Las mentiras del amor Capítulo 22

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Las mentiras del amor
Capítulo 22

Verónica: — ¿Tienes un plan?
Roberto: — Claro que lo tengo.
Verónica: — ¿En qué consiste?
Roberto: — Más tarde lo sabrás...
– La verdad es que nosotros éramos dinamita pura, una vez que nos proponíamos algo, nada nos detenía.
Patricia: — Lamento interrumpir, chicos. Pero ya comenzara el sepelio.
Roberto: — Tranquila, gracias por avisarnos.
– Nos dirigimos al área del sepelio, me adelanté para poder estar con Minerva y su mamá, iba del brazo de cada una y Eliza iba con su hermano.
Cada uno se despidió colocando flores y tierra sobre el ataúd, la mamá de Minerva se acercó para que la abrazara y así estuvimos un tiempo hasta que poco a poco nos fuimos quedando solos.
Minerva: — Muchas gracias por acompañarnos, en verdad para nosotras significa mucho que estés aquí.
Verónica: — Siempre contarán conmigo, sabes muy bien que aprecio mucho a la familia.
Edgar: — Muchas gracias Vero, me dio gusto verte aunque fuese en este mal momento.
Verónica: — Lo que necesiten, sin dudarlo eh...
Cuidate mucho, estamos en contacto.
– Él y su mamá, se retiraban del recinto –
Eliza: — ¿Tú estarás a cargo del caso de mi papá?
Verónica: — Estaré al pendiente, quien se hace cargo es el equipo de abogados de la clínica.
Pero les mantendré informadas de lo que llegue a surgir y de igual forma deben estar atentas.
Eliza: — De acuerdo, ¿Mine, nos vamos?
Minerva: — Yo me iré aparte, tengo unos asuntos pendientes.
Eliza: — Ok, no les interrumpo más...
– Se retiró molesta –
Minerva: — Vero, ¿tienes tiempo para platicar un poco?
Verónica: — Claro que sí, ¿Me acompañas a la clínica? Allá podemos hablar tranquilas en la oficina, debo estar ahí.
Minerva: — Sí, está bien.
Roberto: — ¿Nos vamos?
Verónica: — Sí, Mine irá con nosotros...
Roberto: — Bien, sólo pasamos a dejar a Patricia al hotel, y nos vamos a la clínica.
Patricia: — ¿Podría ir con ustedes? Me desespera estar en el hotel.
Verónica: — Claro, sirve que conoces las instalaciones.
Roberto: — Cuando termine mis consultas, podemos salir.
Patricia: — Sí, además tenemos pendiente lo que me comentaste en el camino.
– Subimos al auto y mientras Roberto platicaba con Patricia, Minerva se recostó sobre mi y se quedó dormida.
Roberto: — ¿No te ha avisado el doctor Esteban, a que hora llega?
Verónica: — No, sólo me dijo que hoy llegaba.
¿Por qué?
Roberto: — Para saber si podríamos almorzar juntos, claro, si no surgen inconvenientes.
Verónica: — No sé, por mucho que saliera en el primer vuelo, no creo llegue tan pronto.
Roberto: — Esperemos que no...
Patricia: — Pues yo creo que si llegará temprano...
Roberto: — ¿Por qué lo dices?
Patricia: — Me acaba de mandar mensajes, me comenta que llega en unas horas y que si puedo ir a la clínica para que hablemos de mi ingreso.
Verónica: — Será una tarde muy tensa...
Roberto: — Y lo que te espera.
– Llegamos a la clínica, Roberto y Patricia se dirigieron a su consultorio.
Minerva y yo, a la oficina.
Trabajadora social: — Doctora, habló el doctor Esteban, solicitó que se reúnan todos los doctores, incluyendo internos, en la sala de juntas.
Verónica: — ¿Te dio una hora específica?
Trabajadora: — Mencionó que en dos horas estaba aquí.
Verónica: — Muy bien, organiza la sala de juntas y haz el anuncio de la reunión.
– Me acerqué a la ventana, necesitaba relajarme, aún no había llegado mi padrino y ya sentía que me asfixiaba.
Minerva: — ¿Tienes problemas?
Verónica: — No, sólo tengo un poco de estrés.
Nada grave... ¿Tú, cómo te sientes?
Minerva: — Un poco cansada, sobre todo preocupada por mamá. Ella no quiere estar cerca de Eliza, me lo dijo al llegar al recinto.
Verónica: — ¿Y eso por qué?
Minerva: — Mamá está resentida con ella, pues con su regreso todo se volvió un caos.
Verónica: — Comprendo, sé que no es fácil aceptar la pérdida de don Carlos, pero todos en su momento van a retomar su vida.
Minerva: — Así es, Edgar se llevó a mamá, dijo que es mejor que esté con él, que el estar en otro lugar le hará bien.
Verónica: — Es muy buena idea, le ayudará mucho, además estará con sus nietos. ¿Tú, qué piensas hacer?
Minerva: — Estoy pensando en irme a Florida, y continuar con el negocio allá.
Pero también necesito hablar contigo...
Verónica: — Te escucho...
Minerva: — Me gustaría saber si la relación que empezaste, es seria.
Verónica: — ¿A qué se debe la pregunta?
Minerva: — Esta vez decidí hablar con la verdad y espero que con esto, no cambie nada entre nosotros.
Verónica: — A ver, Mine... Nada va a cambiar, somos amigas.
– Me senté a su lado —
Minerva: — Es posible que cambies, cuando te separaste de Eliza te alejaste de mí.
Verónica: — Eso ya pasó...
Minerva: — Por años he mantenido esto, y si no lo dije antes, era porque tenía miedo a que te alejaras, cuando paso lo de Eliza, me dolió tanto que me hicieras aún lado.
¿Y sabes por qué?
Verónica: — No, dime.
Minerva: — Porque yo te amo, llevo años enamorada de tí. Tuve miedo en decirte y perder tu amistad, que reaccionaras mal.
Nunca tuve el valor para decirte que me importas más que una amiga, que al verte deseo besarte, acariciarte...
Verónica: — Mine, yo no...
Minerva: — Escúchame, yo he estado enamorada, ilusionada por tí. Me ha tocado ver como te enamoraste de mi hermana, y como sufriste por ella.
Conocí a tus otras novias, y nunca dije nada por temor a tu reacción.
Intente hacer mi vida, conocer a chicos y ser feliz, pero no pude, no sin tí.
Verónica: — Por Dios, Mine. Tantos años llevas esto a cuesta, ¿Por qué decides hablar ahora?
No te miento, me sorprende pues llevamos años de ser amigas, y jamás vi que tú...
Minerva: — Mi error fue callar, pero fui leal a tu amistad. Yo era feliz si tú lo eras, y eso me mantenía firme sin que tú lo notaras.
Verónica: — ¿Y ahora que te hizo decir lo que sientes?
Minerva: — Mi decisión al irme a Florida, no pienso regresar y no quería hacerlo sin decirte lo que siento.
Te juro que me haría muy feliz escucharte decir que no me vaya, y que lo podemos intentar, pero sé muy bien que no sucederá.
Verónica: — Eres una mujer maravillosa, lo sabes bien. Todos estos años te he visto como mi mejor amiga, siempre fuimos cómplices en amores, pero no me imaginé lo que tu sentías. Yo no puedo corresponderte ahora, conocí a alguien y me importa más de lo que pensé.
Minerva: — Si ella no existiera ahora, ¿Me hubieses dado la oportunidad de enamorarte?
Verónica: — Si las cosas se hubiesen dado de otra manera, sé que lo aceptaría porque eres una mujer hermosa en todos los aspectos, y también sé, que de no haber funcionado la relación, seguiríamos siendo amigas.
Minerva: — Eso siempre, y de igual forma ahora que ya lo sabes, me gustaría que no cambies y que sigamos teniendo la confianza, yo respeto tu vida y deseo de corazón que seas feliz con la persona que elijas.
Verónica: — Ven aquí...
– Nos abrazamos y así estuvimos por varios minutos –
Minerva: — Ahora me podré ir tranquila, al saber que pude expresarte mis sentimientos y que estarás bien con la persona que estás ahora.
Verónica: — ¿No me vendrás a visitar?
Minerva: — Claro, cuando pase un buen tiempo.
Verónica: — Haré que regreses antes, ya verás.
Minerva: — ¿Será cuando te cases?
Verónica: — No te vayas al extremo, ¿Cuando tienes planeado viajar?
Minerva: — Este próximo fin de semana, si todo sale bien.
Verónica: — ¿Te parece bien si nos reunimos en estos días?
Minerva: — Yo encantada, seria perfecto como despedida.
Verónica: — No digas eso, ok...
– Tuve llamada –
Verónica: — ¿Aló?
Trabajadora social: — Doctora, acaba de llegar el director, le espera en la sala de juntas.
Verónica: — Ok, gracias por avisar.
Minerva: — ¿Todo bien?
Verónica: — Llegó mi padrino, debo ir a la sala de juntas, tocaremos el tema de tu papá.
Minerva: — Entiendo, yo haré algunos trámites todavía, si necesitas alguna información respecto al caso, me avisas.
Verónica: — Claro, te cuidas ¿Vale?
– Nos despedimos y cada una tomó su camino, me sentía más tranquila al haber aclarado ese tema con Minerva, y debía reconocer que Roberto tenía razón en esta ocasión.
Antes de entrar a la sala de juntas, respire profundo y me amarre el cabello pues sabía que la junta sería pesada.
Verónica: — Buenas tardes...
Doctor Esteban: — ¡Hija! Pocos días sin verte y te extrañé. Ven aquí...
– Me abrazó fuerte –
Verónica: — Yo también te extrañé padrino, ¿Cómo le fue?
Doctor Esteban: — Bien hija, de hecho pasado mañana pensaba regresar pero se adelantó el viaje con todo esto.
Verónica: — Me imagino, lamento mucho no haber realizado bien mi función a cargo.
Doctor Esteban: — No es tu culpa, tus reportes estuvieron perfectos, lamentablemente el error que cometió el doctor, nos señala como clínica.
Vamos a revisar el expediente y todo lo que pasó, necesito que me expliques detalladamente...
– El resto de la tarde estuvimos hablando del caso, se realizó una reunión general y se expuso el tema.
Se realizaron algunos cambios del personal, y ajustes hospitalarios.
Al terminar la reunión, mi padrino presentó a la nueva integrante de la clínica, Patricia Fuentes.
Aquel ingreso al grupo médico, en su momento sería toda una revolución...

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