Las mentiras del amor
Capítulo 17Tener una "relación abierta" tiene su ventaja, pues no tienes problema alguno para conocer a alguien más.
El problema existe cuándo la tercera persona ocasiona un volcán de emociones.Roberto: — ¿Mentir por amor? ¿Por qué tendrías que hacerlo?
Verónica: — ¿Has escuchado alguna vez, a una persona decir: cambie por que no te quiero perder?
Roberto: — Sí, muchas veces.
Verónica: — Esa es una mentira por amor...
Roberto: — Continúa, por favor.
Verónica: — Cuando nos enamoramos, queremos ser lo mejor para la persona que está con nosotros, le llegamos a amar pero olvidamos que el amor en algún momento se apaga y a como de lugar, queremos mantenerlo. Ahí comienza la mentira, la persona cambia y realiza cosas no adecuadas e incluso falta a la relación, la otra persona se da cuenta y comienzan en discusiones por el cambio repentino.
¿Qué hace una persona al aceptar que puede perder a su pareja?
Realiza cambios que según son para bien, se comporta mejor que al inicio de la relación y se atreve a decir: "cambie por que no te quiero perder" pero en el fondo sabe que su cambio es por que piensa que no encontraría a otra persona que le soporte todo, y que le brinde una estabilidad que necesita.
Miente al decir que cambia por su relación, miente por el hecho de necesitar amor.
Roberto: — Te diría que no es cierto, pero me sucedió. Cuando entendí que Azucena no cambió por el bien de nuestra relación, si no para ella, decidí terminar de raíz.
Y gran parte de lo que dices pasa, de haber aceptado continuar, ella estaría feliz porque aún tenía a su lado "al hombre de sus sueños" pero no entendió que yo también necesitaba amor.
Verónica: — ¿Cuál sería tu mentira por amor?
Roberto: — Aceptar el cambio de Azucena, sabiendo que no me ama como yo a ella.
Pero prefiero tomar su amor a medias y no quedarme solo.
Verónica: — ¿Y la mentira de Azucena?
Roberto: — Hacer cambios para su conveniencia.
Verónica: — Muy bien, pusiste atención a la clase de hoy. Puntos extras para el doctor...
Roberto: — Si... Una estrellita en mi frente por participar.
Verónica: — Ja, ja, ja... Te fuiste al extremo.
Roberto: — Hablando en serio, ¿Tú aceptarías un amor a medias? O en su caso, ¿Mentirias para retener a alguien?
– Me quedé en silencio por un momento –
Verónica: — Te diría que no, pero todo puede suceder...
– Aquellas preguntas y respuestas, en algún momento iban a aparecer.
Roberto: — ¿Entonces con la chica 33, ya es un hecho la relación liberal?
Verónica: — Sí, ya es un hecho. Hoy comenzó mi relación informal.
Roberto: — ¿Y Fernanda? ¿Qué sabes de ella?
Verónica: — Vino para ir a almorzar juntas, pero rechacé su invitación.
Roberto: — Adivino, fue por estar con Any...
Verónica: — No, te equivocaste. Aunque si tuvo que ver en mi decisión; estaba con Fer, cuando recibí un mensaje de ella y no sé que pasó, de pronto inventé que daría consulta y Fer se retiró.
Roberto: — Vero... No quiero que te enojes por lo que te voy a decir, pero creo que con la chica 33, vas muy en serio y eso puede terminar mal.
Verónica: — ¿Tan mal te cae?
Roberto: — No, para nada, ni siquiera la conozco. Pero por lo que me cuentas, esa es mi intuición femenina, corrijo, masculina...
Verónica: — No lo sé, lo que si tengo claro, es que ya reflejas tu lado gay.
Roberto: — Ja, ja, ja... Pero soy de clóset.
Verónica: — Tonto, por cierto, ¿Te gustaría conocer a Any?
Roberto: — Necesito hacerlo...
Verónica: — Entonces, vamos.
Roberto: — ¿Ahora?
Verónica: — Sí.
Roberto: — Ok, está bien.
– Salimos de la cafetería y nos dirigimos al elevador –
Roberto: — ¿Has visto a Eliza?
Verónica: — Sí, ella se quedó en el día a cuidar a don Carlos. De hecho me mandó flores a la oficina, las cuales dejé en el módulo de recepción.
Roberto: — ¿Con qué intención?
Verónica: — Ofreciendo disculpas y para retomar la amistad.
Roberto: — Espero que no cedas, ya suficiente daño hizo como para que todavía la aceptes de nuevo.
Verónica: — No lo estoy haciendo, además Minerva ya me había advertido sobre sus intenciones.
Roberto: — Supongo para eso te esperaba...
¿Minerva y tú, alguna vez tuvieron algo?
Verónica: — No, sólo somos amigas. ¿A qué viene tu pregunta?
Roberto: — Por su forma de protegerte de su propia hermana, no sé, siempre me dio esa impresión pero nunca te pregunté.
Verónica: — Sólo somos amigas, yo fui la que se alejó después de lo que pasó. Ella nunca ha tenido gusto por las mujeres.
Roberto: — Si tú lo dices... Mira, hablando de la innombrable...
– Eliza se dirigía al elevador, y nosotros salíamos de él.
Evite verla a los ojos y así continuar nuestro camino hacia la habitación de Any.
Verónica: — Por favor, no hagas tus cuestionamientos que intimidan.
Roberto: — Está bien...
Verónica: — Hola, hola... ¿Cómo estás?
Any: — Hola, con muchas ganas de salir de aquí. – Sonrió –
Verónica: — Me imagino, sólo que debo darte una mala noticia. No podrás salir de la clínica, si no te dan de alta en la siguiente área.
Any: — ¿Qué pasa? No entiendo...
Verónica: — Te presento al doctor Roberto Espino, él es psicólogo, está aquí para tener una charla contigo.
– Los gestos de Any cambiaron, sonreía y sus ojos reflejaban no entender la situación.
Roberto: — Tranquila, sólo es un requisito para saber su estado emocional y así comprender su robo.
Any: — ¿De qué robo me habla? No he robado nada...
Roberto: — Señorita Any Torres, ¿Le parece poco, robar la atención de la doctora Téllez?
Any: — A ver, yo no robo la atención de la doctora, yo reafirmo el interés mutuo.
– Al responder, me miró a los ojos y me sonrió.
Roberto: — No hay más preguntas, ahora lo entiendo...
Verónica: — ¿Lo ves? Por eso me encanta.
– Me acerqué a ella para darle un beso y me senté a su lado –
Any: — ¿Qué fue todo eso?
Roberto: — Quisimos improvisar antes de presentarme formalmente; soy el doctor Roberto Espino, neurólogo, y mejor amigo de Verónica.
Any: — Mucho gusto, vaya forma de comenzar la presentación.
Verónica: — No queríamos asustarte, bueno si, pero no, ja, ja, ja.... Quería que te conociera, él está enterado de todo.
Any: — Querías intimidarme y no lo lograste...
Roberto: — Efectivamente, pero resulta que eres muy segura a tus respuestas.
Any: — Por supuesto, quien duda al responder, motivos tiene.
Roberto: — Puede ser, cuéntame Any, ¿Cómo te sientes?
Any: — Mejor, sólo un ligero dolor de cabeza, supongo es el estrés de este encierro.
Roberto: — Del 1 al 10, ¿Cuál es la fuerza del dolor?
Any: — 4, la molestia es esporádica.
Roberto: — Ok, posiblemente sea por los medicamentos que te aplican, pero si en algún momento el dolor es más fuerte, tienes que mencionarlo.
Verónica: — Estaré pendiente de ello, ¿Tu amiga aún no llega?
Any: — Vendrá más tarde, los lunes toma clases de Inglés.
Verónica: — A qué bien, ¿Ya almorzaste?
Any: — Sí, hace 30 minutos.
Roberto: — Nos ganaste, y nosotros queriamos almorzar contigo.
Any: — Pero les puedo hacer compañía...
Roberto: — Excelente, pediré algo y almorzamos aquí.
Verónica: — ¿Sushi?
Roberto: — Me leíste el pensamiento, haré una llamada, ya regreso.
– Al ver que salía de la habitación, no pude evitar las ganas de besar a Any.
Necesitaba sus besos, tenía una forma tan particular de besar.
Se detenía para mirarme a los ojos y después besarme lentamente, mordía mis labios de una forma que lo disfrutaba.
Mi corazón se aceleraba y mi piel se erizaba al tenerla tan cerca.
No quería aceptarlo pero mi interés por Any, cada vez era más fuerte.Derechos reservados Finita Chávez Sígueme en mi página de Facebook Loscoloresdeunalesbiana
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Las mentiras del amor
Короткий рассказ¿Quieren saber cómo mentirle al corazón? Esta es una y mil razones para leer. Verónica es una chica que pierde a sus padres y se encuentra en algo enredado llamado amor.