intacto.
Enfermera Martha: — Gracias mi niña, me alegra tenerte aquí.
– Las dos nos abrazamos fuerte y lloramos al recordar cuando festejabamos junto a papá –
Verónica: — Vine a felicitar, no a llorar, así que vamos a celebrar de la mejor manera.
Aprovecho para presentarte a Fernanda, la invité a tu festejo.
Enfermera Martha: — Bienvenida señorita, mucho gusto. Está en su casa...
Verónica: — Fer, ella es doña Martha, fue enfermera de confianza con mi padre. Ahora está conmigo en área general y también asiste a mis consultas, es una de mis personas favoritas.
Fernanda: — Mucho gusto doña Martha, felicidades por su cumple años, encantada de poder estar aquí.
Roberto: — ¡Yo soy el otro hijo perdido de doña Martha! – Se acercaba –
Verónica: — Ningún hijo perdido, Martha no tiene permiso para adoptarte.
Roberto: — ¿Cómo que no? Martha dile a Vero que soy tu preferido.
Enfermera Martha: — Ja, ja, ja... A los dos los quiero, son mis niños grandes.
– Nos acercamos a ella y la abrazamos fuerte, comenzamos el festejo y no vimos pasar las horas.
Roberto y Fernanda habían congeniado tan bien, que se volvieron inseparables mientras tomaban cerveza y comentaban sus anécdotas.
Yo sólo los escuchaba y entre ratos me gustaba apoyar para servir botanas o comprar lo que hiciera falta.
Trabajadora social: — Doctora, le habla Martha, que vaya a la cocina.
Verónica: — Ok, gracias...
Chicos, ya regreso, voy a la cocina.
– Ambos solo movieron la cabeza, y continuaron hablando –
Verónica: — Ya estoy aquí, ¿Me mandaste a llamar?
Enfermera Martha: — Sí mi niña, quería preguntarte si quieres pastelillo de zanahoria o de queso con zarzamora.
Verónica:  — Que rico... Prefiero de zanahoria, este era el preferido de papá.
Enfermera Martha: — Lo sé, por eso preferí preguntarte. ¿Cómo estuvo tu día?
Verónica: — Un poco estresante... – Suspire –
Enfermera Martha: — Ven, vamos al patio...
¿Todo bien con la chica de la cama 33?
Verónica: — Sí, todo bien. Ella está estable, pero hoy apareció Eliza.
Enfermera Martha: — ¿Fue a buscarte?
Verónica: — Don Carlos llegó a urgencias, tuvo un paro cardíaco y obviamente yo lo recibí.
Enfermera Martha: — ¿Se estabilizó?
Verónica: — Afortunadamente, después de varios intentos pudo recuperar sus signos.
Debido a ello, llegaron sus familiares y Eliza se acercó a la dirección para hablar conmigo.
Enfermera Martha: — Su presencia te tiene confundida, ¿Cierto?
Verónica: — Sí, pasó a realizar el último desorden al día.
Pidió perdón por lo que hizo, que lamenta haberse ido y quiere que seamos amigas.
¿Cómo ves?
Enfermera Martha: — No permitas que entre de nuevo, te ha costado mucho volver a tu vida normal. Sufrias la pérdida de tu papá y no le importó lo que tu sentías.
Mírate, eres hermosa. Vas a conocer a alguien que si valore tus sentimientos y se quedará sin que se los pidas.
Verónica: — Ya es muy difícil encontrar a personas sinceras, el mundo se viste cada vez de falsas promesas y juramentos rotos.
Enfermera Martha: — La vida retira de tu camino a quienes no son para tí, y coloca en el momento y lugar indicado; a quien está destinado para hacerte feliz.
Verónica: — Creo que seré liberal, es lo que ahora las personas buscan...
Enfermera Martha: — No caigas en ese juego, te puedes caer y te costará mucho volverte a levantar.
Verónica: — No creo, el no incluir sentimientos lo cambia todo y se evita salir lastimado.
Enfermera Martha: — ¿Y si te olvidas de esa regla y te enamoras?
Verónica: — Entonces habré perdido el juego.
Enfermera Martha: — ¿Fernanda es parte de tu idea liberal?
Verónica: — No sé cómo llamarle a eso, no quiere una relación formal hasta que esté segura de lo que siente y quiera hacer.
Enfermera Martha: — Los jóvenes de ahora hacen muchos cambios a la verdadera realidad, sin pensar que el daño se los hacen por si solos.
Verónica: — Querer ser grande, fue el peor de mis deseos...
– Me incliné para que Martha me abrazara –
Enfermera: — Tranquila, sólo toma bien tus decisiones, los años pasan y no hay vuelta atrás.
– Aquel consejo de Martha quedó en mi mente, regresé a lado de Fernanda y bailamos por un tiempo junto a Roberto.
Poco a poco se iban retirando las personas, hasta que solo quedamos nosotros.
Verónica: — Chicos, ya es hora de irnos, ya se fueron todos y Martha tiene que descansar.
Roberto: — De acuerdo, hay que irnos porque mañana hay que trabajar, yo manejo.
Verónica: — Claro que no, yo voy a manejar.
Roberto: — Sólo jugaba, me despido de Martha y nos vamos.
– Cada uno se despidió y tomamos nuestro destino; mi departamento –
Fernanda: — ¿Hay espacio para mí, en tu cama?
– Me preguntó al llegar –
Verónica: — Claro, no pensaba dejarte sola así cómo estás.
Fernanda: — No estoy muy tomada, pero deseo estar contigo... – Me besó –
Verónica: — Vamos, hay que descansar.
– Roberto fue directo al mueble y se acostó a dormir.
Fernanda: — Ahora estamos solas...
– Me tomó de la mano y me llevó a la habitación –

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