Capítulo 18

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Amanda colgó la llamada y respiró aliviada después de hablar con su hija, aunque estaba inquieta por lo que había pasado en casa de Javier, no le gustaban los Engendros, Los Cazadores siempre buscaban maneras de mejorarlos, creando nuevos venenos y a sus expertos les costaba bastante llevarles el ritmo. Cada vez que conseguían el antídoto de un veneno se encontraban con cinco nuevos; sin embargo, Javier siempre había tenido facilidad para encontrar los antídotos, pero él ya no estaba en el negocio, y no volvería a estarlo. Aunque, parecía que él todavía no lo entendía, por lo que tendrían que recordárselo, una vez más, y esta sería la definitiva, no importaba que le hubiera salvado la vida a su hija, ahora mismo tenía la obligación de dar ejemplo, y eso haría. Por eso, marcó en el teléfono del despacho de su casa el número personal de su secretaria.

-Antes que nada, disculpa por llamar a estar horas- comenzó Amanda después de que ella contestara a los dos toques. -, pero necesito que envíes un equipo a la cabaña de Javier y que lo lleven a la Sede, hablaré con él mañana a primera hora, pero quiero que pase la noche en una de nuestras salas.

-De acuerdo. - contentó su secretaria sin hacer preguntas. - Movilizaré y enviaré inmediatamente a un equipo.

-Mantenme informada en todo momento y ten preparado uno de refuerzo por si fuera necesario desplegar refuerzos.

-Le informaré de todo y también cuando tengamos a Javier en la sala.

La directora de los protectores cortó la llamada sin decir nada más, cuanto antes desocupara la línea de su secretaria antes podría empezar con lo que le había pedido. Y ella también tenía mucho trabajo por delante aun, a pesar de que lo estaba compartiendo con Ana, tenían que mantener un estricto seguimiento de los agentes que estaban en el campo, que debían reportarse cada hora informando de su situación y de cualquier cosa fuera de lo común.

Llevaba un buen rato trabajando cuando la puerta de su despacho se abrió un poco dejando ver una cabecita con cabellera negra, que se asomaba tímidamente, el pequeño de la familia le dedicó a su madre una inocente sonrisa, terminó de entrar y caminó hasta Amanda que, al ver como se acercaba su hijo, bajó un poco la pantalla de su ordenador y echó la silla para atrás, conocedora de las intenciones del pequeño. Así, cuando este llegó a su altura y levantó los bracitos, lo sujetó por las axilas y lo sentó en sus piernas.

- ¿Qué haces despierto a esta hora? - preguntó en un susurro mientras dejaba que Henry jugara con sus manos.

-Me desperté y ya no tengo sueño, - respondió encogiéndose de hombros- y por eso pensé que podría ver una película aquí mientras tú trabajas. - añadió con un adorable puchero, que había aprendido de su hermana hacía tiempo, y que la traía por el camino de la amargura porque era incapaz de negarle nada cuando utilizaba ese truco.

Amanda sonrió divertida mientras negaba con la cabeza sin poder creerse todavía las artimañas de su hijo, quien mantenía la misma expresión a la espera de que su truco surtiera efecto. Mientras, Amanda se tomaba su tiempo pensando, tenía todavía bastante trabajo que hacer y tener a Henry ahí podría suponer una distracción, o que en algún descuido el pequeño aprovechara y echara un ojo a lo que estaba haciendo. Lo último que necesitaba era que se preocupara más por Raven de lo que ya estaba, de eso ya se encargaban ella y Ana; no obstante, era consciente de que no iba a conseguir que Henry se durmiera si no tenía sueño, es igual de cabezota que su hermana, por lo que, seguramente se pondría a deambular por la casa sin rumbo en busca de algo con lo que entretenerse, idea que no le entusiasmaba con la situación en la que se encontraban ahora mismo. Mientras pensaba movió un poco el cuello, lo tenía algo rígido de la tensión que estaba acumulando, volvió a mirar a su hijo que mantenía el puchero sin mover ni un solo músculo del cuerpo, y volvió a sonreír sin darse cuenta, podría ponerle la película con el volumen bajo, y dejarlo en uno de los sillones que tenía en su despacho para cuando celebrara reuniones ahí, bajarle la luz a esa zona, y seguir trabajando mientras él veía la película, así lo tenía vigilado, y su compañía ayudaría a que se le hiciera más llevadera la noche que tenía por delante.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora