Yvette
No había pensado demasiado en cuanto la oportunidad se presentó, el puesto que había querido como abogada en un Bufete bastante concurrido.
¿El problema?
Canadá, tenía que dejarla ir.
Había tomado la decisión de quedarme en Nueva York por el bien de todos, podía observar a Hanna y asegurarme que estuviera bien.
Y lo había estado durante los últimos meses en los que me fue posible seguirle el rastro.
Parecía que la pesadilla había acabado para ella.
A pesar de eso sabía que había cosas que Hanna jamás podría olvidar.
Que los recuerdos la perseguirían hasta que ella tomara su último aliento.
Esas cosas no se olvidan.
Pero entonces era mi turno, tenía que moverme como lo había hecho ella, tenía que sacarle provecho a la oportunidad que se me había presentado.
Ahora estaba metida en una chamarra dos veces más grande que yo y probablemente en riesgo de hipotermia.
Era un gran trabajo y me gustaba lo que hacía, sin embargo, el mes de octubre no era una gran época para salir de la cama y seria aun peor en diciembre, sin embargo, me levantaría las veces que fueran necesarias para poder ver la nieve bajo el sol, la nieve adornando los techos de los hogares.
-¿Vienes, boba? -Melissa salió rápidamente por la puerta del pequeño apartamento.
-No tengo idea de cómo soporto vivir contigo. -Bromee saliendo detrás de ella.
-Puedo decir lo mismo. -Melissa era una compañera, una abogada con un par de años de experiencia y un carácter alegre la mayoría del tiempo, mientras no tomaras su comida del refrigerador.
-Sí, pero yo no seré la causa de que lleguemos tarde. -A diferencia de mí, ella había crecido en Canadá, estaba ligeramente más acostumbrada al frio que yo lo que hacía que un abrigo y una bufanda le bastaran.
-¿Tienes un nuevo caso? -Pregunte cerrando la puerta con llave y alcanzándola a mirad del pasillo.
-Algo así, estoy pensando en no tomarlo. -Exclamo mientras ambas continuábamos caminando.
-¿Por qué?
-No quiero meterme en problemas. -Levanto sus hombros restándole importancia.
-Si no quieres tomarlo, no lo hagas, no te pueden obligar. -Admití al salir del edificio encontrándome con frio que hacía que quisiera correr y hacerme bolita en una esquina. -Habrá otra persona que tome el caso y...
-Ese es el problema. -Afirmo mientras continuaba caminando haciendo nuestro recorrido a la estación del metro.
-Él es culpable y no hay nada que pueda hacer, si lo defiendo... No estaría bien. -Hablo después de unos segundos. -Y si alguien más lo hace, tampoco estaría bien.
-Pero no puedes decidir lo que harán otros, en especial algunos. -Sabía que era injusto, pero la realidad es que otros lo harían.
-Lo sé. -Soltó un suspiro haciendo que un humo saliera de sus labios. Su cabello estaba recogido en una coleta dejando ver sus rizos castaños.
Después de unos minutos habíamos llegado a la estación, Melissa se adelantó apartando dos lugares en los cuales nos sentamos.
-¿Entonces qué harás? -Pregunte.
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Bloodstream
Romance-Me traicionaste. -¿Fuiste tan ingenua para creerlo? Cuando los demás deciden tu camino y te arrebatan la libertad desde temprana edad, escapar se convierte en tu única opción. Yo no pude hacerlo. - Morgan