16 | No somos nada.

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Lucca cierra la puerta de la habitación con llave y camina hacia la gran ventana de vidrio a un lado de nosotros. Una vez fuera, me apoyo en la barandilla viendo hacia abajo mientras él le pasa llave a las otras puertas que conectan las otras habitaciones con el balcón.

—Así nadie molestará —me besa el cuello, sus manos en mis senos, las mías sobre las suyas.

—¿Lo único que tienes en tu sucia mente es follar? —giro mi cabeza dejando nuestras bocas al borde del roce.

—Con ese culo es difícil pensar en otra cosa —pega sus caderas a mi trasero.

—Tendrás que hacerlo, porque no puedo follar ni aunque quisiera —me giro para que quedemos frente a frente.

Él me mira con el ceño fruncido mientras yo busco una mentira creíble que soltar.

—La regla —digo finalmente.

—No sé si podré sobrevivir una semana sin follar, Sara —arrastra mi nombre haciendo un pequeño berrinche y me da un beso corto en los labios.

—Conozco unas cuantas que estarían encantadas de hacerte el favor —bajo mi mirada a su pene—. Anna por ejemplo...

—No quiero follar con tu prima, rubia —otro beso—. Quiero follar contigo.

Mis manos viajan a su cuello.

—Tengo que confesar algo —susurro contra sus labios—. La regla no me baja sinó hasta dentro de una semana.

Sus manos alrededor de mi cintura me atraen hacia él, aprieta mi trasero con tanta fuerza que suelto un quejido que acalla con sus besos. Noto como con cada beso, cada roce y cada apretón su erección toma volúmen debajo de su pantalón. Gruñe cuando le muerdo el labio inferior y para completar, tiro de su piercing sonriendo con lascivia. Me toma por las caderas y me sienta sobre el borde del balcón, abriéndome las piernas para entrar él en ese espacio. Mi vestido se me sube hasta la parte baja de mi espalda, y a pesar de sus intentos por mantenerlo ahí, sigue corriéndose hasta que está en mi cintura.

Llevo mis manos al botón de su pantalón y se lo desabrocho sin mayor dificultad. Rozo su pene erecto suavemente, cerrando mi mano sobre el bulto, robándole otro gruñido. Meto mi mano dentro de su boxer y le agarro el pene, apretándolo un poco y sonriendo cuando tira la cabeza hacia atrás y suelta un gruñido.

—¿Qué clase de...demonio sexual...te ha poseído, rubia? —entre palabra y palabra se toma un tiempo para respirar hondo.

En vez de responder comienzo a mover mi mano de abajo hacia arriba, masturbándolo por debajo del bóxer con mis ojos fijos en los suyos que me miran con deseo.

—Si tu plan es matarme lo conseguirás —pone su mano en mi muñeca, deteniendo mis movimientos—. Quiero follarte.

Corro mi tanga hacia un lado abriendo más las piernas para darle mejor acceso y una vez él ha bajado su bóxer lo suficiente, lo agarro por las caderas para atraerlo hacia mí, haciendo que me penetre de una sola estocada. Clavo mis uñas en sus nalgas y arrastro los dedos para recorrer sus abdominales y pecho con suavidad.

A la Sara de hace un mes le habría dado un ataque de saber que ahora estaría follando al aire libre sin ni una pizca de pudor. La Sara de este momento solo puede decir...

—Más rápido —pido casi que en un gemido.

Los movimientos de Lucca se apresuran ante mi petición, sus manos me agarran firme de las caderas para mantenerme ahí, las mías rodean su cuello y mi boca lo besa con desesperación. Con cada estocada aumenta la fuerza hasta que siento ese cosquilleo recorriéndome la espalda que advierte que no me queda mucho para llegar al orgasmo. Acabo primero y me quedo ahí, gimiendo hasta que él acaba también y lo abrazo.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora