Las mentiras del amor Capítulo 5

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Las mentiras del amor
Capítulo 5

Me quedé sola unos minutos en la sala de descanso, esperaba que llegara la hora del estudio de Any. Pero en la espera, me quedé dormida...
—Doctora Téllez, se le solicita en el módulo dos. – Esa era la voz atrapada en la bocina –
Al escuchar mi nombre, desperté asustada y miré mi reloj... Salí rápido en dirección a la habitación de Any, pero ya no estaba ahí.
Tomé el elevador y me dirigí al módulo dos, que era el área de IRM (Imágenes por resonancia magnética).
Camillero: — Doctora Téllez, la paciente de la cama 33, ya está siendo preparada para realizar la IRM.
Verónica: — Gracias.
— Me acerqué al personal encargado a realizar el estudio, firmé la hoja de responsabilidad del paciente y solicité me dejaran pasar a hablar con ella antes de comenzar.
Ingresé a la habitación, me acerqué a ella y tomé su mano.
Any: — Creí que ya no vendrías.
Verónica: — Algo tarde, pero aquí estoy. Ya van a comenzar con el estudio, quiero que te relajes y cierres tus ojos. Yo estaré con el médico a cargo, todo saldrá bien.
– Apreté su mano –
Any: — Gracias por estar aquí...
Verónica: — Vale, me retiro y en unos minutos nos vemos.
– Salí de la habitación y me quedé a observar la toma del estudio. Al parecer todo estaba normal y eso me tranquilizaba un poco.
El tiempo transcurrió y al finalizar el estudio, ingresé a la habitación para apoyar a su traslado.
El médico a cargo del área, me observaba junto con el camillero, preferí ignorar sus miradas y salir pronto de ahí.
Enfermera: — Doctora, ¿A quién se le entregará el estudio de la paciente?
Verónica: — En cuánto esté, por favor lo envía a la dirección.
Enfermera: — Así será.
— Comenzamos a salir del módulo dos —
Verónica: — ¿Qué te parece si hacemos una carrera de aquí, al elevador?
– Jugaba con Any mientras iba detrás del camillero –
Any: — Va que va, camillero... ¡Acelere!
– El camillero no pudo contener la risa y comenzó a caminar más rápido, me adelanté y presione el botón del ascensor –
Verónica: — Ni con ayuda, me ganaste.
Mal, muy mal... – La miré a los ojos y comenzamos a reír, el camillero nos observaba –
Any: — Deja que pueda caminar, y sabrás lo que es una verdadera carrera.
Verónica: — ¿Así? Ya veremos, señorita.
— Descendimos y nos dirigimos a su habitación, me quedé con ella un momento –
Any: — ¿Te ocuparas?
Verónica: — ¿Necesitas algo?
Any: — No, sólo pregunto. Veo que revisas tu teléfono...
Verónica: — Tengo algunos pendientes y los realizo desde aquí.
Any: — Entiendo, ¿Puedo pedirte un favor?
Verónica: — Por supuesto, dime...
— Dejé de usar el teléfono, para prestar atención a su petición –
Any: — ¿Me prestas tu teléfono para hacerle una llamada a mi amiga?
Verónica: — Claro, permíteme.
– Me acerqué a ella –
Any: — Gracias, no voy a demorar lo prometo.
Verónica: — Tranquila, realiza tu llamada.
– La puerta se deslizó –
Carolina: — Doctora, ¿Me permite unos minutos?
Verónica: — Sí, claro.
– Le hice señas a Any de que ya regresaría, salí de la habitación y caminé un poco hacia el pasillo para hablar con Carolina, la chica de nuevo ingreso.
Verónica: — ¿En qué te puedo ayudar?
Carolina: — Disculpe por interrumpirla, ya le había comentado que esta semana estaré en su área, pero me comentan que estará en dirección, me gustaría saber si me asignará a otro lugar.
Verónica: — ¿Ya terminó su turno?
Carolina: — No.
Verónica: — Pues entonces no le puedo dar una respuesta ahora, enfócate en el área que estás asignada.
Carolina: — Entiendo, disculpe. Igual mi intención era invitarla a cenar hoy, ¿Qué dice?
– Giré hacia la habitación, Any nos observaba mientras hablaba por teléfono –
Verónica: — Gracias por la invitación, pero ya tengo planes para esta noche.
Carolina: — Entonces la invito a desayunar el día de mañana.
Verónica: — Mañana me toca trabajar, gracias de nuevo.
Carolina: — Será en otra ocasión, lindo día doctora.
– Su mirada fue totalmente seductora, debo confesar que pude sentir nervios. Me regresé a la habitación y me ajuste la coleta antes de entrar –
Any: — Aquí tiene su teléfono, gracias.
– Tono serio –
Verónica: — De nada, ¿Todo bien?
– Me senté a su lado –
Any: – Sí, todo bien...
– Respondió sin verme, y tomó su libro –
Verónica: — Ok, en un momento te traerán alimento, y dejaré indicaciones para que te apliquen medicamentos.
– Me sentí incómoda ante su cambio de humor, así que me retiré de su habitación.
No levantó la mirada en el transcurso que me dirigía a la puerta, y eso me dejó desconcertada.
Me dirigí al módulo de enfermería, firmé reportes, y me quedé un momento con las enfermeras.
Enfermera Martha: — ¿Se encuentra bien, doctora?
Verónica: — Sí, todo bien doña Martha.
Enfermera Martha: — ¿Desayunó?
Verónica: — No me dio tiempo, sólo tomé el chocolate; por cierto, que rico estaba.
Enfermera: — Lo llevaré a la cocina para calentarlo, no debe andar sin alimentarse.
Verónica: — Gracias doña Martha, iré por café y me quedaré en dirección.
Enfermera Martha: — En unos minutos se lo llevo.
– Cerré los ojos unos segundos, me sentía estresada... En realidad mi mente era ocupada al cuestionarme por qué Any se había comportado así. ¿Estaba celosa?
–Me preguntaba mientras me dirigía a la cafetería de la clínica –
— ¡Verónica! — Alguien había mencionado mi nombre, al girar me percaté que era la hermana de mi ex, la innombrable –
Verónica: — Hola, Minerva. ¿Qué tal?
– Nos saludamos –
Minerva: — Justo iba a preguntar si te encontrabas en la clínica, ¿Cómo has estado?
Verónica: — Bien, muy bien...
– Reafirme la respuesta –
Minerva: — Me da gusto, tiene tiempo que no te he visto, te alejaste por completo de todos.
Verónica: — El trabajo me mantiene ocupada, ya sabes cómo es esto... ¿Vienes a consulta?
Minerva: — Sí, tengo problemas con mi visión y el doctor Raymundo me atenderá.
Verónica: — Ah, que bien...
– Comencé a avanzar hacia la cafetería –
Minerva: — ¿Me aceptas un café?
Verónica: — No me lo tomes a mal, vine sólo por un café y me regreso a mis labores.
Minerva: — Vamos... Te conozco, me estás evadiendo y no deberías aplicarlo conmigo.
Verónica: — De acuerdo, yo invito el café.
– Pedí dos café expresso y ocupamos una mesa –
Minerva: — ¿Tuviste guardia?
Verónica: — Sí, ¿Por qué?
Minerva: — Te noto cansada, ¿Qué día tienes libre? Podemos salir a tomar un par de copas, como antes.
Verónica: — Estos días estaré ocupada, pero yo me comunico contigo para organizarnos.
¿Tus padres cómo están?
Minerva: — Mis padres muy bien, gracias por preguntar. Precisamente el fin de semana me preguntaron si sabía de tí, ellos te tomaron mucho afecto.
Verónica: — Me los saludas por favor, me alegra que estén bien. ¿Y cómo te va en el negocio?
Minerva: — Excelente, no pude hacer mejor inversión, y eso es gracias a ti por aconsejarme antes de que hiciera todo mal.
– Sonreímos –
Verónica: — Ya vez, siempre hay que arriesgarse pero con paso firme.
Minerva: — Lo sé, aprendí mucho gracias a ti.
– No sabía que más decir, y comencé a doblar la servilleta –
Minerva: — Sé que no debo hacer el comentario, pero aún no me explico como Eliza se atrevió a dejarte así de la nada.
– Dejé la servilleta y tomé café –
Verónica: — Prefiero no tocar el tema.
Minerva: — No puedes escapar todo el tiempo, lo que hizo mi hermana; te alejó de todos.
Verónica: — No es así.
Minerva: — Entonces dime ¿Por qué cambiaste de dirección, de número telefónico, de actitud?
Verónica: — Simplemente quise hacer un cambio a mi vida, no necesito de algo, ni de alguien, para realizarlo.
Minerva: — Vero, fuimos amigas antes de que conocieras a mi hermana, ¿Piensas que no te conozco? Te busqué, te llamé, vine a preguntar por ti y no tuve respuesta.
Verónica: — Sólo quise mi propio espacio.
Minerva: — ¿Y te hizo sentir mejor? Mírate, ya no eres la misma de antes...
Verónica: — ¿Y cómo quieres que sea la misma? Si tu hermana me hirió, jugó conmigo, nos íbamos a casar, habían planes, sueños, y de un día a otro me terminó.
– Respondí molesta –
Minerva: — Sé que te lastimó, y me duele ser quien les haya presentado. Desde que pasó todo, no ha vuelto a casa de mis padres, ni hablo con ella.
Verónica: — Terminó la relación cuando yo me encontraba en el peor momento, perder a mi padre fue un golpe muy duro para mí, y no esperaba que tu hermana hiciera eso.
– Agregué azúcar a mi café, algo que no solía hacer, pero necesitaba calma –
Ya no quiero hablar más del tema, aún me duele al recordar.
Minerva: — Yo sólo te pido que no me alejes, sigo siendo tu amiga. Te dejo mi tarjeta por si decides hablar otro día, no te voy a incomodar más. Y no tomes ese café, te pediré otro.
– Se puso de pie, tomó su bolso y me dio un beso en la mejilla –
Minerva: — Cuídate, te quiero.
– Me quedé en silencio, hice a un lado la taza de café y tomé mi teléfono para enviarle un mensaje a Roberto –
《En cuánto puedas, me llamas. Te quiero 》
– Pedí mi café para llevar, y me dirigí a la dirección. Ese día ya era demasiado estresante, mi padrino me había dejado en dirección, mi mejor amigo estaba molesto por mis acciones, la chica que me encantaba se había comportado indiferente de un momento a otro, y mi ex cuñada me hizo recordar el pasado.
¿Qué más hacía falta?

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Finita Chávez
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