Capítulo 4

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Había pasado ya una semana desde que Katherine escapó del despacho de Peter, de uno de los edificios más seguros del mundo, y todavía seguían sin tener noticias de ella, no habían parado de buscarla en ningún momento, pero parecía que se la había tragado la tierra, Los Magos la tenían muy bien escondida, y ninguna de sus artimañas funcionaba, era ilocalizable. Y aunque esa fuga no había sido culpa de nadie la crispación no dejaba de crecer en el interior de El Edifico, ya no solo estaba herido el orgullo de su líder, que sorprendentemente se estaba controlado, sino el de todos, se sentían la burla de los seres mágicos, y eso no les gustaba lo más mínimo.

Peter estaba en su despacho mirando por la ventana de brazos cruzados, mientras su cabeza no paraba de escenificar el momento de la huida, no dejaba de ver esa luz cegadora y seguía sin saber qué demonios era. Por eso había decidido que lo mejor era centrarse en eso, no podían dedicarse únicamente a localizar a la mocosa, necesitaban saber a qué se enfrentaban, por si acaso volvían a verse de frente con esa extraña luz. Pero los avances en las investigaciones eran lentos, nadie sabía nada de esa luz y los que podían saber algo habían muerto... su gente los había matado, así que estaban igual que al principio: No sabían nada de la luz y tampoco de Katherine. No avanzaban.

En otras palabras, estaban jodidos, pero sobre todo él, sin lugar a dudas este era el problema más difícil al que se había enfrentado, y no tenía ni idea de cómo proceder, pero no podía dejar que su gente se diera cuenta de eso, porque la duda era debilidad, porque él tenía que tener las respuestas a todo, y si no las tenía se las inventaba. Y precisamente eso era lo que hacía ahora, vigilaba todas las posibles teorías que se le ocurría a su gente y se pasaba horas y horas dándole vueltas, hasta que encontraba algo que pudiera servirle, y en ese caso las reforzaba, y si eran inútiles las desechaba. Cosa que le empezaba a pasar factura. El líder de Los Cazadores, parecía haber envejecido treinta años en la última semana, tenía las ojeras más marcadas que nunca, su pelo estaba cada vez más gris, y estaba cansado, muy cansado..., el sonido del telefonillo lo sacó de su ensoñación, se acercó decidido y contestó rápidamente.

- ¿Qué pasa? - preguntó con voz dura.

-Hay alguien que quiere verle señor. - se escuchó la voz temblorosa de su secretario al otro lado.

-Dije que no quería que nadie me molestara ¿es tan difícil de entender eso?

-Lo sient...

El silencio invadió el otro lado de la línea de forma brusca, y luego sonó el indicador de que la llamada había sido cortada. Peter miró el teléfono sin poder creerse que su secretario hubiera hecho semejante falta de respeto, pulsó inmediatamente el botón azul para devolver la llamada, pero fue enviado directamente al contestador; sin poder creérselo y con su rostro tornándose rojo por el enfado rodeó el escritorio y salió de su despacho, dispuesto a cantarle las cuarenta al inútil que tenía como secretario, y de paso darle una lección para que no volviera a hacerlo en su miserable vida, atravesó el pasillo que lo separaba de su víctima, y lo que vio lo dejó sin palabras, su secretario estaba discutiendo con una chica rubia y bajita.

-Espero que no me haya colgado el teléfono por una discusión con tu novia. - Amenazó Peter con voz helada y de brazos cruzados. - Es más, por tu bien espero que no hayas sido tan imbécil de traer a tu novia a este lugar.

El joven asistente al escuchar la voz de su jefe sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo entero, todos sabían cómo era el Líder y que no permitía ningún tipo de desplante, el pobre muchacho temblaba tanto que apenas podía mantenerse en pie, por lo que, disimuladamente se apoyó en su mesa. La situación ya era demasiado tensa como para empeorarla con sus nervios, y miedo. La chica, al contrario, estaba bastante tranquila, conocía perfectamente a Peter, y no le tenía miedo.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora