Capítulo 3

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Katherine estaba en una pradera, completamente verde, rodeada por un bosque de abetos, en el centro había una pequeña cabaña de la cual salía un fino hilo de humo por una diminuta chimenea. El cielo era totalmente azul, no había ni una nube, la calma imperaba en toda la explanada, y lo único que se escuchaba era el cantar de los pájaros.

Jamás había estado en un lugar como ese, pero se sentía bastante cómoda sin duda podría quedarse en esa pradera para siempre. Curiosa y maravillada observaba todo lo que la rodeaba con detenimiento, el césped que le llegaba por los tobillos y le provocaba cosquillas al rozarse con su piel, los pájaros que volaban de un lado a otro, y algunos conejos corrían libres, sin embargo, lo que más llamaba su atención era la cabaña, la única que había en toda la verde extensión. Por lo que, con la mirada fija en ella comenzó a caminar en su dirección, mientras una leve brisa se levantaba meciendo la alta hierba y las ramas de los árboles, provocando un leve murmullo.

La curiosidad cada vez podía más con ella, por lo que sin darse cuenta iba acelerando el paso, ansiosa por llegar a la cabaña y poder observarla de cerca. Estaba ya a escasos metros cuando comenzó a ser consciente de que la calma que antes sentía se disipaba poco a poco hasta que finalmente se extinguía de su interior, como si nunca hubiera estado ahí. Los cánticos de los pájaros fueron interrumpidos y espantados por un grito desgarrador que provenía del interior de la cabaña, al escuchar ese sonido tan sobrecogedor comenzó a correr mientras una desazón se instalaba en lo más profundo de su alma.

Cuando estaba a punto de llegar la puerta se abrió de repente, y del interior salió una mujer con un bebé en brazos, que huía en su dirección, Katherine intentó identificarla a medida que se acercaba, pero era incapaz. Una extraña bruma gris ocultaba su rostro por completo, pero lo que sí era capaz de percibir eran sus llantos y su respiración acelerada. En el interior de la cabaña se escuchó como el sonido de un cristal rompiéndose, y a los pocos segundos apareció un hombre en el umbral de la puerta, al igual que la mujer su rostro estaba oculto, pero podía ver como su pecho subía y bajaba de manera descontrolada, casi errático. Tras unos segundos comenzó a correr hacia la mujer con algo en la mano, durante los escasos segundos que tardó en pasar a su lado Katherine pudo ver que lo que sujetaba era un arma, y que por la dirección en la que corría su objetivo era la mujer y el niño. Trató de agarrarlo del brazo, pero lo atravesó, y con la necesidad imperiosa de actuar y frenar lo que estaba presenciando, empezó a perseguirlo, intentó lanzar algún hechizo, pero no lo consiguió la magia no fluía en su interior. Era humana

Katherine trató encontrar una solución, pero no fue lo suficientemente rápida, el hombre alcanzó rápidamente a la mujer y al bebé que cargaba, se lanzó contra ellos y los tres cayeron al suelo, la mujer rodó intentando proteger al pequeño mientras los gritos de terror salían de su garganta, desgarrando el aire, pero el hombre ni se inmutó, es más dejó escapar una carcajada de orgullo, lo que provocó que un escalofrío recorriera toda la espina dorsal de la chica. El hombre levantó el cuchillo y...

Katherine despertó con la respiración alterada y la vista borrosa, esta vez el sueño había sido muy real, como si ella misma lo hubiera vivido... Pero no podía ser, de ser así se acordaría ¿verdad? No se podía olvidar algo tan duro como si nada, aunque cierto es que, a pesar de no acordarse, el lugar le resultaba familiar, ¿y si era un recuerdo, pero por algún motivo estaba bloqueado? Puede que Los Cazadores hicieran algo con sus recuerdos... Los Cazadores... al pensar en ellos una avalancha de flashes de la noche anterior la atacaron sin piedad, dejándola sin respiración durante unos segundos. Su mente recreó todo lo que pasó en el despacho de Peter, el enfrentamiento verbal, el físico, la luz que invadió la sala sin que ninguno de los dos se lo esperara, y a partir de ahí no recordaba nada más, todo estaba oscuro, como la habitación en la que se encontraba. Estiró los brazos intentando encontrar un interruptor para ver dónde estaba, pero no había, se estiró a tientas a un lado y al otro en busca de alguna mesita de noche, pero tampoco había nada.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora