Las mentiras del amor Capítulo 31

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Las mentiras del amor
Capítulo 31

Patricia: — ¿Lista?
– Había entrado a la habitación mientras yo aún me colocaba mi sostén –
Verónica: — ¡Por Dios! Me matarás de un susto...
– Había gritado al verla entrar de pronto –
Patricia: — Lo siento, Fernanda me entregó las llaves de tu departamento y se me hizo fácil usarlas ahora, discúlpame.
Verónica: — No hay problema, sólo me asusté, la costumbre de estar sola ya sabes...
No recordaba que Fernanda tenía mis llaves.
Patricia: — Ayer me pidió que te las entregara, también dejó este sobre para tí.
– Me coloqué una camisa y me acosté en la cama –
Verónica: — ¿Por qué no me lo diste ayer?
Patricia: — Recuerda que llegué en plena tormenta, me quedé aquí...
Verónica: — Sí, tienes razón. Veamos que es esto...
– Dentro del sobre había una carta y un dije con una perla muy preciosa, un jade.
La carta decía lo siguiente:
《En el camino, te encuentras con seres maravillosos y tan perfectos a tus ojos; es una bendición cruzarte con ellos en el transcurso de la vida. Tú, has sido más que eso...
No cambiaría ni una milésima parte de tu existir, pues eres mágica y divina.
Sé que te volveré a encontrar, y reiremos de nuestra última noche a solas.
Permíteme regalarte este dije, para mí tiene un valor muy importante y ha sido un placer conocer a la mujer perfecta, aunque no es ahora nuestro momento.
Cuídate mucho, y no olvides que aquí estaré siempre. Con amor, Fernanda》.
– No pude evitar llorar, pues había sido un detalle muy especial y no tenía idea de ello.
Ahora sé que ella también coincidía en que nuestra conexión era hermosa, pero no lo suficiente fuerte para quedarnos juntas.
Patricia: — ¿Estás bien?
Verónica: — Sí, mira el detalle que me dejó...
– Lo coloqué sobre su mano –
Patricia: — Está hermoso, ¿Te ayudo?
Verónica: — Sí, por favor...
– Se acercó, recogió mi cabello y me colocó el collar –
Patricia: — Que bonito, espero algún día se vuelvan a encontrar.
Verónica: — Ojalá, créeme que me encantará volver a verla.
Me iba a sentir muy mal si no hubiese ido al aeropuerto a despedirme, menos mal que reaccioné y pude abrazarla fuerte.
Patricia: — Amores de paso, así es esto... Pero, ya es tarde y según no te gusta esperar.
Verónica: — Ya casi termino, relájate...
– Me terminé de vestir, tomé mis lentes, una gorra, las llaves del auto y salimos del departamento con destino a la casa de Patricia.
En el camino nos detuvimos a desayunar en un puesto ambulante.
Patricia: — Te puedo asegurar, que comerás los mejores sándwich de tu vida.
Yo no sé que es lo que les da ese sabor, pero me fascina, y sé que te gustará.
Verónica: — De acuerdo, comprobemos lo que dices.
– Bajamos del auto, ocupamos una mesa y pedidos sándwich y sus respectivas papas.
Verónica: — ¿De no haber estudiado medicina, qué otra profesión tendrías?
Patricia: — Posiblemente chef. Me encanta cocinar y realizar recetas espontáneas.
Verónica: — Vaya, igual hubiese optado por ello. Mi mamá era chef y desde pequeña me enseñó el amor por cocinar, obviamente me enamoré de la medicina tras pasar más tiempo con mi papá.
Patricia: — Algo nuevo que conozco de tí...
Verónica: — Te he comentado muchas cosas sobre mí, y de tí no sé mucho...
Patricia: — Ya me irás conociendo poco a poco, tampoco tengo una vida tan interesante.
– Así continúamos conversando y disfrutamos del desayuno entre recuerdos y risas, nos tomamos un par de fotografías que subimos a nuestras redes sociales al comenzar a llevar la amistad que teníamos.
Al terminar, continúamos nuestro camino y en esa ocasión cambiamos de lugar y Patricia manejaba.
Verónica: — ¿Y acá vivías sola?
Patricia: — No, comparto departamento con una prima que aún estudia medicina.
Verónica: — Que bien, entonces habrá otra doctora en la familia.
Patricia: — Sí, de hecho somos varios que escogimos la medicina.
Verónica: — Te escucho, y en verdad me hubiese gustado tener una familia grande.
Patricia: — ¿Cuántos son, entonces?
Verónica: — Sólo yo. Ja,ja,ja...
Patricia: — ¿Es en serio?
Verónica: — Sí, soy hija única. Y mis papás también fueron hijos únicos.
Patricia: — Carambas, si que eres de sorprender. Cada vez que sé algo nuevo de tí, es  totalmente increíble.
Eres una mujer muy interesante, y eso me gusta.
Verónica: — ¿Qué te gusta?
Patricia: — Rodearme de personas interesantes...
– Ambas sonreímos –
Habíamos llegado a su departamento, todo un desastre por cierto...
Patricia: — ¿Qué es todo esto?
– En tono molesta y gritando debido al exceso de volumen que tenía la música –
Jaqueline: — ¡Regresaste!
– Apagó la música y comenzó a recoger parte de la basura que había en toda la sala –
Patricia: — ¿Por qué tienes el departamento tan sucio? ¿Qué pasa contigo?
Jaqueline: — Lo siento, estoy en exámenes y me siento estresada... El desorden se apodera de mí, ¿No me presentarás a tu amiga?
Patricia: — Eres un desastre Jaqui...
Vero, disculpa todo esto por favor, que pena que ...
Verónica: — Tranquila...
Hola, soy Verónica Téllez, mucho gusto.
– Me acerqué a saludar –
Jaqueline: — Encantada, bonito nombre, y tú también.
– Su mirada era totalmente coqueta –
Patricia: — Ni se te ocurra...
– Se colocó frente a ella y me tomó del brazo para llevarme a su habitación –.
Verónica: — ¿Qué fue eso?
– Confundida –
Patricia: — Mi prima es lesbiana como pudiste darte cuenta, pero es una chica muy fugaz, por así decirlo.
Verónica: — Oh, ya... Me quedó claro, comencemos a empacar para irnos pronto.
Patricia: — No es mucho, ya tenía listo gran parte de mis cosas así qué...
– Tuvo una llamada de Roberto, la cuál no pude escuchar ya que ella se alejo un poco.
Lo que si pude notar, fue su cambio de gestos al dar algunas respuestas, parecía que entre ellos había una pequeña discusión y preferí no preguntar.
En la habitación se sentía tenso el ambiente, así que opté por salir y me dirigí a la cocina en busca de un vaso con agua.
Jaqueline: — ¿Necesitas ayuda, hermosa?
– Estaba detrás de mí –
Verónica: — Eh, no, gracias... Sólo vine por algo de tomar.
Jaqueline: — Permíteme atenderte, eres visita...
Verónica: — Gracias, en verdad no es necesario.
– Colocó en mis manos el vaso con agua y yo me sentí incomoda, di unos pasos hacia atrás, topando con Patricia que había salido a buscarme.
Patricia: — ¿Todo bien? Jaqui, por favor déjanos solas...
Jaqueline: — No hice nada...
– Se retiró alzando las manos –
Patricia: — ¿Por qué te saliste de la habitación? ¿Qué te dijo Jaqueline?
Verónica: — Quería algo de tomar, y en eso estaba cuando tu prima se acercó.
Patricia: — Lo que menos quiero es que te sientas incómoda, ya estoy lista, nos podemos ir.
Verónica: — Pero si...
Patricia: — Vamos, acompáñame por las cosas.
Verónica: — ¿Estás bien?
Patricia: — Por supuesto, ¿Por qué no lo estaría?
Verónica: — ¿Todo bien con Roberto?
Patricia: — Comenzó a reclamar el porqué no le dije que vendría contigo, y después como si no hubiese dicho nada, me invita a cenar.
¿Quién lo entiende?
Verónica: — No le tomes importancia, Roberto es así cuando se siente excluido.
Patricia: — Necesitaré paciencia con tu amigo...
– Comenzamos a reír, y a llevar las maletas al auto, unas que otras cajas selladas y por último una pequeña jaula con un hámster en ella.
Verónica: — ¿Pero que es esto?
– Riéndome al sostener la jaula –
Patricia: — Él es Benito, mi mascota.
Verónica: — Ja, ja, ja... Está super chistoso su nombre.
Patricia: — Ya sé, mi sobrino quiso que se llamara así.
Verónica: — ¿Por qué un hámster?
Patricia: — Es regalo de mi cumpleaños, es recuerdo de una persona especial para mí.
Pero eso luego te lo contaré, ya es hora de irnos...
– Terminamos de subir las cosas y emprendimos el viaje de regreso.
En el camino, me detuve al ver hacia un aparador de una tienda que se encontraba en la entrada a la ciudad.
Patricia: — ¿Por qué te detuviste?
– Cuestionó al ver que me retiraba el cinturón de seguridad y me disponía a bajar –
Verónica: — Ya lo verás, acompáñame.
– Ambas bajamos del auto y nos dirigimos a la tienda, entramos y muy segura solicité lo que había visto –
Verónica: — Señorita, buen día. Podría mostrarme aquel oso de peluche que se encuentra en el aparador, por favor.
Vendedora: — Por supuesto, permítame.
– No pude evitar sonreír de la emoción al ver cuando lo sostenían entre dos personas –
Patricia: — No me digas qué...
– Sorprendida del tamaño y de lo hermoso que estaba aquel oso –
Verónica: — ¿Tú crees que le guste?
– Lo tenía frente a mí, se veía espectacular por su gran tamaño y la presentación que tenía –
Patricia: — Le va a encantar, está hermoso...
Verónica: — Me lo llevo, ¿Le puede colocar un moño por favor?
Vendedora: — Claro que sí, también tenemos cajas de chocolates, rosas, por si gusta anexarle un detalle más.
– La chica en su máxima oportunidad de venta.
Verónica: — Eh.... Muéstrame las rosas por favor.
– Caminamos hacia un área de decoraciones y desde el primer instante me enamoré de una caja color negra, decorada con corazones blancos y dentro de ella, rosas rojas y blancas.
Sin duda alguna sabía que esas rosas y el oso, debían estar juntos...
Verónica: — Quiero esta caja de rosas por favor.
Vendedora: — Por supuesto, de cortesía le anexaremos unas velas aromáticas.
Verónica: — Muy amable, muchas gracias.
Patricia: — Están hermosas, esa mujer quedará enamorada en cuánto lo vea.
Verónica: — Espero que sí...
– Salimos de la tienda y a como pudimos acomodamos el oso dentro del auto, en realidad estaba muy grande. La caja de rosas, la llevaba Patricia sobre sus piernas.
Patricia: — ¿Y cómo será la sorpresa?
Verónica: — En eso estoy pensando, no sé cómo entrar con las cosas sin que se de cuenta.
Patricia: — ¿Planeas hacer algo más?
Verónica: — Quiero preparar algo para ella, pensaba en una cena romántica.
Pero con ella ahí, no puedo ocultar las cosas obviamente.
Patricia: — Hagamos algo, tú llegas normal a su casa, estás con ella y preparas la cena o lo que vayas a hacer.
Cuando tengas todo listo, yo te puedo llevar los regalos y así la sorprendes...
Verónica: — ¿Lo harías?
Patricia: — Por supuesto, encantada de ayudarte.
Verónica: — Ok, no se diga más.
– Me sentía emocionada al comenzar a planear la sorpresa para Any, tiempo después, llegamos al edificio y bajamos las cosas que había llevado Patricia, tomé algo de ropa para quedarme con Any esa noche.
Patricia: — ¿Ya estás lista?
Verónica: — Sí, sólo termino de recoger esto...
– Había desordenado mi closet –
Patricia: — No quiero imaginarme como está esa ropa...
Verónica: — Ja, ja, ja... Mejor no te lo imagines, mi peor defecto es ser desordenada.
– Tomé mis cosas y salimos del departamento para dirigirnos a casa de Any.
Hicimos una parada pues necesitaba comprar lo que ocuparía para preparar la cena especial y posteriormente llegamos a mi destino.
Patricia: — Bien, hemos llegado.
Verónica: — Te mandaré mensajes más tarde, para acordar tu llegada.
Patricia: — Estaré atenta al teléfono, no te preocupes, mucha suerte...
– Bajé del auto y tomé las cosas que había comprado, busqué las llaves de la casa y abrí la puerta lo más despacio posible para no hacer ruido.
Any: — ¡Mi amor, por fin llegaste!
– Levantó sus brazos y su sonrisa marcaba sus hoyuelos que tanto me encantaban.
Dejé las cosas en el suelo y no dudé en correr hacia ella.
Verónica: — Necesitaba verte...
– La abracé fuerte y no dudé ni un segundo más, para besarla.
Eran de esos besos en que entregabas el alma, sus labios eran tan suaves que no podía evitar morderlos.
Nos deteníamos para vernos a los ojos y sonreiamos, no hubo más palabras, sólo besos...
Así estuvimos por varios minutos, no podía creer que estaba ahí con ella, me sentía feliz y eso era algo que tenía mucho tiempo no había sentido.
Any: — Te extrañé...
– Cruzó sus brazos sobre mi cuello –
Verónica: — ¿Mucho, o poquito?
Any: — Mucho más de lo que te imaginas.
Verónica: — Necesitaba estar cerca de tí, ya no podía estar ni un minuto más sin besar esta boquita...
– Nuestros besos eran tiernos, cada movimiento de nuestros labios parecían estar en cámara lenta.
Any: — Me pasaría toda la noche besándote...
Verónica: — Deseo concedido...
Any: — ¿De verdad te quedas conmigo esta noche?
Verónica: — Sí amor, si tú quieres, claro...
Any: — Claro que quiero, deseo pasar más tiempo contigo.
Verónica: — ¿Por qué?
Any: — ¿Cómo que por qué?
Verónica: — Quiero saber porque quieres pasar más tiempo conmigo.
Any: — Porque quiero conocerte más, quiero identificar cada gesto tuyo, quiero saber tus gustos, descubrir tus habilidades, tus defectos,  todo, quiero saber todo de tí amor.
Verónica: — Repite lo último...
– La veía a los ojos –
Any: — Quiero saber todo.
Verónica: — No, lo otro...
Any: — ¿Amor?
Verónica: — Que bonito se escucha que me digas así...
Any: — Que bonito es poderte decir así, libre sin miedos.
– Me besó –
Así estuvimos entre besos y palabras de cariño, ambas con ese brillo en la mirada.
Verónica: — Ya es tarde, ¿Comiste?
Any: — Sí, Yessenia dejó preparado almuerzo.
Verónica: — Ok, amor. Voy a preparar la cena, porque ya se acerca la hora de tu medicina.
Any: — ¿Qué preparás?
Verónica: — Algo rico, y especial...
Any: — Suena interesante, le avisaré a Yessi que hoy te quedarás conmigo, para que no tenga que tomar doble transporte.
Verónica: — Dale las gracias de parte mía, por el apoyo que te brinda. Estos días yo me encargaré de cuidarte, así ella descansa un poco.
– Comencé a preparar las cosas para la cena, yo estaba en la cocina y ella desde la sala me respondía –
Any: — ¿Y tus consultas?
Verónica: — Ya me dieron mis vacaciones amor, sólo me presento el Lunes a una cirugía y estaré libre 15 días exclusivamente para tí.
Any: — ¿Sólo para mí? ¿Segura, segura?
Verónica: — Sí, yo te voy a ayudar con tu fisioterapia y estaré al pendiente de todo lo que necesites.
Además, recuerda que nos vamos de vacaciones juntas.
Any: — Amor, pero así cómo estoy no vamos a poder disfrutar de las vacaciones.
Creí que sería después...
Verónica: — Eso no es impedimento, yo te puedo llevar cargada a todos lados.
– Me acerqué a ella y coloqué una porción de queso en su boca –
Any: — Que rico... Pero no se compara con la delicia de tus besos.
– Le besé la frente y me regresé a la cocina –
Any: – Amor, ¿En serio así vamos a viajar?
Verónica: — Sí, ya verás que vas a disfrutar del viaje, además vas con una doctora.
Any: — La mejor de todas, por cierto...
– Dejé de picar el pimentón y le mandé un beso.
Any: — ¡Me encantas!
Verónica: — ¡Tú me encantas más!
– Conversamos acerca de su trabajo y sus pendientes, mientras yo terminaba de preparar la cena.
Al mismo tiempo le mandaba mensajes a Patricia para acordar la hora de la sorpresa.
Any: — ¡Amor!
Verónica: — Voy mi vida...
– Coloqué la bandeja dentro del horno y me dirigí hacia la sala –
Verónica: — Aquí estoy, ¿Necesitas algo, amor?
Any: —  A tí...
Verónica: — Aquí me tienes amor.
Any: — Pero yo te quiero aquí a lado mío, para que me abraces y me des muchos besos.
Verónica: — Ven aquí mi amor...
– Me acosté a su lado y la abracé, tomé su mano y le daba pequeños besos por toda su cara –
Any: — Necesitaba estar así contigo, te quiero.
– Acarició mi mejilla –
Verónica: — Yo también te quiero, corazón.
– Nos besamos y nos quedamos abrazadas, nos quedamos dormidas hasta que mi teléfono comenzó a sonar –
Any: — Amor, te están llamando...
Verónica: — ¡La cena!
– Me desperté asustada y me dirigí a la cocina.
Any: — ¿Todo bien?
Verónica: — ¡Sí, llegué a tiempo!
– Comencé a reír –
Tuve otra llamada...
Verónica: — ¿Aló?
Patricia; — ¿Ya estás lista? Estoy llegando...
Verónica: — Sí, ahora salgo.
Patricia: — Espera, tengo preparado algo.
En cuanto yo te marque, salen las dos...
Verónica: — De acuerdo, espero la llamada.
– Finalicé la llamada –
Verónica: — Amor...
Any: — ¿Pasó algo?
Verónica: — Sí amor, necesito salir pero no te quiero dejar sola aquí, así que me vas a acompañar.
Any: — Amor, si es una emergencia, adelante... Yo me quedo aquí y te espero, tranquila.
Verónica: — Necesito que me acompañes amor, ya te explico con más detalles.
Any: — Está bien, amor.
– Preparé la silla de ruedas y la apoyé para que se sentara.
Me sentía emocionada y a la vez con intriga por saber que había planeado Patricia.
Any: — ¿Y luego?
Verónica: — Ahora salimos, espera...
– Entró la llamada –
Verónica: — ¿Sí?
Patricia: — Listo, cuenta hasta diez, y salen...
– Finalizó la llamada –
Verónica: — Vamos...
Any: — ¿Por qué tanto misterio?
Verónica: — Cierra los ojos mi amor, por favor.
Any: — ¿Por qué?
Verónica: — Sólo hazlo, amor.
– Colocó sus manos sobre sus ojos –
Al salir, comenzó a sonar a todo volumen la canción de Melendi, la chica perfecta.
Verónica: — Amor, ya los puedes abrir...
Any: — ¡Oh por Dios!
– Sorprendida por lo que veía, comenzó a llorar.
Patricia había estacionado el auto
hacia el frente de la casa, sobre la cajuela del auto, estaba el oso gigante que sostenía el lienzo de papel de aquel dibujo que había realizado días atrás, y aún lado se encontraba la caja de rosas.
Verónica: — Sorpresa, mi amor...
– Le decía al oído mientras la abrazaba –
Any: — Amor, es la sorpresa más hermosa, gracias...
– No podía hablar, pues estaba llorando –
Verónica: — Mi vida, no llores... Sólo quise hacer un detalle para tí.
Any: — Lloro de felicidad, porque eres una mujer maravillosa y es la sorpresa más hermosa que he tenido.
Verónica: — Quiero que tengas presente que te quiero bien, que deseo cuidarte, respetarte y hacerte feliz.
– Me abrazó fuerte y nos besamos, la canción continuaba...
Any: — No cabe duda que soy afortunada de tenerte en mi vida.
Verónica: — Afortunada soy, porque me diste la oportunidad de estar aquí contigo.
– Al finalizar la canción, Patricia se acercó y tomó la caja de rosas junto con el lienzo de papel.
Patricia: — Hola Any, es un placer entregarte este retrato que fue hecho con amor.
Estas hermosas rosas que fueron escogidas pensando en tí, y el protagonista de esta bella historia...
– Señalando al oso –
Any: — Muchas gracias por ayudar con la sorpresa, en verdad ha sido hermoso...
Patricia: — Con mucho gusto.
– La saludó con un beso –
Patricia: — Yo me paso a retirar para que disfruten de su noche...
Verónica: – Muchas gracias, en verdad...
Patricia: — Siempre que pueda ayudar, encantada lo haré. Disfruta cada momento, si necesitas algo sólo llama...
Verónica: — Ve con cuidado por favor, y suerte con el bipolar de mi amigo.
– Nos abrazamos para despedirnos –
Nos quedamos afuera un momento en lo que Patricia se retiraba y así entramos con calma a la casa.
Any: — Amor, gracias por esta sorpresa,  en verdad no sé...
– No la dejé hablar, comencé a besarla...
La cargué y la llevé al mueble para que se recostara.
Cada que intentaba hablar, la detenía al besarla.
Verónica: — Lo único que quiero que tengas presente, es que aquí estás y que soy feliz de que lo estés...
– Coloqué su mano sobre mi pecho, para que sintiera latir mi corazón –

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