Las mentiras del amor Capítulo 33

174 9 0
                                    

Las mentiras del amor
Capítulo 33

Sábado 11 de Agosto
10:00 am

Any: — ¿Estás bien, amor?
Verónica: — Sí, todo bien cariño.
Any: — ¿Quieres decirme algo?
Verónica: — No, bueno sí, eh...
Any: — Tranquila, me puedes decir las cosas.
Verónica: — Había hecho planes con una amiga, mucho antes de que nosotras empezáramos la relación, quedé en salir con ella pues se va mañana a Florida.
Any: — ¿Y pensaste que eso me iba a molestar?
Verónica: — No, pensaba en qué hacer. Prometí quedarme contigo y pues...
Any: — Me has dicho que los planes estaban antes de... Así que ve con tu amiga, necesitan ese tiempo juntas. Además me comentas que va a viajar, así que ve a despedirte.
Verónica: — Pero no te quiero dejar sola, ¿Y si vas con nosotras?
Any: — ¿crees conveniente que vaya? Primero debes comentarle, igual y sólo quiere pasarla contigo. 
Verónica: — Voy a escribirle...
《Hola, Mine. Disculpa la demora, pues estaba ocupada con algunas cosas y estoy en casa de mi novia.
¿Hay posibilidad de que salgamos las tres?
– Envíe el mensaje –
Verónica: — En lo que responde, te quiero mostrar el lugar al que me gustaría llevarte en las vacaciones.
Any: — A ver...
Verónica: — ¿Qué te parece islas mujeres?
Any: — ¡Wow! Se ve hermoso el lugar, me parece perfecto amor.
Verónica: — Al estar ahí, podemos conocer más islas que se encuentran alrededor.
Any: — Amor, pero yo no puedo nadar así...
Verónica: — Estuve pensando en ello, así que vamos a viajar en mi última semana de vacaciones, tenemos estos días para hacer tu fisioterapia al cien por ciento y tu puedas sostenerte sin apoyo alguno.
Obviamente al viajar iremos preparadas por alguna lesión.
Any: — Que bárbara, ya tienes todo calculado.
Verónica: — Yo lo único que quiero es que estés bien y que disfrutes de ese viaje.
Si en dado caso no se puede, cambiamos el destino y en otra ocasión viajamos al caribe.
Any: — Perfecto amor, ven aquí...
– Me tomó del cuello y me acercó a ella para besarme –
En ese momento mi teléfono tuvo notificación de mensaje.
Minerva: 《Claro, encantada. Será un gusto conocerla y saber en manos de quien te dejo, ja, ja. Tú indica la hora y el lugar...》
Verónica: — Amor, mi amiga ya me respondió, dice que quiere conocerte.
Any: — ¿En serio?
Verónica: — Sí, ¿A dónde te gustaría ir?
Any: — Donde tu elijas estará bien.
Verónica: — De acuerdo, nos preparamos para salir almorzar con ella y pasamos toda la tarde fuera. Le voy a escribir...
《Mine, ¿Te parece bien si almorzamos en el Sur Real? Estando ahí, fijamos otro lugar》.
– Había enviado el mensaje de respuesta y me sentía emocionada al saber que mi mejor amiga conocería a la mujer de la que me había enamorado.
Sabía que podía ser un poco incómodo por el hecho de que Minerva sentía algo por mí, pero habíamos hablado del tema y sabía que ante todo, primero estaba nuestra amistad.
– Recibí respuesta –
Minerva: 《Me parece perfecto, les veo a las 2:00 pm》
– La cita estaba lista, y nosotras debíamos aprovechar el tiempo que nos quedaba, para realizar la fisioterapia de Any, así que comenzamos a hacer algunos ejercicios y mientras los realizábamos, no dejábamos de demostrarnos afecto.
Yo me enamoraba cada vez de su sonrisa y esa mirada de niña mimada, ella no dejaba de besarme y abrazarme...
Any: — Me encantan tus besos, ¿Qué haces para que me gusten tanto?
Verónica: — Te beso con amor, digamos que yo hago el truco y tu eres la magia.
Any: — Por eso me encantas.
Verónica: — ¿Por qué?
Any: — Porque antes de darme una respuesta, sonríes divinamente y lo que me dices es más que lindo.
No sé cómo haces para encontrar las respuestas justas y correctas.
Verónica: — Creo que cuando el sentimiento es sincero, las respuestas son así, firmes y claras.
Any: — Me encantas, me encantas, me encantas...
– Repetía al darme besos –
Al pasar un tiempo considerado, comenzamos a organizarnos para nuestra primera salida como pareja.
Verónica: — ¿Te das cuenta que es nuestro primer paseo juntas? Aún no lo puedo creer...
Any: — El primero de muchos, mi amor.
Verónica: — Así es, mi vida.
– Nos arreglamos y pedí un taxi para que fuese por nosotras, pues mi auto se lo había llevado Patricia.
Verónica: — ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
– Preocupada por que estuviese cómoda –
Any: — Estoy bien, amor. Sólo un poco nerviosa, espero agradarle a tu amiga.
Verónica: — Verás que sí, Minerva es muy alegre y seguro se llevarán muy bien.
– El taxi llegó por nosotras y llegamos al restaurante mucho antes que Minerva.
Any: — Que hermoso lugar, no había tenido la oportunidad de venir aquí.
Verónica: — Te encantará más, te lo aseguro.
– Nos asignaron una mesa, revisamos la carta y nos tomaban la orden cuando Minerva se acercó a la mesa –
Minerva: — Hola...
– Sonreía –
Verónica: — Mine...
– Me puse de pie y le di un abrazo fuerte –
Minerva: — Discúlpen la demora, había mucho tráfico.
Verónica: — No te preocupes, y bien, Mine... Te  presento a Any.
Any, ella es mi mejor amiga, Minerva.
Minerva: — Mucho gusto Any.
Any: — Encantada de conocerte.
– Nos sentamos, ambas sonreían al verse.
Ordenamos y disfrutamos del almuerzo entre una agradable plática.
Minerva: — Me gusta cuando mi amiga se ve feliz.
– Tomó mi mano y sonrió con las dos –
Verónica: — Gracias, Mine...
Minerva: — En verdad, si pudieras verte, créeme que me darías toda la razón.
Verónica: — ¿Por qué?
Minerva: — Sonríes, tu mirada tiene ese brillo del que tanto hablábamos cuando éramos adolescentes, ¿Recuerdas?
Verónica: — Eh, aquel que se reflejaría cuando...
Minerva: — Cuando estuvieras con tu chica perfecta. Y ahora que te observo, creo que alguien lo consiguió.
– Observó a Any –
Any: — ¿Por qué me miran así?
– Comenzó a sonrojarse –
Minerva: — En serio, me encanta como se ven juntas.
Verónica: — Lo único que puedo decir, es que me siento bien y que esta mujer me tiene enganchada.
– Besé su mano –
Any: — Hermosa – Me dio un beso –
Minerva: — Espero que me vayan a visitar...
Any: — Por supuesto, yo me encargo de que así sea. ¿Iremos, verdad amor?
Verónica: — Sí, posiblemente a finales de año te podemos ir a visitar, ya que tomé vacaciones ahora.
Minerva: — ¿Estás de vacaciones?
Verónica: — Sí, ya necesitaba un descanso...
Minerva: — Ya era justo, tenías mucho tiempo encerrada en esa clínica. 
Verónica: — Lo sé, por ello decidí tomar dos semanas y viajaremos unos días al caribe.
Minerva: — Vaya que escogiste buen lugar para descansar. Te mandaré unos datos sobre algunos lugares que pueden visitar, y sé que les gustará.
Verónica: — Te lo agradeceré, aún no he hecho reservación.
Minerva: — Perfecto, te daré los datos del hotel donde me hospedé la última vez que estuve ahí y créeme que te vas a enamorar del lugar.
Any: — ¿Y si viajas con nosotras?
Minerva: — Muchas gracias por la invitación, pero tengo fechas programadas con proveedores, no podría viajar así de último momento.
Verónica: — Haz el intento, viajamos en mi segunda semana.
Minerva: — De acuerdo, veré que puedo hacer...
– Disfrutamos de los platillos, brindamos, conversamos de nuestra amistad y de algunos planes que teníamos aun por concretar. Minerva y Any se habían agradado, decidimos continuar en otro lugar y optamos por ir a un bar que se encontraba a unas cuadras de la clínica.
Al entrar al lugar, algunos se sorprendían al vernos llegar con Any que iba en silla de ruedas.
Mesero: — Doctora, que gusto verla de nuevo. Está disponible su mesa, pasen por favor.
Verónica: — Hola Gustavo ¿Qué tal?
– Me ayudó a llevar a Any hasta la mesa y acomodó su silla –
Any: — Gracias, muy amable...
Mesero: — Para servirle. ¿Desean ordenar?
Any: — Yo quiero una cerveza, clara, por favor.
Minerva: — Yo también quiero cerveza.
Verónica: — Yo...
Mesero: — ¿Wisky doble?
Verónica: — Eh, sí, por favor.
– El mesero se retiró –
Any: — Pero vaya que te conocen...
Minerva: — Ja, ja, ja... Cliente distinguido.
– Reímos –
Verónica: — Solía venir con mi papá cada fin de semana y algunas veces entre semana cuando invitabamos a Roberto.
Minerva: — Hablando de él, ¿Por qué no le llamas y le dices que nos acompañe?
Any: — Sí, es cierto...
Verónica: — De acuerdo, le llamaré.
– Tomé mi teléfono y le llamé a Roberto –
Verónica: — Hola, doctor. ¿Cómo está?
Roberto: — ¿Dónde estás?
Verónica: — Ja, ja, ja... ¡Me cae mal tu seriedad!
Roberto: — Es que tú no me dices así...
Verónica: — Estamos en el tren...
Roberto: — ¿Qué tren? ¿Y quiénes?
Verónica: — En el bar, "El tren". Estoy con Mine y Any.
Roberto: — Ah... Vaya sorpresa, ustedes juntas. Claro que sí vamos, estamos cerca.
Verónica: — Va que va, aquí les esperamos.
– Finalicé la llamada –
Minerva y Any sonreían entre su plática.
Verónica: — ¿De qué me perdí?
Minerva: – Nos reímos de la forma en que miran a Any.
Verónica: — Supongo que dicen: Inválida, pero borracha.
– Reíamos –
Any: — Imagínate, así me quiere llevar a la playa...
Verónica: — No amor, ya no tendrás que usar la silla de rueda.  Además, te puedo llevar cargada.
Minerva: — Esa es la actitud...
– Comenzaron a colocar karaoke –
Al pasar unos minutos, Roberto se acercaba a nuestra mesa en compañía de Patricia.
Verónica: — ¡Hola!
– Nos saludaron –
Roberto: — Ya entraron en ambiente...
Mine, ¿Qué tal?
Minerva: — ¡Excelente! Aquí en mi despedida...
Roberto: — ¿Por qué?
Minerva: — Viajo a Florida.
Roberto: — Te hará bien cambiar de ciudad.
Minerva: — Sí, ya necesito alejarme un poco de tanta locura que hay aquí.
Cuéntame, ¿Cómo estás?
Roberto: — Muy bien...
– Comenzaban a conversar entre ellos –
Verónica: — ¿Qué tal anoche?
– Cuestionaba a Patricia –
Patricia: — Me llevé la mejor sorpresa, no sabía que tu amigo era tan romántico...
Any: — Algo le aprendió a su mejor amiga, ¿Verdad amor?
Verónica: — Ja, ja, ja... Por supuesto, yo soy su maestra, no es cierto. No sabía que preparaba algo, pero me alegra que ya sean novios oficialmente.
Patricia: — Me encantó, ha estado muy cariñoso.
Roberto: — ¿Qué hablan de mí?
Verónica: — ¡Que subirás a cantar!
Roberto: — ¡No, claro que no!
– Entre todas comenzamos a aplaudir y pidiéndole que cantara, a lo que accedió y tomó un sorbo de su trago para subir al escenario.
Estando ahí, soltó un poco su corbata y comenzó a cantar (Tu jardín con enanitos/Melendi)
Comenzamos a gritar para apoyarlo, y le hacíamos coro cuando nos acordabamos de la letra.
Roberto bajó del escenario y se acercó a nuestra mesa para seguir cantando, se acercaba a Patricia y cantaba con más energía.
Para ser sincera, sabía cantar y los que se encontraban en el bar le aplaudían.
Entre los gritos y aplausos, pude notar como Minerva observaba a Patricia, y le hice gestos para saber si sucedía algo.
Minerva sólo cerró los ojos y me hizo señas con las manos, (interpreté que después me contaría).
Any se veía muy contenta al estar con mis amigos, y obviamente yo estaba encantada de estar con ella y con mis personas favoritas.
Patricia: — Me encanta verles así, disfrutando de la noche.
– Se había acercado a mí, y al tomar su cerveza me habló muy cerca del oído –
Verónica: – Ambas lo necesitábamos, sobre todo quería que ella se sintiera a gusto.
– Respondí al momento que tomé la mano de Any –
Verónica: — ¿Tú qué tal te sientes?
– Continuabamos la conversación mientras Roberto había ido al sanitario y Minerva conversaba con Any, aunque eso no evitaba que Mine no le quitara la vista de encima.
Patricia: — Yo feliz, la hemos pasado juntos todo el día y después de esta canción... Lo estoy adorando.
Verónica: — Esa es la idea, que poco a poco se vayan conociendo uno al otro y amen sus detalles.
– Roberto regresó a la mesa y abrazó a Patricia, en ese momento comenzó a sonar una canción de Enrique iglesias/Duele el corazón.
Y era una de nuestras favoritas entre Roberto y yo, a lo que comenzamos a cantarla estando en la mesa.
Principalmente el coro era lo que resaltabamos, Any sonreía al verme cantar con Roberto y comenzó a grabarnos con su teléfono.
Al finalizar la canción, Minerva se acercó a mi asiento.
Minerva: — ¿Me acompañas al sanitario?
Verónica: — Claro, vamos...
– Le hablé al oído a Any –
— Amor, ya regreso, iremos al sanitario...
Any: — Ok, amor.
– Nos retiramos de la mesa y nos dirigimos al sanitario.
Verónica: — ¿Ahora si me vas a contar que pasa con Patricia?
– Le cuestionaba a Minerva mientras arreglaba mi cabello frente al espejo –
Minerva: — No sé, pero siento que la conozco de algún lugar...
Verónica: — Pero tu mirada es rara...
Minerva: — Ya sabes que no sé disimular.
Verónica: — ¿En el funeral, la viste?
Minerva: — Sí, y tuve la misma sensación sólo que por obvias razones lo dejé así.
Hasta ahora que la vuelvo a ver y estoy tratando de recordar.
Verónica: — No creo que sea para tanto, en algún lugar la viste de paso y por eso no recuerdas.
Minerva: — Posiblemente, pero no estaré tranquila hasta no recordar con exactitud...
– Patricia entró al sanitario y nos quedamos viendo en el espejo –
Patricia: — Chicas, ¿Está genial el ambiente, cierto?
Verónica: — Sí, tenía tiempo que no venía.
Patricia: — ¿Me esperan?
Verónica: — Claro...
– Minerva se quedó callada y con la misma mirada fuerte, seguía insistiendo en recordar –
Después de un rato, salimos juntas del sanitario y nos dirigimos a la mesa.
Roberto conversaba con Any, sonreían...
Verónica: — ¿Qué le estarás contando?
– Comenté al acercarme –
Roberto: — La vez que nos escapamos de la clínica e hicimos que los pasantes nos siguieran.
Verónica: — Claro, toda una anécdota, mi padrino nos castigó una semana con guardias.
Any: — Creí que la doctora era bien portada...
Verónica: — Lo soy mi amor, pero de vez en cuando hay que cometer locuras.
Patricia: — Any, nos toca saber que locuras harán con nosotras.
Any: — Ya hizo la primera, me trajo a un bar en silla de ruedas...
– Comenzamos a reír –
Aquella noche la pasamos de maravilla, disfrutamos de las conversaciones, recordamos muchas aventuras, nos retiramos del bar a las tres de la madrugada.
Roberto se ofreció a llevarnos a todas, primero pasamos a dejar a Minerva a su casa.
Se despidió de cada uno, y yo bajé del auto para poder abrazarla fuerte.
Verónica: — Cuídate mucho, y recuerda que siempre estaré aquí para tí.
Minerva: — Quiero que seas feliz, si tú lo eres, con eso me basta.
– Nos abrazamos y ambas nos limpiamos las lágrimas, nos soltamos de las manos y me dirigí a la puerta del auto.
Verónica: — ¡Te quiero!
– Exclamé al detenerme –
Minerva: — ¡Te quiero más!
– Respondió al mandarme un beso –
– Subí al auto y ella entró a su casa, esa había sido nuestra despedida.

Derechos reservados
Finita Chávez Sígueme en mi página de Facebook Loscoloresdeunalesbiana

Las mentiras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora