Las mentiras del amor Capítulo 23

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Las mentiras del amor
Capítulo 23

Any: — ¿Perdón?
Verónica: — Usted solicitó mi servicio.
– Voz rústica –
Any: — Yo no he solicitado nada.
– Comencé a caminar hacia ella –
Any: — Ja, ja, ja... ¡Oh my God!
Si no fuera por tu forma de caminar, te juro que no sabría que eres tú.
Verónica: — Ja, ja, ja... Intentaba hacer que gritaras de miedo pero ya me descubriste.
¿Qué tiene mi forma de caminar?
Any: — Caminas sexy, muy sexy...
– Sus gestos eran coquetos –
Verónica: — ¿En serio?
Any: — Sí, tienes una forma de caminar tan sexy, tan segura, tan empoderada.
Verónica: — Ja, ja, ja...
Any: — En verdad no te reconocí al entrar, te ves tan sádica, y sobre todo, más hermosa.
– Me senté a su lado –
Verónica: — ¿Muy sádica? ¿Segura?
– Comencé a besarla –
Any: — Así toda Emo, me encantas. Ya extrañaba tus besos...
Verónica: — Yo te extrañaba completita.
Any: — Te ves hermosa, ese color de labial te queda perfecto.
Verónica: — Gracias, su comentario es muy importante para mi nuevo look.
– Acomodó mi cabello detrás de mi oreja, mientras estaba sobre ella –
Any: — Pues déjeme decirle que está preciosa, de todos los estilos que escoja, créeme, cada uno resalta tu belleza.
Verónica: — Y yo te puedo asegurar, que de todas las estrellas que hay ahora en el cielo, la más hermosa y resplandeciente eres tú.
– Suspiró, cerró sus ojos y me besaba con ternura –
Any: — ¿Yessenia sabía de esto?
Verónica: — Sí, Roberto habló con ella y le comentó sobre el plan.
Any: — ¿Este plan fue idea de él?
– Sonreía –
Verónica: — Sí, y tuvo varios cómplices...
Any: — Cuéntame...
Verónica: — Estábamos en el recinto, y comenzamos a hablar sobre unos temas del trabajo y de repente me dijo que lo de nosotros debía hacerse hoy que mi padrino andaría cansado por el viaje y así no se daría cuenta.
A eso agrégale que lo tenía planeado, la enfermera Martha también será nuestra cómplice...
– Comencé a hablar rápido –
Any: — ¿Cómo así? ¿Qué recinto? ¿Qué padrino? No entendí...
Verónica: — Te cuento detalladamente...
Any: — Acuéstate a mi lado y explícame paso a paso, porque no entendí nada.
– Me acosté y coloqué mi brazo debajo de su cuello para que estuviera cómoda.
Verónica: — Ahora sí, resulta que anoche lamentablemente un paciente a mi cargo, falleció.
Debido a ello, Roberto y Patricia me acompañaron al recinto.
Ahí tocamos el tema acerca de la apuesta que ustedes habían realizado, me comentó que debía realizarse hoy, debido a que el director de la clínica, es decir, mi padrino, regresaba de viaje.
Any: — Supongo tu paciente era muy cercano...
Verónica: — Sí, muy cercano. 
Any: — Lo siento mucho...
Verónica: — Gracias, tuve la fortuna de convivir muchas veces con él y su familia.
Any: — Es decir, no es integrante de tu familia.
Verónica: — No, él es papá de mi mejor amiga y también de mi ex.
Any: — Vaya, ahora entiendo tu estadía por aquí en la noche...
Verónica: — Así es, acompañé a la familia.
Any: — ¿Y quién es Patricia?
Verónica: — Es una doctora, que acaba de ingresar a la clínica y por lo que veo es pareja de Roberto.
De hecho, ella me ayudó con el maquillaje y la vestimenta.
Any: — ¿De ella fue la idea?
Verónica: — No lo sé... Buen punto, le preguntaré a Roberto.
Any: — De quien haya sido, le quedó perfecto.
Verónica: — ¿De verdad?
Any: — Sí, me encanta como te ves, y mejor aún, me encanta el hecho de que estés aquí sólo para mí.
– Se acercó y roso sus labios con los míos, sentir su respiración tan cerca, provocaba que mi piel se erizara.
Nos besamos, nos deteniamos sólo para vernos a los ojos y sonreír, era tan mágico todo.
– Alguien abrió la puerta —
Enfermera Martha: — ¡Ay, señor Jesús!
– Asustada al verme —
Nosotras reíamos al ver su reacción, me levanté de la cama y me acercaba a ella.
Verónica: — Tranquila, Martha. Soy yo, Verónica.
Enfermera Martha: — ¿Niña, eres tú?
Verónica: — Sí, este es mi disfraz para poder estar aquí.
Enfermera Martha: — Me vas a matar de un susto, cómo te atreves a vestirte así.
Any: — Ja, ja, ja... ¿Se mira sádica, verdad?
Enfermera Martha: — Lo que le sigue, señor bendito...
– Se persinaba –
Verónica: — Ja, ja, ja... ¡Boh!
Enfermera Martha: — ¡Ay, no hagas eso!
¿Cómo fue que te dejaron pasar?
Verónica: – Sólo mencioné que era tu sobrina...
– Cambié mi tono de voz –
Enfermera Martha: — Ja, ja, ja...
Verónica: — ¿Lo ves? Fue muy fácil.
Enfermera Martha:  — Quien te viera haciendo todo esto, y nosotros de cómplices en tus locuras.
Verónica: — Gracias Martha, te has ganado otro porcentaje de mi herencia.
Enfermera Martha: — Recuerda mi niña, que soy feliz si tú lo eres.
Así que señorita, espero que no me la haga llorar...
– Enfocó su mirada hacia Any –
Any: — No es mi intención...
Enfermera Martha: — Bien, me paso a retirar, te dejo sus medicamentos y ya se los aplicas.
Ahora regreso...
Verónica: — Ok, yo me encargo, muchas gracias señora bonita.
– Me acerqué a ella para abrazarla y le di un beso –
Verónica: — ¿Quién es mi enfermera consentida y más hermosa?
Enfermera Martha: — Yo... Te quiero mi niña.
– Respondía alegre –
Verónica: — Yo te adoro...
– Le di un beso tronado en la mejilla –
Salió de la habitación y me acosté de nuevo a lado de Any.
Any: — ¿Es tu familiar?
Verónica: — Sí, digamos que es mi segunda mamá.
Any: — Se ve que te quiere mucho, entonces tu familia debe ser muy grande.
Verónica: — La verdad, no. Yo fui hija única, y mis padres también lo eran.
Any: — Entonces no tienes tíos, primos, hermanos...
Verónica: — Y tampoco padres...
Any: — Cometí una imprudencia, lo siento, yo...
Verónica: — Tranquila, no pasa nada. Es un tema que se tocaría en algún momento.
Primero falleció mi mamá, yo tenía  17 años cuando ella perdió la batalla contra el cáncer de mama. Al morir mi mamá, Papá se dedicó a su especialidad y a mí, no se volvió a casar ni le  conocí ninguna novia.
Tuvimos una excelente comunicación, él sabía de mi preferencia sexual, me acompañaba a llevar flores y serenata a mi novia.
Hasta que lamentablemente falleció hace un año, él fue asaltado en el estacionamiento de la clínica, al resistirse le dispararon y perdió la vida en quirófano.
Any: — En verdad discúlpame por ser tan imprudente con mis preguntas, lamento la pérdida de tus padres.
– Me abrazó y nos quedamos en silencio –
Verónica: — Algún día ibas a saber sobre mi familia, así que no te sientas incómoda por tus preguntas.
Además no estoy tan sola, Martha ha sido como una madre para mí desde los 17 años, siempre cuida de mí a pesar de la edad que tengo, también están mis padrinos y Roberto que desde niños hemos sido amigos.
Any: — Me alegra saber que tienes personas que te aman, y como no, si eres maravillosa.
Verónica: — ¿Por qué maravillosa?
Any: — Porque eres muy atenta, amable, cariñosa; y así podré anexar muchas de tus virtudes.
Verónica: — Sólo soy una simple mortal en este mundo. 
Any: — Entonces he sido engañada, creí que eras la hija de Zeus...
Verónica: — Ja, ja, ja... Ahora cuéntame de tu vida.
Any: — He...
– Se abrió la puerta –
Enfermera Martha: — Chicas, les traje cena.
– Había llevado una bandeja especial, la cuál contenía unos manteles en forma de corazón que iban debajo de los platillos, y un girasol entre los dos cubre platos que estaban rodeados por pétalos rojos.
Un par de copas, una botella de vino y una pequeña tarjeta.
Enfermera: — Servidas señoritas, Su platillo es canelones de calabacín y merluza gratinados. Acompañado de un vino tinto, y posteriormente el postre que es sorpresa.
Yo me retiro, disfruten su velada.
Regreso por las cosas en la madrugada...
Verónica: — ¡Gracias Martha, te quiero!
Enfermera Martha: — Y yo a tí...
– En voz baja –
Coloqué seguro a la puerta, y tomé la tarjeta.
Verónica: — Este es un pequeño detalle, disfruten de su cena romántica que preparé con mucho cariño, (no es cierto) pero si es especial.
De igual forma un pequeño, pero muy rico postre afrodisíaco, (tampoco es cierto) pero si está rico. Brinden a mi salud, bonita noche...
Con cariño: Roberto (No es cierto, ah no, eso sí es cierto) Saludos.
Any: — ¿En serio? Que hermoso detalle...
Verónica:— Me dejó sin palabras.
Any: — Se lució el doctor Espino...
Verónica: — Muy bien, pues vamos a cenar antes de que se enfríe lo que preparó, ah no es cierto...
Any: — Ja, ja, ja...
– Me senté a su lado y comenzamos a disfrutar de la cena.
Any: — Está muy rico, el gratinado me encantó.
Verónica: — Sí, está muy rico.
– Comencé a servir el vino –
Any: — ¿Puedo tomar vino? Estoy con antibióticos...
Verónica: — No te ocasiona ningún daño, sólo convierte más lento el efecto del medicamento.
Any: — Ventaja de salir con una doctora...
Verónica: — Sin miedo al éxito.
– Comenzamos a reír —
Any: — Me encanta cuando sonríes, se forman tus hoyuelos y te hace ver más hermosa.
Verónica: — Y a mí me encanta sonreír si el motivo eres tú.
Any: — ¿Te gusta la poesía?
Verónica: — Me encanta, ¿A qué se debe la pregunta?
Any: — Por la forma en que sueles dar respuestas.
Verónica: — ¿Te parece extraño?
Any: — No, claro que no, pero muy pocas personas suelen ser así.
– Tomé la copa de vino –
Verónica: — Brindemos por esta velada, por nosotras y por la dicha de conocerte.
Any: — Por más noches como estas, y que sean a tu lado.
– Chocamos las copas y sonreimos al mirarnos fijamente.
Verónica: — ¿Has pensado en nosotros fuera de esta habitación?
Any: — Sí, la verdad es que sí.
Verónica: — ¿Puedo  saber?
Any: — Sólo puedo decirte que deseo conocerte más, aún no entiendo cómo es posible que en pocos días tenga la necesidad de verte y besarte.
– Se sorprendió al escucharse y se quedó callada –
Verónica: — Es mutuo, ¿Sabías? Porque me pasa lo mismo y es algo que no puedo evitar.
– Ambas disfrutábamos de la cena –
Verónica: — ¿Crees que algún día rompamos las reglas?
– Dejó de comer –
Any: — Las reglas ciertamente están para romperse, pero en mi caso no aplica.
Verónica: — ¿Por qué? ¿A qué le temes?
Any: — No le temo a nada, créeme que nos evitaremos muchas cosas y así estamos bien.
Verónica: — No insistiré, voy a respetar tu decisión.
– Tomó mi mano y me miró a los ojos –
Any: — No quiero que esto afecte nuestra noche especial, sólo te pido...
Verónica: — Olvidemos el tema.
Any: — Ok, cuéntame, ¿Cómo está coco?
Verónica: — Está bien, aunque no he podido dedicarle tiempo estos días.
Any: — Me imagino, con tanto trabajo ya llegas exhausta.
Verónica: — Sí, ahora que ya regresó el director tendré más tiempo libre, igual decidí retomar mi vida.
Any: — ¿Por qué retomar? No entendí, disculpa.
Verónica: — Desde que murió mi padre, me encerré totalmente y mi vida sólo se enfocaba en mi trabajo. Me alejé de todo, y entendí que hice mal.
Any: — Lo hiciste porque de cierta forma guardaste luto, y es válido. Me alegra que hayas decidido retomar tu vida, necesitas despejarte, unas vacaciones te harán bien.
Verónica: — Estuve pensando en ello, pero lo haré hasta que tu estés mejor.
Any: — Yo estoy bien, no te detengas por mi.
Verónica: — Me gustaría que viajarás conmigo, ¿Qué dices?
Any: — Suena bien, pero aún falta para que yo pueda salir corriendo de aquí.
Verónica: — En unos días te darán de alta, tu recuperación la terminarás en casa y no veo que sea impedimento para viajar, ¿Qué dices?
Any: — ¿Y a dónde iremos de vacaciones?
– Al escucharla, levanté la mirada y mi corazón se aceleró, ese era un sí, y significaba una gran oportunidad.
Verónica: — ¿Te parece bien si tú escoges el destino?
Any: — Ok, pensaré en el lugar para vacacionar juntas.
– Brindamos y se acercó para darme un beso, hice aún lado la bandeja y comencé a besarla hasta quedar sobre ella.
Aquellos besos eran de deseo, nos deteniamos al mordernos los labios.
Las caricias comenzaban a surgir, ella deslizaba sus manos sobre mi espalda y besaba mi cuello.
Se me escapaban los gemidos y no podía contener el deseo de sentir su piel, comencé a besar su hombro y recorrer su oreja con mi lengua, mis manos retiraban la sábana que la cubría y comencé a acariciar sus piernas.
Deslizaba lentamente la bata clínica por sus  hombros, le mordía al recorrer lentamente hacia su pecho.
Podía sentir como sus pezones estaban erectos, me acosté a su lado y ella me tomó con fuerza del cabello y comenzó a besarme.
Mis manos acariciaban sus senos mientras ella me besaba y su lengua se perdía con la mía.
Quedó al descubierto hasta la cintura, sus senos eran hermosos, y no dudé en llevarlos a mi boca.
Ella comenzaba a quejarse, me mordía el hombro mientras mi lengua rodeaba su pezón y le mordía.
Subí para besarla, sus manos estaban dentro de mí cabello y me jalaba con fuerza.
Comencé a deslizar mi mano sobre su espalda y llegué a su pierna, ella mordió mis labios más fuerte y tuvo un leve gemido al sentir mi mano entre su pierna.
Pude sentir como su ropa interior estaba húmeda al deslizar mis dedos, ella apretó sus piernas.
Any: — Espera... – Con voz baja –
Verónica: — ¿Qué pasa?
– Respondía sin dejar de besarla –
Any: — No será aquí...
Verónica: — Necesito sentir tu calor, tu olor, no me detengas por favor...
– Seguiamos besándonos y retiré mi mano para sujetar su cabeza y besar su cuello.
Volví a enfocar mis besos en sus senos, me deslice lentamente al paso de mis besos y acaricie su abdomen, me acercaba a su pelvis y me detuvo, tomó mi cara y me pidió subir.
Any: — Te deseo como no tienes idea, y ahora  odio sentirme así.
Verónica: — No entiendo, ¿Qué pasa?
Any: — Pasa que contigo quiero hacer las cosas diferentes, nuestro momento no será aquí.
Verónica: — Ambas deseamos estar juntas, yo anhelo sentirte.
Any: — Lo sé, tú provocas todo en mí pero nuestra intimidad no será hoy.
Verónica: — Está bien, será cómo tú digas.
– Me sentí incómoda y la ayudé a colocar su bata, me acosté a su lado y ella se acomodó entre mis brazos.
Verónica: — Tranquila, todo está bien.
Any: — ¿Te enojaste?
Verónica: — No estoy enojada, tienes razón, este no es el lugar adecuado y tampoco te encuentras bien, discúlpame por favor.
– La miré a los ojos y acaricie su mejilla –
Any: — Eres hermosa, te deseo tanto como tú a mí, pero te pido que esperes el momento adecuado.
Verónica: — Así será, soy feliz al tenerte aquí en mis brazos.
– Nos besamos y ella jugaba con mi cabello –
Any: — Me encantas, toda tú me encantas.
Verónica: — ¿Por qué?
Any: — Es algo que no sé explicar, pero debo confesar que me he perdido con tus besos...
– Unió su mano con la mía y me besó –
Un beso de ella se transformaba en todo para mí, en no querer separarme de ella y enamorarla.
Sabía que podía cometer el error de entregarme a alguien que no deseaba algo formal, pero también tenía claro que no podía rendirme a la primera.
Verónica: — ¿Te parece bien si probamos el postre?
Any: — Sí, me parece bien.
– Me levanté y tomé la bandeja, levanté el cubre platos, resaltaba el color rojo de las fresas que decoraban un pequeño pastel, su mezcla era de queso y crema.
Verónica: — A ver señorita, permítame servirle.
Any: — Se ve rico, me encantan las fresas.
Verónica: — Y a mí me encantas tú...
– Colocaba una fresa sobre sus labios y la mordiamos al mismo tiempo, reíamos al hacerlo y nos besabamos.
Puedo jurar que aquella noche fue perfecta, que pude sentirla mía en cada beso, cada caricia, y que el sólo hecho de tenerla a mi lado, me sentía completa.
Cada beso me transportaba a otro planeta, nuestros cuerpos no necesitaron estar desnudos; era la atención, las miradas, los besos, los protagonistas al hacernos el amor.

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