Las mentiras del amor
Capítulo 20Puedo jurar que veía el rostro de Any frente a mí, que anhelaba tanto sentir su aroma y el calor de su cuerpo junto al mío.
Deslizaba mis manos lentamente hasta sus piernas, omitiendo el sonido de mi celular.
Fernanda: — Contesta, puede ser importante.
– Me detuvo –
Verónica: — Si hay una tercera llamada, contesto.
– Continué besandola –
El teléfono volvió a sonar...
Verónica: — ¿Aló?
Minerva: — Vero... Mi papá acaba de fallecer.
– Apenas se escuchó su voz –
Verónica: — ¿Qué? Eso no puede ser, él estaba estable, ni siquiera me han llamado.
Minerva: — Hace 5 minutos que me confirmaron, por eso te estoy llamando.
Verónica: — Voy inmediatamente para allá.
– Finalicé la llamada.
Fernanda: — ¿Qué pasó?
Verónica: — Discúlpame, debo ir a la clínica.
– Respondí entre lágrimas y el enojo que sentía.
Fernanda: — Tranquila, yo te llevaré, vamos.
– Me tomó de la mano, buscó sus llaves y salimos del departamento.
Fernanda: — ¿Puedo saber que pasó?
Verónica: — Falleció el papá de una amiga, él era mi paciente.
Fernanda: — Realmente lo siento, ahora entiendo tu reacción.
– En el trayecto hacia la clínica, nunca soltó mi mano –
Verónica: — No entiendo que pasó...
Fernanda: — Encontrarás la respuesta al estar ahí, pero necesitas estar tranquila, estás muy alterada.
Verónica: — Era mi paciente, el papá de mi amiga, él era una persona maravillosa.
Fernanda: — Entiendo, ya casi llegamos.
– Estábamos ingresando al estacionamiento y Eliza iba llegando.
Fernanda: — ¿Ella es?
Verónica: — Ella también es hija de don Carlos.
Fernanda: — Ahora entiendo...
Verónica: — No es nada de lo que te imaginas, su hermana es mi amiga.
Fernanda: — No pensé mal, entendí su estancia aquí en la clínica, eso es todo.
Verónica: — Discúlpame, esta noticia me tiene...
Fernanda: — Estaré aquí para lo que necesites, ahora quiero que entres con mente fría para poder llegar al origen de este lamentable caso.
– Me abrazó, me dio un beso en la frente y acarició mi mejilla.
Verónica: — Gracias, por favor ve con cuidado.
Fernanda: — Sí, y no olvides que si necesitas algo, sólo llámame.
Verónica: — Lo tendré presente, debo irme.
– Me despedí con un beso y bajé del auto –
Al ingresar a la clínica, Eliza me alcanzó.
Eliza: — ¿Cómo es posible que mi padre ha fallecido? ¡Se supone que tú estabas a cargo de él!
Verónica: — Este no es el momento para tus reclamos sin fundamentos.
– Continúe caminando hasta tomar el elevador.
Eliza: — Tú dijiste que él estaría bien, qué por eso lo tenías aquí, y ahora está muerto.
– Me empujaba y sostuve sus manos, y la abracé fuerte.
Verónica: — Te juro que no sé que pasó, por eso estoy aquí. En verdad lo siento mucho, a mí también me duele esta noticia.
Eliza: — Dijiste que él estaría bien, y ahora ya no está.
– Lloraba mientras la tenía abrazada, acariciaba su cabello para calmarla. Llegamos al piso donde se encontraba la habitación, y la llevaba abrazada por el pasillo hasta dejarla en la sala de espera.
Al llegar, Minerva estaba en el módulo firmando la documentación del fallecimiento, al verme dejó todo y me alcanzó para abrazarme.
Minerva: — Lo perdimos, mi papá ya no está con nosotros.
Verónica: — Perdóname, yo hice todo porque él estuviera bien, no sé que pasó.
Minerva: — Él estaba bien, estábamos platicando y de pronto comenzó a sentirse mal.
– Comenzo a llorar –
Verónica: — El señor Carlos Estrada era mi paciente, ¿Me pueden explicar por qué no me llamaron?
– Molesta Cuestioné y las enfermeras se quedaron calladas.
Verónica: — Hice una pregunta, ¿Qué médico está de guardia, y dónde está?
– Me separé de Minerva y avancé al módulo.
Enfermera: — El doctor Cáceres.
Verónica: — ¿Dónde está? ¿Por qué no me llamaron?
Enfermera: — Todo pasó rápido, atendimos al paciente pero desafortunadamente...
Verónica: — ¿Hora de fallecimiento? ¿Dónde está el expediente?
Enfermera: — Aquí está el expediente.
Verónica: — ¿Dónde está el doctor Cáceres?
Enfermera: — No lo sé...
Verónica: — Tiene 40 minutos que falleció, ¿Por qué no me habían llamado?
Doctor Cáceres: — Yo les pedí que no lo hicieran, porque yo le explicaría.
No pensé qué...
Verónica: — ¡Usted no pensó, claro que no pensó! El paciente era mi familiar, todos lo sabían, tenían orden que me llamaran ante cualquier situación.
– Las enfermeras estaban asustadas al verme molesta –
Doctor Cáceres: — Necesito hablar con usted, en privado por favor.
– Al escuchar eso, sabía que había problemas.
Nos dirigimos a la oficina del módulo.
Verónica: — Sea claro y directo al problema.
Doctor Cáceres: — Hubo una confusión al aplicar medicamentos, al redactar la orden se colocó otra dosis que no era la indicada.
Verónica: — No puede ser, ¿Cómo se dio cuenta de ello?
Doctor Cáceres: — Al realizar anotaciones al expediente.
Cuando acudimos a reanimar al paciente, no sabíamos el motivo. Después de varios intentos, fijamos su hora de muerte.
Verónica: — En ese momento, su deber era llamarme.
Doctor Cáceres: — Lo sé, pero en ese momento lo único en que pensamos era en salvar la vida del paciente, y al no poder hacer nada, yo decidí hacer la llamada y explicarle.
Pero al estar redactando el expediente, me percaté del error en la aplicación de medicamento.
Verónica: — El expediente marca que tenía 25 minutos la aplicación del medicamento, eso quiere decir que su ritmo cardíaco fue incrementando poco a poco hasta sufrir el paro.
Doctor Cáceres: — Al estar con un antecedente reciente de un paro, no soportó más alteración. Su último electrocardiograma muestra la secuencia...
Verónica: — ¿Quién realizó la orden para aplicar solución?
Doctor Cáceres: — Yo la realicé.
Verónica: — ¿Sí eres conciente de lo que significa esto, verdad?
Doctor Cáceres: — Sí, sé que he perdido mi trabajo.
Verónica: — Tu trabajo, y posiblemente tu cédula profesional. Si la familia decide demandar, corres ese riesgo.
Y no puedo ocultar esto...
Doctor Cáceres: — Por favor, doctora. Fue un error al transcribir una orden.
Verónica: — Una orden que le costó la vida a una persona, muy independiente de la condición en que se encontraba, el pudo vivir muchos años, él se encontraba dentro del margen estable.
Doctor Cáceres: — Acepto mi responsabilidad.
Verónica: — Lo siento, pero debes quedarte aquí hasta que lleguen los abogados para tomar tu caso.
– Salí de la oficina –
Verónica: — Encárgate de los trámites funerarios por favor, llama a la abogada Ruth, le dices que solicito su presencia lo antes posible, que es una emergencia, me informas en cuánto te den respuesta.
– Le indique a la trabajadora social, y me dirigí a la habitación donde se encontraba Minerva y Eliza.
Minerva: — ¿Cómo le doy esta noticia a mi mamá?
– La abracé fuerte y me quedé en silencio, el llanto no me permitía hablar –
Eliza: — ¿Qué ocasionó su muerte?
Verónica: — Tuvo una alteración en su ritmo cardíaco, y su corazón no soportó otro paro.
Eliza: — ¿Y por qué tuvo esa alteración? ¿Qué le dijiste a papá, Minerva?
Minerva: — Ni se te ocurra culparme, que ni siquiera me atreví a contarle de las estupideces que haces.
Eliza: — Tú...
Verónica: — Basta, no es el momento ni el lugar para sus discusiones, y tu no tienes derecho de culpar sin fundamentos.
Eliza: — Cuando yo me fui, él estaba alegre, no se sentía mal.
Verónica: — Tengo que decirles algo, y quiero que mantengan la calma.
– Minerva tomo asiento y tomó mi mano, Eliza la miraba con odio –
Verónica: — La alteración que sufrió su padre, fue provocado por una dosis de más, referente a su medicamento.
El doctor de guardia cometió el error al transcribir la orden que se dejó, su corazón no soportó su ritmo elevado y no se pudo hacer nada.
Eliza: — ¿Dónde está ese doctor?
Verónica: — Tranquila, no vas a solucionar nada con esa actitud, llamé a los abogados de la clínica para que tomen este caso y se haga lo que corresponde.
Eliza; — Él es culpable, tiene que ir a la prisión.
Verónica: — Deja que los abogados hagan su trabajo.
Minerva: — Tú también deberías ir, tú provocaste su primer infarto.
Eliza: — Yo no tuve la culpa, yo sólo exigí lo que por derecho me corresponde.
Minerva: — Pues ya serás feliz, ya cobrarás tu herencia.
Eliza: — Estoy cansada de que te metas en mi vida...
Verónica: — ¡Ya basta! Ni siquiera por la pérdida de su padre pueden estar sin discutir.
¿Qué les pasa?
Minerva: — Perdón, tienes razón.
– La abracé y besé su cabeza.
Verónica: — Tranquila, ¿Sí? Yo sé perfectamente lo que duele, y sólo te pido calma y aceptación, no estás sola.
Minerva: — ¿Cómo le explico esto a mi mamá?
No sé cómo hacerlo.
Verónica: — Necesitan hablarle a su hermano, yo inicié los trámites funerarios por eso no se preocupen.
Entre ustedes tres, deben hablar con su mamá.
Eliza: — Tú también eres parte de la familia, necesitas estar ahí.
Minerva: — Es cierto, ¿Podrías acompañarnos? Papá te quería mucho...
Verónica: — Está bien, sólo necesito que me digan que procede respecto al doctor.
Eliza: — Que se haga un juicio.
Minerva: — Lo que tu sugieras Vero.
Verónica: — En este caso, esperamos la opinión de Edgar y de su mamá.
Ahora debo ir a verificar los trámites, por favor eviten discutir y si necesitan algo me llaman.
Eliza: — ¿Te vas a ir?
Verónica: — Estaré en la clínica, sólo debo realizar unas cosas y regreso con ustedes.
Minerva: — Vero, muchas gracias por apoyarnos.
Verónica: — No hay nada que agradecer, ya regreso.
– Salí de la habitación y me dirigí a la oficina. Estar en esa situación, me hacía recordar cuando mi papá falleció.
Pero debía dejar mi lado sensible y retomar el puesto que mi padrino me había encargado.
Así que decidí llamarle y explicarle lo que estaba pasando, estuve en llamada por dos horas y recibí indicaciones respecto al caso.
Aquella llamada con el director, provocó que adelantara su regreso.
Seguí sus indicaciones, preparaba todo lo necesario para el regreso del director.
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Las mentiras del amor
Short Story¿Quieren saber cómo mentirle al corazón? Esta es una y mil razones para leer. Verónica es una chica que pierde a sus padres y se encuentra en algo enredado llamado amor.