Capítulo 4

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Otra semana más, tenía que pasar una semana hasta el sábado para poder ir a visitar a Belinda ya que yo trabajaba de lunes a Sábado, y era en la noche o cuando cerraramos cuando me podía ir a Cabudare, era complicado pero si era mejor.

Recuerdo que esa noche llegué tarde a Cabudare, pero sin perder tiempo ni visitar a nadie fui a casa de Belinda muy entusiasmado, quería ir a verla, ya había pasado una semana y como ahora tengo su número, que fue lo que me marcó con el marcador en la espalda, podía llamarla pero no tenía teléfono en ese entonces.

Llegué a su casa y la llamé con entusiasmo de volver a verla después de una semana muy larga.

Temprano había hablado con mi abuela sobre llevarme la tarjeta de crédito de mi padre para comprar algo en la calle, y habían más de 5 o 6 dólares ahí que eran mucho entonces. Y así fue, pude llevarme la tarjeta. Tenía pensado una cena o algo, algo diferente a mi vida diaria de pensar solo en mi.

Belinda había salido, y la vi, por alguna razón mi corazón hizo presión con mi pecho al verla, y me sentía nervioso, la vi con una camisa linda, una cosa en la cabeza la adornaba, era raro que no se cómo describirlo, pero es lo que se ponían las amas de casa de antes, o esas que cocinaban y trabajaban de eso para recoger su cabello, aunque Belinda siempre tuvo el pelo corto desde que la conocí.

La detallé y al parecer su cara tierna y linda, casi inocente la hacía irradiar felicidad y emoción, quizá verme la puso así... ¿O no?. No importa.

— ¡Darío! ¿Cómo estás? — Preguntó abriéndome la puerta para que pasara mientras que mostraba una sonrisa grande la cual me contagió a mí y sonreí también.

Vaya, ¿La felicidad era una enfermedad o es un simple sentimiento?, Creo que jamás lo sabré.

— Pues, ¿estoy bien y tú? ¿Qué me cuentas? ¿Que hiciste toda la semana sin mi?.

— Pues, la verdad nada, odio mi vida — Dijo cerrando las rejas para luego caminar a mi lado.

— Oye, ¿Tienes hambre?

— ¿Por qué? — Dijo como sospechando de mi.

— Solo es un pregunta.

— Si, pero ya voy a comer.

— Y... ¿Puedes salir?

— Pero, si ya voy a comer Darío — Dijo entonando un poco más alto su voz.

— Pero, ven, quiero hacer algo contigo.

— Peo voy a comer.

— Coño, no te voy a secuestrar, ven, quiero hacer algo contigo.

— Mmm, está bien, déjame ver si mi mamá me deja.

— Dale pues, Aquí te espero — Dije sonriendo ya que mi plan estaba saliendo bien.

— No me llevarás a comer ¿Verdad?.

Maldita sea, se me olvidaba que ella era inteligente y astuta, por eso me sentía diminuto ante ella aveces. Su vida no era perfecta, pero tampoco se podía quejar, ella tenía todo lo que una de su edad no tiene.

— No voy a decir nada, Belinda — Dije en un tono burloso de cuando ella me nombró.

— Eres una rata.

Rata no significa aquel que roba, sino que es una simple expresión de aquel que... Bueno, es listo o algo similar.

— Si lo soy.

Hasta llevarte a París [Concluído]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora