Capítulo 3

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Ya era enero, si mal no recuerdo la primavera empezará, no soy bueno con las estaciones, no soy bueno en muchas cosas, quizás ya está empezando, no tengo ni idea.

Hoy me tocará trabajar, todo común, como ha sido en el resto de la semana, y hoy veré si puedo ir a Cabudare a ver a Belinda, ya es sábado y no hay excusas para que no pueda ir.

Después de un largo y un tanto aburrido día de trabajo, me alisté a las 6, apenas llegando a la casa, porque como dije, ese negocio con la casa no estaban nada lejos, quizá unos 20 pasos y ya, o más. Había hablado con mi abuela quien era la que manejaba las cosas del negocio, osea, ella era la que permitía o negaba las cosas, era por así decirlo "La encargada". Lo que le quería dar a Belinda era un Napolitano, un... No se cómo se diría eso, un pan o qué diablos era eso, pero era en parte en pan ya que se hacía con eso, con panes.

El centro del Cuadrado Napolitano era de chocolate, si, pan de chocolate, o era lo que yo creía, no sé muy bien eso, tampoco soy panadero, soy un simple adolescente destruido.

Llegó mi tía Beatriz en su carro blanco conducido por mi tío Cristopher, al rato después, nos fuimos sin perder nada de tiempo. Mi tío era muy obstinado, muy serio, literal, como es él aveces no dan ganas de hablarle, pero, si él te hablaba debías esperar mayormente un comentario negativo, pero, sabía que en el fondo algo por perturbaba o molestaba, y que siempre lo había molestado o perturbado, algo de culpa, o algo así, porque en realidad él es alguien de bien, es buena gente.

Bueno, ya no importa eso. Llegué a Cabudare, este sábado no podía ser más perfecto o al menos como me gusta a mí, se había ido la luz, mejor todavía.

Dejé las cosas en la casa de mi tía, y tomé lo que le iba a dar a Belinda, seguramente le guste, no lo sé, a mí sí me gustaba, y le llevé el más reciente Napolitano que había salido.

Cuando llegue a su casa, esa casa azul, llamé por su nombre ya que había visto la puerta abierta, pero las rejas blancas estaban cerradas, esto era la parte del frente. Mientras llamaba, salió una señora, un poco muy anciana, aparentaba unos 80, quizás, no lo sé. ¡Demonio! ¿Hay algo que yo sepa?.

Ella me preguntó quién era yo, y solo me dije mi nombre para presencia aquella silueta oculta entre la oscuridad y la luz de las linternas que se veían dentro, esa silueta se acercaba a donde estábamos la señora y yo, y venía acompañada de una personita menor, tampoco pude verla.

— ¿Darío?

— Ese mismo soy.

— Ven, pasa, es que estoy comiendo.

Maldita sea. Siempre yo llegando en el momento inoportuno de la vida, igual como llegué en el momento inoportuno a la vida de mi madre, jaja, aveces me doy asco por como pienso de mi, y me hace sentir mucho peor.

— E- esta bien.

Belinda estaba comiendo, y yo vine en el peor momento, pero qué más da.

Pasé, ella me dijo que me sentara ahí cerca, y justo al lado estaba un joven, parecía de 22 años, tenía un parlante (corneta pequeña) con él y escuchaba esa música trap y reguetón, esas de Bad bunny, Yandel, Daddy Yankee, y esos. Y entonces me senté ahí a esperar a Belinda. Ahora mi pregunta es, ¿De quién era esa pequeña silueta que acompañaba a Belinda?.

Mi ansiedad es mucha.

Rato después, ella volvieron a salir, yo me levanté y caminamos juntos a salir de la casa. Ella estaba contenta, se le veía muy contenta, eso me alegraba a mí en algún sentido. Y Al fin conocí a aquella silueta, era la de una niña de 9 años.

Hasta llevarte a París [Concluído]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora