Volviendo a casa.

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Carlos.

—Creo que debemos hablar.

Sharon suspira y asiente.

Entramos y nos sentamos.

—Cuando entre en la escuela mis profesoras notaron que no aprendía de una manera normal, me llevaron con profesionales y me descubrieron dislexia.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Loa niños siempre me dijeron que mi dislexia era por mi cabello rizado y pelirrojo.

—Babosos.

—Por eso no dije nada.

—Esta bien, lo entiendo, pero ¿Y lo otro? Es tu salud, eso sí tenía que saberlo.

—Como mi padre siempre quiso un niño mi hermana y yo queríamos complacerlo jugando un deporte, ella jugo voleibol y yo fútbol. Era muy buena, incluso querían reclutarme, pero en un partido un balón me dió en la cabeza. Caí inconsciente.

Le doy un beso en la cabeza para animarla a continuar.

—Al despertar no podía oír nada, solo si me gritaban frente a mi cara, entonces me dijeron que mi sordera era de segundo grado y que el auricular me ayudaría mucho.

—¿Pensaste de verdad que iba a burlarme de esas cosas? Eso sí me hirió demasiado.

—No es eso. Yo solo no quería lastima y... Pensar que terminarías conmigo al enterarte de que no puedo oír bien o no aprendo de manera normal.

—Red velvet, jamás haría eso. Todos tenemos defectos y problemas, dejarte por algo así sería lo peor que haría, mi mamá me patearia, mi abuela me golpearía, mi hermana y mi papá volverían de la...

Me interrumpo al caer en cuenta que los mencioné.

—Sé lo de tu papá y tú hermana.—Me confiesa Sharon viéndose las manos.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Primero que todo, lo lamento muchísimo.—Se disculpa Layla.—Jamás creí que esa fuera la historia, pensé que sería otra cosa, y bueno, yo llamé a David antes y le pedí que pusiera el altavoz, cuando empezaste hablar se me olvidó por completo.

—O sea, todos saben.

Ella me da una mirada arrepentida.

—No la culpes.—La defiende Derek.—No fue su intención, ni quería causar mal. Además, así no contarías la historia dos veces.

—No estoy molesto, solo sorprendido.

—Quise regresar al escuchar la historia. No pensé que cargaras tanto dolor.

—Porque solo ven la sonrisa y ya creemos que está feliz o bien.

Nos quedamos en silencio y por primera vez siento paz.

Los miro con las maletas y hablo.

—Creo que mañana podríamos irnos. Ricardo está bien, la abuela igual, un bastardo se murió y yo me siento libre.

—Carlos.—Me habla Sean.—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas?

—Yo me quejé de que sentía que te estabas distanciando, cuando solo querías conectar con tus raíces y no demostrar el dolor de no tener... A tu gemela.

—Carla, su nombre es Carla.—Lo pienso y me río.—Ella iba a llamarse Carlys, pero mi abuela le dijo a mi mamá que sería raro que cuando llamarán a la niña contestará ella o viceversa.

Después del cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora